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Maestranza. Crisis y cambios en el coliseo andaluz

10/12/2004 |

 

La más conocida y popular ópera de Chaikovski, Eugenio Onieguin, llega la tarde del 9 de diciembre a los escenarios del Teatro Maestranza de Sevilla, abriendo la temporada lírica oficial. Con un reparto devaluado y con la cancelación por enfermedad de la soprano Cristiana Gallardo-Domas, se enfrenta, tras el cese del que ha sido su alma mater José Luis Castro, a un cambio radical en su estructura. El Cultural analiza la peculiar situación que vive el coliseo andaluz.

Sevilla y su agitado mundo musical abordan la actual temporada con incertidumbre e inquietud. La razón viene por los drásticos ceses de sus más representativas cabezas gestoras, decapitadas por el cuestionadísimo nuevo delegado municipal de Cultura, Juan Carlos Marset, nombrado a dedo por el alcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín. Pero también por la sorprendente y muy politizada elección de Pedro Halffter como todopoderoso factótum musical en Sevilla. Impuesto por Marset, el hijo menor de Cristóbal Halffter ha asumido de golpe y porrazo la dirección de la Sinfónica de Sevilla y del Teatro Maestranza, labores que ya compagina con la dirección “musical y artística” de la Filarmónica de Gran Canaria, que abren en la capital andaluza un periodo convulsionado, lleno de sombras y nubarrones.

El cese fulminante e inesperado de José Luis Castro, director durante diez años del Teatro Maestranza y responsable de su paulatino despegue en la escena lírica internacional, ha sido vivamente contestado tanto por los aficionados sevillanos como por los medios de comunicación de la capital andaluza. A él precisamente se debe la programación vertebral de la temporada lírica 2004-2005, que se inicia hoy, 9 de diciembre, con un Eugenio Onieguin de Chaikovski muy devaluado por la cancelación de la soprano Cristina Gallardo-Domas, que debía debutar el rol de Tatiana. La ausencia de la reputada cantante chilena no obedece, sin embargo, a discrepancias con el polémico nuevo equipo rector del coliseo sevillano, sino a problemas de salud. Será sustituida por la polaca Joanna Kozlowska. Eugenio Onieguin supone el inicio de una temporada bien característica del hacer programador del cesado José Luis Castro: calidad, variedad y repartos calibrados. Será dirigido musicalmente por el checo Jacek Kaspszyk, y llega en la aplaudida producción que preparara Graham Vick para el Festival de Glyndebourne. La estación lírica sevillana comienza muy diezmada por las numerosas cancelaciones de algunos de sus protagonistas. A la de Cristina Gallardo-Domas hay que añadir –por ahora– las caídas de cartel de Lucio Gallo, María José Moreno, Giovanni Furlanetto, y las futuras de Javier Palacios o Serena Farnochia. En esta avalancha de deserciones, aparece amenazado el recital que el tenor Juan Diego Flórez debería de ofrecer el 10 de marzo.

Son problemas derivados de la falta de seguimiento de una programación sobre la que siempre hay que estar encima, mimando a sus protagonistas y cuidando la presencia de los mismos. Nada de eso ocurre hoy en Sevilla, donde nadie parece asumir las riendas y el día a día de un teatro que en las últimas temporadas había iniciado su periodo de mayor esplendor.

Temporada en suspenso
La temporada lírica quedará en suspenso hasta el 3 de febrero de 2005, cuando se alce el telón para unas prometedoras representaciones de L’incoronazione di Poppea de Monteverdi avaladas desde el podio por Christophe Rousset, que contará con la presencia de un nutrido reparto vocal, en el que, descontadas las diversas cancelaciones, figuran los nombres de Ángeles Blancas, Ruth Rosique o Enrique Viana.

