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Leticia Moreno: "La juventud actual no está preparada para la música clásica"

13/11/2004 |

 

La violinista Leticia Moreno (Madrid, 1985) está considerada como una de las jóvenes con mayor talento y proyección del panorama virtuosístico internacional. El 13 de noviembre actúa en el Auditorio Nacional dentro del Ciclo de Juventudes Musicales junto a su colega y maestro Maxim Vengerov, quien ha escrito para El Cultural sobre su trabajo con la intérprete.

A sus diecinueve años Leticia Moreno es, posiblemente junto al malagueño Jesús Reina, la violinista con mayor proyección internacional de la más reciente generación surgida en nuestro país. Encauzó su talento natural al lado de Vadim Brodski para luego convertirse, con once años, en la alumna más joven de la cátedra del legendario Zajar Bron en la Escuela Reina Sofía. Tras hacerse con algunos de los más prestigios premios europeos, vino su presentación internacional de la mano de Kristoff Penderecki, quien la eligió para una gira junto a la Sinfonia Varsovia. En este tiempo, la instrumentista ha ido imponiéndose poco a poco en el mercado de los grandes a lomos de su Pietro Guarnieri de 1679, cedido por la Stradivarius Society de Chicago. Su primera actuación importante en España fue hace un lustro acompañada por la Orquesta Andrés Segovia y con el Concierto de Beethoven. Su ciudad natal ha sido testigo de alguno de sus más relevantes éxitos como su versión del Concierto de Monasterio el pasado año. El sábado vuelve al escenario madrileño para ofrecer el Doble Concierto de Bach al lado de su colega Maxim Vengerov que es quien, junto a Mstislav Rostropovich, sigue formando hoy a la intérprete.

–¿Cómo nació su vocación?
–Mis padres advirtieron muy pronto mi sensibilidad musical. Con tres años, viviendo en Boston, en una clase de socialización para niños, me dieron una viola de gamba y me entusiasmé enseguida. La profesora insistió mucho en que siguieran fomentando esa predisposición. La única escuela que aceptaba alumnos de esa edad era la del método Suzuki. Aunque hay gente que lo critica a mí me parece una manera maravillosa de empezar, es como un juego en que los niños acaban adorando la música. Me ayudó a fomentar la capacidad de memoria auditiva, una ventaja que creo que pocos intérpretes tienen tan desarrollada. Yo toco una pieza y enseguida me acuerdo de ella. El método te introduce en el lenguaje musical de una forma muy natural, no hay teoría sino que empiezas escuchando y copiando, de forma muy ágil nada pesada.

–¿Se debe comenzar tan pronto?
–Empecé a tocar el violín a la vez que aprendía a hablar. Tiene que ser así, hay que llevarlo en la sangre, tocar un instrumento no debe suponer un cambio en tu vida, de hecho yo no concibo otra vida posible, no podría vivir al menos sin la música.

–Vadin Brodski fue decisivo.
–Fue la primera persona importante que me escuchó, mi padre musical. Tenía ocho años y me invitó a su casa de Roma a trabajar. Me enseñó lo que significa ser un artista. Yo sabía desde muy pequeña lo que quería ser pero no tenía ni idea de algo tan sencillo como es salir al escenario. Luego me admitieron en la Escuela Reina Sofía para estudiar con Bron. Quiso seguirme de cerca e insistió en que asistiera también a sus clases en Colonia. Fue mi primera formación seria, muy volcada en la técnica.

Ilustres maestros
–Hoy continúa con Rostropovich y Vengerov.
–Hace dos años que estoy con Maxim, él tiene una manera muy distinta de enseñar. Soy muy afortunada ya que sólo acepta a dos o tres alumnos. No tiene una cátedra fija por lo que simplemente tengo que ir donde él me diga. La última vez fue en Israel. Con Rostropovich ocurrió que Isabel Falabella, presidenta de Juventudes Musicales, consiguió que me escuchara hace unos años después de un concierto. Lo que tenía que durar uno minutos se convirtieron en dos horas. En seguida me dijo que quería ayudarme a encontrar lo que muchos artistas no saben cómo buscar. Desde entonces le he seguido por medio mundo para preparar el repertorio con él. Lo más importante ahora es poder trabajar con grandes músicos, para que me ayuden a seguir por el camino correcto.

