13/4/2021 |
https://www.lavanguardia.com/cultura/20210412/6643657/baudelaire-carta-wagner-musica-reto.html
A inicios de 1860, Charles Baudelaire, el profeta de la poesía moderna, acude al Teatro Italiano de París a escuchar fragmentos de diversas óperas de Richard Wagner: Tannhäuser , Lohengrin , El Holandés Errante y Tristan e Isolda. En el podio se sitúa el propio compositor alemán. El poeta francés queda impresionado y le escribe una carta digna de un auténtico fan. Pero no adjunta su dirección. ¿Por qué? En la posdata explica sus razones.
El autor de Las flores del mal ya es por entonces un pionero de la crítica musical, avergonzado de sus compatriotas que van a la ópera a pasarlo bien y no entienden que Wagner, que un mes después estrena Tannhäuser en el Théâtre Impérial de l’Opéra, les exija concentración, apagar las luces del teatro y no usar la ópera como pretexto para pelar la pava en el antepalco.
Quince años antes de enviar esa carta, el poeta francés ha comenzado a consumir hachís, ha experimentado los primeros síntomas de la sífilis –incluido un intento de suicidio– y se ha dedicado a la crítica de arte. Publica Le Salon elogiando a pintores por entonces aún no muy mainstream , como Delacroix y Manet. Y en lo que a crítica musical se refiere, Wagner es para él la síntesis de un arte nuevo.
Tannhäuser desencadena un escándalo similar al de Hernani de Victor Hugo, tres décadas antes. Baudelaire publica en la Revue européenne su estudio Richard Wagner et Tannhäuser à Paris . Han pasado pocas semanas desde que enviara la misiva de agradecimiento...
“Quiero decirle que le debo el mayor gozo musical que jamás haya experimentado”, le escribe a Wagner en una nota que conjuga el arte y el pensamiento de dos figuras clave de la segunda mitad del siglo XIX europeo, dos creadores cuya reflexión va más allá del drama, la poesía o la música misma.
“A mi edad –le comenta– apenas atrae ya escribir a los hombres célebres y habría dudado mucho en testimoniarle por carta mi admiración si mis ojos no se tropezaran cada día con artículos indignos, ridículos, en los que se hacen todos los esfuerzos posibles por difamar su genio. No es usted, señor, el primer hombre con ocasión del cual haya tenido yo que sufrir y avergonzarme de mi país”.
Más aún: “Al principio me pareció que conocía esa música y, al reflexionar más tarde, comprendí de dónde provenía este espejismo. La reconocía como todo hombre reconoce las cosas que esté destinado a amar”. Baudelaire se lo confiesa: lo que principalmente le chocó fue la grandeza... “Por todas partes hay algo de arrebatado y de arrebatador, algo que aspira a ascender más arriba, algo de excesivo y superlativo. Por ejemplo, y sirviéndome de un símil tomado de la pintura, supongo ante mis ojos una vasta extensión de un rojo sombrío (...) Una vez más, señor, le doy las gracias; usted me ha restituido a mí mismo y a lo elevado, en un momento bajo”.
Y a modo de posdata añade: “No le adjunto mi dirección, no vaya a creer que tengo algo que pedirle”.
M. CHAVARRÍA
La Vanguardia