En marzo, los días 5, 7, 9 y 11, llegará por primera vez al Teatro Maestranza el verdiano Simon Boccanegra, en producción del Teatro Carlo Felice de Génova, dirigida escénicamente por Pierluigi Pier’Alli y musicalmente por Nicola Luisotti. En el papel titular, la garantía y nobleza vocal del barítono Joan Pons, junto al que figura un reparto solvente en el que aparecen los nombres de Giacomo Prestia, Alfredo Portilla y Gabriele Viviani. El regreso del director de escena Giancarlo del Monaco supondrá uno de los puntos estelares de la temporada sevillana. Tras los triunfos alcanzados en la capital andaluza con sus montajes de Andrea Chénier y Cuentos de Hoffmann, Del Monaco presenta ahora ante el público hispalense su poética y bellísima visión de Madama Buttefly. En el foso, Carlo Rizzi, un maestro de prestigio que aguantó el envite de Pedro Halffter, quien intentó suprimirlo de la programación, saltarse a la torera el contrato firmado un año antes y reemplazarlo él mismo. El elenco vocal está liderado por la bien acreditada Butterfly de la soprano china Xiu-Wei Sun. Como Pinkerton inesperado, el venezolano Aquiles Machado, que debuta este papel ingrato y tan poco apreciado por los tenores. Completan el equipo vocal Enkelejda Shkosa y Juan Jesús Rodríguez. En el segundo reparto (es la primera vez que el Maestranza ofrece seis funciones de un mismo título) aparecen Raffaella Angeletti, Dante Alcalá, Elena Belfiore y Ángel Ódena.

Pequeño formato
La temporada lírica se completa con un ciclo de óperas y actuaciones en pequeño formato que se desarrollará en la pequeña Sala Manuel García del propio teatro que incluyen la ópera para niños Hansel y Gretel de Humperdinck y unas representaciones de la zarzuela El asombro de Damasco, dirigidas por Miguel Roa, con producción de Jesús Castejón, procedente del Teatro de la Zarzuela (ver página 54 de este número).

Por su parte, la Sinfónica de Sevilla, que prosigue su singladura de crisis y endeudamiento, comienza una nueva etapa al haberse fusionado su dirección musical con la del Teatro Maestranza. Todo en manos de Pedro Halffter, que no ha intervenido en la programación y, de hecho, sólo aparece en un único concierto de abono de la orquesta de la que es titular.

Tampoco parece que, desde el punto de vista de la gestión, la Sinfónica tome ningún rumbo que acabe con la crisis congénita que la devalúa desde que se creó en enero de 1991. Así lo augura el hecho de que, como alternativa al cese fulminante de su gerente, Luis Miguel Rufino, Marset y su equipo no hayan propuesto candidato, limitándose a apuntar que la nueva gerente del Teatro Maestranza, la socialista Remedios Navarro –quien desempeñaba hasta ahora labores de producción en la Orquesta Filarmónica de Málaga– se hará cargo de la gestión de la orquesta sevillana. La política de ceses y destituciones de Marset tiene su lado positivo. En este capítulo hay que destacar el hecho de que entre el cúmulo de cabezas que ha hecho rodar el discutido delegado municipal de Cultura también figura la de Alain Lombard, cuya labor al frente de la Sinfónica de Sevilla ha sido considerada “nefasta”.

La temporada sinfónica sevillana desprende la inequívoca voluntad de contentar a todos. Sin embargo, faltan ideas temáticas, líneas conductoras que encaucen objetivos. Falta una columna artística que otorgue lógica a los quince programas que integran la programación, que será clausurada el 24 de junio de 2005 con un concierto en el que Vjekoslav Šutej, primer titular de la Sinfónica, volverá a dirigir por enésima vez los Carmina Burana.

A diferencia de temporadas anteriores, en la actual hay que destacar la creciente –aunque aún tímida– presencia de música y músicos españoles, tan ausentes en las afrancesadísimas programaciones de Lombard. La calidad de los maestros invitados también ha mejorado algo respecto al desastre de las últimas temporadas. Frente a la apuesta segura de Leopold Hager y el siempre bienvenido –y por muchos deseado– Christian Badea, aparecen otros nombre como Karl Rickenbacher, responsable del estreno en Sevilla de la Quinta sinfonía de Hans Werner Henze.

Otro momento relevante de la nueva temporada llegará el 10 de febrero, cuando se escuche la monumental Segunda sinfonía de Mahler, dirigida por Uri Segal. Entre los directores españoles, figuran Cristóbal Halffter, Max Bragado Darman, Álvaro Albiach y Juan Luis Pérez. De los solistas, hay que destacar la vuelta de Javier Perianes, que tocará el Segundo de Rachmaninov bajo la dirección Ari Rasilainen y el retorno de Rudolf Buchbinder, con el Segundo de Johannes Brahms.

Justo Romero
El Cultural

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