19/11/2004 |
La sensibilidad derivada de una tradición secular, el sonido vienés, el fraseo, lentamente bruñido a través de los tiempos, la severa matización en el dibujo de las estructuras caracterizan habitualmente el arte maduro del pianista Alfred Brendel (Moravia, 1931), que se plasma en soberanas y profundas lecciones interpretativas de la obra de Mozart, Haydn, Schubert o Beethoven. Desde no hace mucho, es frecuente ver al pianista colaborando con su hijo Adrian, violonchelista de clase, de sonoridad tersa y de muy precisa afinación. Expone la música con la misma convicción y sentido, con similar equilibrio y buen gusto que su padre. Aunque la personalidad del retoño, nacido en 1976 en Londres, brilla con luz propia; por sus condiciones artísticas y después de haber recibido consejos valiosos de su colega húngaro Miklós Perenyi, el inglés William Pleeth o del reconocido Cuarteto Alban Berg. Los conciertos que uno y otro vienen realizando en los últimos años son de alto valor musical. Han alcanzado una notable destreza y una magnífica calidad en la traducción de la obra beethoveniana para ambos instrumentos –que han grabado para la discográfica Philips y de la que ofrecen mañana en Barcelona –en el Palau de la Música Catalana, para el Ciclo de Ibercámera– una selección que incluye las Sonatas 1, 3 y 5, lo que permite hacer un seguimiento de la evolución que, en este terreno, desarrolló el compositor alemán, siempre rompedor de moldes. Hasta que llegaron estas partituras no tomó cuerpo y vuelo esta combinación instrumental. A ellas se unen las Variaciones sobre un tema del Judas Macabeus de Haendel del propio compositor de Bonn.
El Cultural