Christoph Eschenbach: “La orquestación de Iberia funciona muy bien”
2/7/2004 |
Convertido en figura de referencia de la dirección actual, Christoph Eschenbach (Breslau, 1940) clausura el 4 de julio el Festival de Granada junto a la Orquesta de París. El maestro alemán, también titular de la de Filadelfia con la que acaba de actuar en gira por nuestro país, es reconocido por su apuesta por el repertorio contemporáneo. Así, acude a la cita andaluza con la versión orquestal de la Iberia de Albéniz y la Sinfonía Lírica de Zemlinsky.
Poco a poco, sin sobresaltos ni alharacas, cruzados los sesenta, Christoph Eschenbach (Breslau, 1940) se ha convertido en una de las figuras de referencia de la dirección sinfónica actual. Con un pie en la Orquesta de París, con la que cerrará el Festival de Granada, y otro en la de Philadelphia, el maestro alemán, reconocido por su apuesta por el repertorio contemporáneo, se encuentra en un momento dulce. Muy elegante, tímido en sus actitudes, cuenta con una excepcional experiencia de más de cincuenta años en los escenarios, desde su debut a los 10 como pianista. Todavía su nombre es relativamente conocido en España y, para algunos, su apellido sigue vinculado a sus espléndidas colaboraciones discográficas con Fischer Dieskau. Sin embargo ha sido titular de formaciones de indudable prestigio como la Tonhalle de Zurich, la Houston Symphony o la NDR de Hamburgo.
Al poco de llegar a la capital francesa, hace cinco años, ofrecía una amplia entrevista a EL CULTURAL. Ahora valora esta etapa como “una experiencia maravillosa. Durante estos años hemos podido abrir a la orquesta a muchos jóvenes músicos de gran talento. Y eso que hemos vivido en la dificultad de no disponer de un auditorio en condiciones. La Sala Pleyel, donde históricamente estuvo ubicada la Orquesta de París, está en remodelación y no disponemos de sede propia. Nuestras apariciones en el Teatro de los Campos Elíseos o en el Châtelet son ocasionales. Hemos ido a un antiguo teatro de variedades, la Sala Mogador, reconvertida para conciertos, pese a que dispone de una acústica peculiar. Allí tenemos la sede durante 7 meses al año, por lo que en épocas como diciembre no tenemos opción ni para ensayar. Pero con todas estas dificultades, la orquesta está muy fuerte y nada desmoralizada. Hemos hecho progresos en todos los niveles y los registros se han balanceado en su calidad.
–Sorprende que eso suceda en una ciudad como París.
–Comparado con lo que ha pasado en España en los últimos diez años, donde se han construido 12 salas espléndidas y nuevas, cada una mejor que la otra, qué quiere que le cuente. En el terreno musical, España es un ejemplo increíble. En la mayoría de las orquestas del mundo se dan cuenta que el siglo XXI necesita otro tipo de sala. Hasta Hamburgo, que ya disponía de un auditorio estupendo, está construyendo una nueva que se abrirá en 2008. En París da la sensación de que todo esto da igual.
–¿Cómo consigue superar los problemas de balance?
–Gracias a mi imaginación y a la de la orquesta. Con la idea positiva de evitar el bloqueo y equilibrar el balance que, sin una referencia continua, se puede perder. Cuando visitamos hace poco el Carnegie Hall de Nueva York obtuvimos un enorme éxito porque se pueden percibir los resultados y eso es gracias a la imaginación. Es casi un milagro.
Problemas de público
–Y es de suponer que habrá problemas de público.
–Es lógico que se resienta el público porque la Sala Mogador es un teatro muy incómodo. El 2º balcón no tiene aire acondicionado con lo que la gente, hacia el final de la primavera, se asa. Y eso que hemos hecho una programación interesante: dedicamos un ciclo a Berlioz, coincidiendo con el bicentenario, que recogió lo más importante de su repertorio; se programa mucha música contemporánea. En general ha ido bien. La temporada próxima, sin embargo, debemos luchar contra la pérdida de público y vamos a apostar por ciclos más conservadores incidiendo en Beethoven y Brahms. Pero, si quiere que le sea sincero, no estoy demasiado seguro de que tenga resultados positivos para un público que está incómodo con el local. Yo quiero hacer todo lo posible por construir un nuevo público. Pero deber ir junto con el lugar y la orquesta. Si uno de ellos es mediocre, no se puede hacer demasiado.