–Con estas influencias habrá sido difícil desligarse de la escuela rusa.
–Es un sonido que llevo en la sangre, inconfundible, muy denso. Son gente llena de pasión, con un corazón muy grande, donde las emociones cuentan mucho. Quizás mi violinista predilecto sea David Oistraj. Es la escuela con la que más me identifico y no sólo en lo musical sino también por su literatura o su pintura. Creo además que no está tan lejos de la sonoridad mediterránea, las dos son espontáneas y llenas de pasión.

––¿Qué queda en su forma de tocar de esa niña prodigio?
–Permanece mi instinto musical pero es inevitable que al estar expuesta a estas influencias haya cambiado mi manera de tocar. Antes funcionaba más por intuición, ahora dispongo de más información y experiencia. He tenido la suerte de haber tocado muchísimas veces con orquesta, y eso me ha dado una seguridad muy útil. Ahora soy más exigente con lo que hago porque mis metas son cada vez más altas. Cuando eres muy pequeña sales, tocas y basta. Es fundamental ser fiel a tu instinto, empeñarte en disfrutar con cada uno de los conciertos y poner tu alma en ellos. Quien no la pone no debería dedicarse a esto.

Carrera en el extranjero
–Hasta hace poco su carrera se había desarrollado en el extranjero.
–¡Es que a mí me costó mucho entrar en el mercado español! Ahora que estoy tocando tanto aquí me doy cuenta hasta qué punto han cambiado las cosas en cinco años. Las orquestas, los auditorios e incluso el público son muchísimo mejores, yo soy feliz cuando toco aquí. Creo que hay un talento increíble, quizás como en ningún otro lado. El problema es que no ha existido una tradición, no se ha fomentado el amor por la música desde muy pequeños, que es cuando se tiene que hacer. Algo que no ocurre por ejemplo en Rusia, donde antes hasta la señora de la limpieza sabía quién era Oistraj y moriría por escucharlo. Recuerdo cuando fui al conservatorio, aquello no se podía aguantar, prácticamente era todo teoría, muy seco y arduo, cuando en realidad la música debe ser como respirar, un lenguaje, una forma de comunicación muy natural. Estoy segura que muchísimos talentos se han desperdiciado por eso.

–Y tuvo que irse fuera a estudiar.
–Bron, mi profesor en la Reina Sofía, quiso que siguiera estudiando fuera. Aquí falta motivación para los jóvenes, y no sólo para los que quieren ser músicos. Me da la impresión que la juventud no está preparada para escuchar música clásica, es muy reacia a ello, y en parte lo entiendo porque no es fácil de escuchar, lleva su tiempo. Es como leer un tebeo y un libro de filosofía: hay que tener una mínima preparación o, de lo contrario, cierras el libro al momento. Y eso hay que inculcarlo, tienen que tratar la clásica de otra manera. Siempre va a resultar más fácil acercarse a otras músicas y eso es lo que hay que intentar que no suceda. Para nosotros es también muy importante tener un público joven, si no ¿qué futuro le queda a la clásica?

–¿Qué le parecen las tácticas que se emplean hoy para vender?
–El márketing que rodea hoy el mundo de la clásica tiene su parte buena. Ser un artista no tiene por qué reñir con vestir a la moda. Si eso atrae nuevos públicos, bienvenido sea. No hay que tener miedo a popularizarla si con eso los jóvenes la van a ver como algo cercano. Es una manera atractiva de presentar un producto, de empaquetarlo, pero el interior es el mismo. Antes no había tantas formas de ocio con las que competir, la música era, por lo tanto, muy importante. Hoy es necesario llamar al público, si no esto se acaba. Basta ir a cualquier concierto al Auditorio y ver qué público hay, apenas veo caras jóvenes. Es una evolución natural de la sociedad que no debe ir en detrimento de la calidad, al contrario, creo que ahora hay músicos extraordinarios.

Carlos Forteza
El Cultural

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet