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Muere Luis de Pablo, el compositor exponente de la música contemporánea española

12/10/2021 |

 

https://www.elmundo.es/cultura/musica/2021/10/11/6163b99221efa0ac768b45c8.html

Luis de Pablo, creador prolífico, era un compositor vanguardista de música serial y aleatoria, y uno de los máximos representantes de la música contemporánea española

A Luis de Pablo le gustaba decir que el secreto de su provecta lucidez había sido un infarto a tiempo. «No muy grave, pero lo suficientemente importante como para plantearme algunas cosas». Ensimismado en la artesanía matinal de su estudio, tras una larga caminata por las calles de Madrid, el compositor se dedicaba a traducir el silencio en una diminuta moleskine, como un Robert Walser de vuelta de todos los confines de las vanguardias sonoras: atonalidad, dodecafonismo, serialismo, músicas concretas, incluso electrónica. Desde sus inicios como integrante de la Generación del 51 (a la que también se adscribieron Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola, Antón García Abril, Ramón Barce y Agustín González Acilu), se sintió heredero de una larga cadena de tradiciones musicales que no acababan en Occidente y que él expresaba a través de un orden sonoro de indudable trascendencia humanística, casi ética.

Las primeras músicas que escuchó fueron sinfonías de Beethoven y óperas de Wagner en discos de 78 revoluciones que fue encontrando por casa. Autodidacta desde que, siendo un niño, sometiera al gramófono familiar a todo tipo de experimentos -tales como «rellenar los surcos de los vinilos con migas de pan»- tuvo que dedicarse a otras servidumbres para mantener viva la llama de su vocación en los años grises del franquismo. Antes de fundar Tiempo y Música, el grupo Alea y el primer laboratorio de música electroacústica de España, se licenció en Derecho, trabajó para un gabinete jurídico, fue empleado de Iberia y, en los claros de su agenda, se alternó también como profesor a domicilio. «Siempre activo, pero con la certeza de que mi futuro estaba fuera de España. Llegué a pensar, incluso, que el desarraigo podría ser eterno».

En España ejerció de prescriptor de la modernidad con partituras que rompieron los moldes del nacionalismo imperante y ensancharon las fronteras del horizonte musical con nuevas fórmulas relacionadas con la armonía o la instrumentación. Borró el intervalo para jugar casi únicamente con el color, utilizó procedimientos no convencionales de notación, experimentó con los sintetizadores y las cintas magnéticas... Las vanguardias alemanas de la Escuela de Darmstadt consolidaron su estilo tanto como su paso en calidad de docente por diferentes universidades de Estados Unidos, cuyas aulas le abrieron los ojos y el oído a una nueva sensibilidad. «Mi segundo y último LSD -reconocía el compositor bilbaíno con insobornable buen humor- lo probé allí». Una veintena de premios después de aquellos pasos iniciáticos (sólo se le resistió el Príncipe de Asturias, finalista en tres ocasiones), fue homenajeado en su 80 cumpleaños con el documental A contracorriente de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. «No tengo ninguna prisa por marcharme", dijo entonces, "pero si mañana me cayera una teja, al menos queda esto».

En sus comienzos se imbrican influencias de muy diversa índole: el Bartók del Concierto para orquesta, los cuadros de Tàpies, los estudios teóricos Schönberg, las «amebas flotantes» del primer Saura, el postismo revulsivo del Café Gijón, la pianista Margot Pinter, los recitales de Aleixandre... Todo aquello le ayudó a dejar atrás un erial cultural anterior a la Guerra Civil. «Veníamos de un país tradicionalmente desinformado», dejó por escrito. «Así que tuvimos que darnos auténticos atracos de formación». Extremadamente crítico con sus trabajos, Luis de Pablo salvó de la quema algunas partituras de juventud, como Coral, la Sonata para piano, las Sinfonías para instrumentos de mental o los Comentarios a dos textos de Gerardo Diego.

En los años 70, impulsó varias revistas, organizó ciclos de conciertos y exposiciones, participó como conferenciante de los polémicos Encuentros de Pamplona y firmó varias bandas sonoras de directores de la factoría Querejeta: Víctor Erize, Antxon Eceiza y, sobre todo, Carlos Saura, que le concedió plena libertad para recrear musicalmente los paisajes obsesivamente agrestes de La caza, que resolvió sólo con un piano y percusión.

En 1982 fue nombrado director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea a iniciativa de Javier Solana. «Nunca tuve un despacho, ni teléfono, ni papel con membrete, ni carteles o publicidad de lo que estábamos haciendo», se quejaba amargamente. «Fue entonces cuando tuve un infarto y lo dejé». El desarraigo lo llevó a América Latina y después a Canadá, donde compuso Portrait imaginé y Zurezko Olerkia, poema sonoro en el que utiliza un instrumento de madera tradicional vasco (la txalaparta) para hacer cantar a los bosques de Ottawa.

Para entonces ya había iniciado un inesperado y casi inconsciente viaje a las formas musicales del pasado. Sin otro propósito que el de enfrentar la vieja tradición centroeuropea a su propio lenguaje empezó a escribir cuartetos, conciertos y óperas: la primera, El viajero indiscreto, y la última, El abrecartas (que se estrenará en el Teatro Real en febrero), con libreto de su amigo y confidente Vicente Molina Foix. «Hay momentos para todo», se jactaba De Pablo, que en plena pandemia recibió el prestigioso León de Oro de Música de la Bienal de Venecia en reconocimiento a toda su carrera. «También he aprendido a componer en el avión. Le advierto que un viaje a Japón da para el primer movimiento de una sinfonía. Claro que el silencio del estudio no tiene precio. Y eso requiere un doble cristal». ¿Antibalas? «Antirruido, hombre, antirruido. Aunque podría ser, pues le confieso que la vida del compositor no es nada fácil». 

BENJAMÍN G. ROSADO
El Mundo

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