21/1/2005 |
Sabido es que los inspectores de las guías Michelin o de cualquiera de las consideradas como referencia en la crítica culinaria no tienen por qué saber freír un huevo. De la misma forma, los jueces en las pruebas olímpicas de saltos de altura probablemente se marearían si los colocasen en lo alto del trampolín. Pero para el público está mucho menos clara la diferencia entre crítico y creador o artista en el caso de la literatura y, especialmente, en el de la música. Para muchos es obvio que un gran crítico de literatura no tiene por qué ser un gran escritor, pero para muchos menos lo es el que un crítico musical no tenga por qué saber tocar un instrumento o, ni tan siquiera, leer una partitura. Han sido muchos los críticos reputados que no han sabido hacerlo. Recordemos en España al siempre admirado Antonio Fernández Cid. Y es que la crítica es primordialmente cuestión de sensibilidad, gusto, oído, mucha experiencia auditiva y, después, de saber comunicar y de independencia. Naturalmente que el poder descifrar una partitura ayudará a quien reúna las anteriores condiciones, pero conozco muchas personas que “saben música”, pero no “saben de música”.
Beckmesser.com
El Cultural