Temporada de cancelaciones. Las voces ausentes marcan el año
28/12/2002 |
Nadie niega que la ópera está en alza. Pero quizá, y precisamente por ello, los continuos viajes y el incremento desproporcionado de la actividad lírica han llevado a que el riesgo de que los cantantes fallen en el último momento se cierna como una guillotina sobre los espectáculos. El Cultural analiza la situación generada por las recientes y numerosas cancelaciones que se han producido tanto en España como en el resto del mundo.
En pocas ocasiones la palabra cancelación ha sonado tantas veces en nuestros teatros y auditorios como en este último año, sobre todo en lo que a cantantes se refiere. Sólo en este mes, June Anderson, Matthias Goerne, por segunda vez, y Joan Pons han dado los correspondientes disgustos a aquellos aficionados con las entradas adquiridas. Pocos días antes era la mezzo Anne Sophie von Otter, entre otros, la que dejaba colgado el Giulio Cesare de Valladolid. Y la mala suerte se ha cebado en el Real sobre algunas óperas y, especialmente, en sus recitales, frustrando la presencia de nombres como Ben Heppner, Natalie Dessay o José van Dam. Los casos vividos en la temporada anterior en la Manon de Oviedo o en las Vísperas Sicilianas de Bilbao, fueron resaltados en los medios de comunicación.
Esto en el capítulo nacional, ya que en el internacional se han dado casos muy sonoros. Así, el contratenor David Daniels salía pitando del Giulio Cesare de la Opéra Garnier; Renée Fleming canceló una Arabella montada para ella en el Châtelet, Ben Heppner dejó su Tristán en el Covent Garden y Edita Gruberova ha roto el idilio que tenía con la Ópera de Zúrich con una espantada en María Stuarda que, por cierto, ha servido para dar un empujón internacional a nuestra Ángeles Blancas que la ha sustituido en el último momento. Por no hablar de los últimos disgustos que ha dado Pavarotti a los neoyorquinos.
Para Miguel Lerín, agente y director del Concurso Viñas, “cancelaciones siempre las ha habido porque los cantantes son seres humanos y se enferman como cualquier otro. Recuérdese que Caballé saltó a la fama al sustituir a Marilyn Horne en Nueva York”. En su opinión el problema es que, al haber más funciones y más teatros con actividad, los fallos son proporcionales. “Por otro lado, en la actualidad se sabe más gracias a los medios de comunicación que crean unas determinadas expectativas que, con la cancelación, se frustran”, señala.
Factorías líricas
En cualquier caso ello no justifica en su totalidad esta realidad. De hecho, el problema es más complejo y, en parte, viene como resultado de cómo se organizan los teatros que se han convertido, en bastantes aspectos, en factorías líricas. Ana Esteban, directora general de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO), señala que “nosotros estamos trabajando ya la temporada 2006-2007. De hecho, las dos próximas están prácticamente completas salvo algunos papeles pequeños. Es muy difícil que esto se altere a menos que, a última hora, aparezca una primera espada, pero no es normal”. Trabajar con tanto tiempo tienes sus pros y sus contras. “Es peligroso porque las voces cambian y nunca sabes a ciencia cierta cómo funcionarán”, señala Esteban. “Nos ha pasado a veces que lo que escuchabas no era lo esperado porque la voz había ido evolucionando y no precisamente para bien. Pero siempre es mejor apalabrarlas con tiempo, sobre todo para ciertos títulos, ya que de lo contrario los riesgos son grandes, especialmente en nuestro caso que no trabajamos con doble reparto”.
Emilio Sagi, director artístico del Teatro Real, comenta que la globalización afecta muy directamente a los resultados. “Los cantantes saltan de un lado para otro con increíble facilidad. Las agendas resultan cada vez más apretadas por la rapidez de los medios de comunicación. No olvidemos que los virus también viajan con ellos. Y por otro lado, el hecho de estar aquí hoy y mañana en otro lado afecta, sobre todo psicológicamente. Muchas veces esos cambios tan fuertes que viven hace que sus voces se resientan”. Para Ana Esteban es indudable que cada vez se hace más ópera en el mundo: “está de moda y todos queremos lo mejor para nuestros teatros. El cantante se compromete y, luego, por circunstancias múltiples, cancela. En este aspecto los teatros siempre están en desventaja porque ante un parte médico, ¿qué vas a hacer? Y siempre se halla un médico que pueda firmarlo”.
