Harnoncourt abre el año
28/12/2002 |
El concierto de valses y polcas que la Filarmónica de Viena interpreta cada primero de enero en la Sala Dorada del Musikverein es el acontecimiento musical más visto en todo el mundo, con una audiencia que supera por un día a la de las estrellas del pop. Este año, y como hace dos ediciones, Nikolaus Harnoncourt dirige a la prestigiosa agrupación con un innovador programa. En Berlín, el nuevo titular de la Filarmónica, Sir Simon Rattle, cruzará hipotéticamente el Atlántico en el tradicional Concierto de San Silvestre.
La popularidad internacional alcanzada por el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena puede producir la impresión de que la interpretación de esta música por parte de la eminente institución se remontase a los tiempos mismos del rey del vals. Sin embargo, a pesar del reconocimiento que por estas extraordinarias piezas mostraron siempre compositores como Richard Wagner o Johannes Brahms, lo cierto es que a la Empresa de los Conciertos Filarmónicos, como entonces se llamaba, no le parecía digno incluir la más universal de las músicas vienesas en los atriles de la regia orquesta.
Tras algunas tentativas que tuvieron lugar en los años 30, el primer Concierto de Año Nuevo como tal se celebró en 1941 bajo la dirección del vienés Clemens Krauss, quien ya había llevado estos pentagramas al mismísimo Festival de Salzburgo. Tras su inesperada muerte en 1954, los organizadores tuvieron el enorme acierto de escoger a Willy Boskovsky, una suerte de Johann Strauss revivido, que, como éste, tocaba también el violín y era de algún modo, con su entrañable manera de sentir esta música, el mejor representante de la antigua tradición austríaca.
Desfile de batutas
Cuando, en 1980, Willy Boskovsky renunció a continuar por motivos de salud, fue sustituido, hasta 1986, por Lorin Maazel, por aquel entonces director musical de la Staatsoper (es sabido que la Filarmónica de Viena tiene a gala el ser la única primera orquesta del mundo que nunca ha tenido titular –no en vano su libro biográfico se titula La democracia de los reyes). A partir de ahí fueron pasando diversos maestros. Así, en 1987 Herbert von Karajan dirigió un concierto histórico, con una Kathleen Battle en su apogeo, que salió a cantar con un deslumbrante vestido rojo unas Voces de primavera para el recuerdo. Posteriormente hemos podido disfrutar de la elegancia de Claudio Abbado (1998 y 1991), Carlos Kleiber (1989 y 1992) –en dos de las últimas y rarísimas apariciones en público de este genial y excéntrico artista–, Riccardo Muti (1993, 1997 y 2000) o el propio Lorin Maazel (1994, 1996 y 1999), y de la brillantez un tanto “a la americana” de Zubin Mehta (1990, 1995 y 1998) o Seiji Ozawa (2002). Nombres, todos ellos, particularmente ligados al conjunto vienés. El siguiente podría ser, pues, el ubicuo Valery Gergiev.
El 31 de diciembre y el 1 de enero, los Filarmónicos de Viena volverán a ser dirigidos por Nikolaus Harnoncourt, quien ya lo hiciera hace dos ediciones, provocando, como siempre en él, reacciones encontradas. A sus increíbles 73 años, y contra lo que muchos creen, este berlinés de nacimiento aunque vienés de adopción y de espíritu, lleva esta música metida hasta la médula (no en vano fue, durante diecisiete años, primer chelista de la Sinfónica de Viena). De ello ha dejado constancia, por ejemplo, en sus vitalistas lectura s escénicas y fonográficas de las operetas El murciélago y El barón gitano, y en sus registros de valses de Strauss. Sus versiones no tienen grandes pretensiones sinfónicas, sino que poseen un cierto sabor añejo y popular así como una inefable melancolía que enlazan con la música bohemia y eslava y con los primeros representantes de los valses vieneses como Joseph Lanner.
El programa está, por supuesto, centrado en piezas de la familia Strauss (en concreto, de Johann padre e hijo y de Josef), y concluirá con las palmas al son de la Marcha Radetzky tras la obligada interpretación de El Danubio azul, aunque aporta algunas modificaciones respecto a años anteriores. La máxima innovación lo constituyen las tres Danzas húngaras de Brahms –gran admirador, como ya hemos dicho, de la música de Strauss–, un repertorio cada vez más cultivado por Harnoncourt, como demuestra su magnífica grabación de las Danzas eslavas de Dvorák. Y también (aunque no es la primera vez que se interpreta en un Concierto de Año Nuevo) la espléndida Invitación al vals de Carl Maria von Weber, en la orquestación de Héctor Berlioz, de quien el próximo año se cumple el bicentenario de su nacimiento.
Guiño a Grecia
Pero hay más conmemoraciones: la presidencia griega de la Unión Europea se saludará con la Helenen-Polka de Johann Strauss hijo, cuya poco conocida producción rusa se ha escogido también para saludar a la ciudad de San Petersburgo, que celebra en 2003 su tercer centenario. Con este motivo, el Ballet del Teatro Mariinski bailará junto con el de la Staatsoper vienesa durante la retransmisión televisiva, en la que se proyectarán imágenes no sólo de Viena sino también de Salzburgo o Graz (capital cultural europea en 2003 y a la que está muy vinculado Harnoncourt, ya que allí realizó su educación musical y todos los años vuelve para el festival Styriarte).
Las casas discográficas cada vez se apresuran más, y Deutsche Grammophon ya ha anunciado que el resultado sonoro estará en el mercado español para el 20 de enero, a 18’70 euros. Un precio muy inferior, sin duda, al que tendrán que pagar los afortunados que hayan conseguido una entrada para escucharlo en vivo en la mítica Sala Dorada del Musikverein.
Mucho más joven que su homóloga vienesa, la Gala de San Silvestre de la Filarmónica de Berlín se remonta ya a tiempos de Herbert von Karajan, quien dio a conocer en ella al fenómeno pianístico Evgeny Kissin. Sin embargo, fue su sucesor, Claudio Abbado, quien dio al evento su personalidad con programas temáticos en torno a Wagner, Verdi o España en la música. Siempre con la participación de ilustres solistas vocales (Mirella Freni, Bryn Terfel, Roberto Alagna) e instrumentales (Gil Shaham) o agrupaciones como el Orfeón Donostiarra.
El nuevo titular del conjunto berlinés, Sir Simon Rattle, ya ha dejado ver su marca en un alegre repertorio de música americana que propone, entre otras muchas cosas, páginas de Leonard Bernstein (la obertura de Candide y fragmentos de Wonderful Town), George Gershwin (escenas de Porgy & Bess) y Kurt Weill (el famoso sexteto de los helados de Street Scene), con cantantes tan apropiados como Kin Criswell, Audra McDonald, Thomas Hampson, Timothy Robinson o el pianista Wayne Marshall, además del coro European Voices. La cita será el 30 y el 31 de diciembre. Este último día, la orquesta invitará a todos los asistentes a una copa de “Sekt”, el champán alemán. Una manera de alejar los malos espíritus que parece que se ciernen sobre la orquesta, que acaba de perder a su gerente, precisamente quien más apoyó la candidatura del director inglés.
Rafael Banús
elcultural.es