Milán vibra con el regreso de la ópera a la 'nueva' Scala
6/12/2004 |
No muchos edificios celebran su reapertura con anuncios en televisión, una exhibición en cada museo de la ciudad y réplicas de su arquitectura en chocolate. Pero el auditorio de la ópera, La Scala de Milán, ha contado con todos los honores.
Esta construcción del siglo XVII, cuya historia va unida a la de Italia, reabrirá sus puertas el 7 de diciembre tras permanecer tres años cerrada por obras de renovación, una época durante la que la compañía de teatro fue confinada a un salón en las afueras de la ciudad.
Milán celebra por todo lo alto su vuelta a casa.
"La Scala está en el corazón de Milán. Hemos sentido mucha nostalgia", declaraba Lavinia Larocca, nacida y criada en la ciudad milanesa.
"Considero que su regreso es como el de un niño que vuelve a casa por Navidad", decía sonriendo mientras tomaba a sorbos un capuchino en una cafetería decorada con antiguos programas de La Scala.
La casa operística en la que se escenificaron las primeras noches del 'Otello' de Verdi y el 'Turandot' de Puccini fue la favorita de grandes estrellas de la ópera, como María Callas y Giuseppe di Stefano, y conserva un lugar especial en el corazón de los milaneses.
Llenos de expectación, los visitantes de Milán quedan con frecuencia decepcionados por el pequeño pórtico del teatro y la discreta fachada neoclásica. Sólo la extravagante sala dorada y carmín cautiva a la gente por su exhuberancia.
Sin embargo, incluso el interior del edificio había comenzado a ser decepcionante. La alfombra roja estaba manchada, la pintura dorada se estaba desprendiendo, el terciopelo de los asientos estaba sucio y la fontanería era deficiente.
Los camerinos eran lo peor. Un laberinto de corredores, vestuarios construidos de manera confusa unos alrededor de otros y la falta de espacio para el almacenamiento comprometían la capacidad de La Scala para poner en escena las óperas de clase mundial. Todo ello tenía además a los bomberos seriamente preocupados.
A pesar de los defectos obvios, sin embargo, los italianos no querían aceptar los planes de renovación.
Hubo mucha polémica cuando el escenario fue reducido para hacer un enorme hoyo en el suelo, una puerta beige de 38 metros de altura se alzó en la parte trasera de la fachada bicentenaria y un bloque oval fue colocado en el edificio puerta con puerta con escaparates y oficinas.
El enfado surgió también por el desorbitado coste de la renovación, que superó en un 20% el presupuesto: algo más de 60 millones de euros.
Pese a todo, los milaneses se han convencido finalmente gracias en su mayor parte al director musical de La Scala, Ricardo Muti, que ha elogiado la obra.
El Mundo