–En Granada usted interpretará la versión de Francisco Guerrero de algunos números de Iberia.
–Conozco Iberia muy bien. Es una obra formidable. La estudié hace años porque amo España –tuve una casa en Canarias– y me gusta mucho Albéniz.. La transcripción de Guerrero está muy bien hecha. Creo que es la primera vez que se hace todo el ciclo de sus orquestaciones y, personalmente, es muy atractiva.
–Sinceramente ¿puede funcionar una versión orquestal de una obra tan pianística como Iberia?
–¿No funciona Cuadros de una exposición en la versión de Ravel? Hace poco hicimos Gaspard de la nuit en versión de Marius Constant y funciona. O el Cuarteto con piano de Brahms en la orquestación de Arnold Schoenberg.
–También hará la Sinfonía Lírica de Alexander von Zemlinsky.
–Zemlinsky era contemporáneo de Schoenberg que prefirió no seguir el dodecafonismo. Esta sinfonía es como La Canción de la Tierra de Mahler o la Décimocuarta de Shostakovich muy grande para las voces que, en el caso de Granada, (Melanie Diener y Matthias Goerne), son estupendas. Adoro trabajar con los cantantes desde mi juventud. Grabé todos los lieder de Schumann con Fischer Dieskau. Todavía sigo tocando el piano en música de cámara o en recitales con cantantes.
–¿Cómo camina su experiencia con la Orquesta de Philadelphia?
–Es una orquesta sensacional y con la nueva sala inaugurada ha cambiado la mentalidad. Me siento muy feliz con mi trabajo. Claro que hay diferencias entre América y Europa, y en el caso de las que dirijo tienen su propia personalidad con una historia importante. Pero mi concepto es similar y la programación tiene puntos comunes. Las orquestas si quieren ir con los tiempos deben tener una visión más amplia del repertorio y adaptarse a modelos más flexibles. Se debe ampliar hacia el siglo XX y la gente viva. La música que se hace ahora es más interesante que nunca.
–Su faceta como pianista habrá sido muy útil para el director.
–Siempre he dicho que me fue muy útil conocer todas las sonatas de Beethoven porque me ayudó a la comprensión de sus sinfonías lo mismo que mi experiencia con las canciones para piano de Schumann y Schubert. Pocos directores tienen ese privilegio que ayuda mucho en la comprensión sinfónica.
Sensacional orquesta
–¿Cómo es su relación con el mundo de la ópera?
–No dirijo muchas. En Houston hacía una por año. Ahora voy a llevar a cabo una nueva producción en Chicago de Don Giovanni con motivo de la celebración del cincuentenario de la Lyric Opera. El montaje es de Peter Stein, y el reparto es muy bueno con Bryn Terfel, Karita Mattila, Susan Graham. En París, en 2006, voy a hacer la Tetralogía completa en montaje de Robert Wilson para el Châtelet. También en la Staatsoper de Berlín dirigiré Lear de Aribert Reimann con Peter Mussbach. Mi relación con la ópera es muy especial porque no hago muchas producciones. Entiendo que el equipo de trabajo debe formarse desde el principio y hay que tener tiempo. La primera función de Don Giovanni en Chicago es el 16 de septiembre y voy a estar desde el 15 de agosto. Llevamos hablando de este proyecto desde hace cuatro años y hemos hecho la distribución entre Peter y yo. Lo mismo en el caso de Mussbach y el Lear. Montaremos el reparto conjuntamente.
–La Tetralogía de París, ¿parte de la de Zurich?
–Sí, aunque Bob Wilson va a cambiar bastantes cosas. La distribución es nueva y hemos cuidado mucho la selección de los cantantes.
Luís G. Iberni
El Cultural