Perjuicios en el público
Ello a pesar de los perjuicios que genera, sobre todo en el público. “Ante una sustitución, éste siempre reacciona mal”, afirma la directora general de la ABAO. “De entrada frunce el ceño porque una sustitución es una incógnita. Aunque en muchas ocasiones hayamos mejorado con el sustituto, el público es bastante reacio porque si no lo conoce cree que es peor de lo previsto”.
Para Miguel Lerín, todos estos problemas vienen como resultado del sistema que se ha vuelto extraordinariamente complejo. Si en un mundo globalizado resulta inevitable organizar el panorama a años vista, no se puede olvidar que los cantantes no son máquinas. “Es muy peligroso trabajar con más de tres o cuatro temporadas. Porque, por ejemplo, ¿quién te dice si alguien va a poder hacer dentro de cinco años Sigfried? En los cantantes, encontramos trayectorias más o menos equilibradas y, aún así, siempre hay sorpresas. ¿Quién habría pensado que Edita Gruberova pudiera seguir haciendo Zerbinetta después de veinticinco años de haberlo debutado? Eso en el lado positivo, pero hay declives vocales que nadie habría pronosticado”.
Algunas referencias recientes son bien conocidas. Ahí está Cheryl Studer que en cuatro o cinco años destrozó una voz de timbre excepcional. Más recientemente esta el caso de Ben Heppner que ha tenido que cancelar casi una temporada completa. Y con gran tristeza hay que ver el ejemplo de Natalie Dessay, uno de los más increíbles talentos aparecidos en los últimos años, cuya vida artística, en este momento, pende de un hilo. “La elección del repertorio es básica. Y, en un tanto por ciento muy considerable, está equivocada”, comenta Lerín. El error viene casi siempre porque se asumen papeles dramáticos que están muy por encima de las posibilidades de cada uno. “Así la voz se acaba resintiendo y, con ello, se quiebra una carrera. Hay declives sorprendentes de voces aparentemente muy importantes que se creen capaces de todo y luego van como van”, asegura.
Problemas escénicos
Un problema grave es cuando, después de haber ensayado todo un mes, hay que sustituir a un artista en el último minuto. Es lo que recientemente ha ocurrido con el montaje de Carmen del Real. El sustituto de Giovanni Furlanetto para el papel de Escamillo tuvo que asumir en apenas horas su papel. “Es una situación horrible”, afirma Sagi. “Pero hay que hacerse a la idea de que puede pasar. No te queda más remedio que trabajar personalmente con el sustituto y rezar para que, por ósmosis, se integre en el montaje. Que conste que algunos lo consiguen con estupendos resultados. En otras ocasiones tardan algo más. Pero la ópera, al tratarse de un espectáculo en vivo, tiene ese inconveniente. Estás vendido hasta el final”, afirma con resignación el director de escena.
Luego está el problema de las cancelaciones por razones extrafísicas. Ahí está el ejemplo reciente de Anne Sophie von Otter que dejó colgado al público de Valladolid a pesar del interés que había mostrado la organización del Giulio Cesare por contar con la mezzo nórdica. Lo peor del caso es que la von Otter había cantado en el resto de la gira de Les Musiciens du Louvre y volvía a hacerlo en Viena un par de días más tarde, quizá por servir de base para la correspondiente grabación.
Para Miguel Lerín este caso es bastante insólito. “Hoy día nadie niega la posibilidad de venir a España. Ya no es como hace unos años que muchos miraban el tema con recelo. Si la cancelación es por intereses particulares, los teatros pueden tomar medidas. Habiendo un contrato firmado, los cantantes no se arriesgan. Como mucho, si les sale una oportunidad grande, pueden pedir al teatro que les deje libres”. No está de acuerdo Ana Esteban que piensa que, en el fondo, todo se basa en una cierta confianza mutua. “No merece la pena entrar en pleitos aunque sepas que el artista se ha ido a cantar a otro lado. Como mucho puedes cerrarle la puerta a ese artista concreto, pero nada más. Te lo tragas y te lanzas a buscar como loco un sustituto”, confiesa.
Grave fue también el caso en Valladolid de la suplente de von Otter, Joyce di Donato, una estupenda cantante pero cuyo caché está lejos de ser el mismo. Pero, como era una situación extrema, no quedó más remedio que pagarlo. “Normalmente suelen respetar su caché habitual” comenta Ana Esteban, “pero como estás entre la espada y la pared no te queda más remedio que aceptar. En nuestra experiencia no hemos vivido casos de abusos descarados, pero sabemos que los hay”.
Luis G. Iberni
elcultural.es