Mirella Freni: “Me indigna que los jóvenes no sepan esperar”
7/5/2004 |
La soprano Mirella Freni es una de las grandes figuras de la lírica. Considerada un modelo de honestidad, cuenta con una trayectoria llena de éxitos en los principales teatros del mundo. Ahora, en una única aparición, visita nuestro país para ofrecer un recital el próximo miércoles en el Teatro Cervantes de Málaga. Junto al pianista Ronald Schneider, interpreta un programa compuesto por obras de Mascagni, Alfano, Massenet y Chaikovski, compositor al que ha dedicado un amplio esfuerzo en su última etapa. A punto de cumplir cinco décadas de carrera, en una demostración de sorprendente longevidad, Mirella Freni ofrece una entrevista con El Cultural donde repasa los momentos culminantes de su vida artística.
Pocos artistas han mantenido el pabellón de la lírica tan alto como Mirella Freni. Esta soprano italiana –cuyo verdadero apellido es Fregni–, nacida en Módena, en la región de Emilia Romagna, parece haber encontrado el don de la eterna juventud. A cualquiera que se enfrente a sus contadas apariciones, le resultará imposible constatar que es la misma que debutó con la Micaela de Carmen en 1955. Al borde de los cincuenta años de carrera y de los setenta de edad, muestra una frescura vocal sólo propia de los elegidos, capaz de afrontar Fedora de Giordano con Plácido Domingo en junio en la Scala o de asumir el estreno de La doncella de Orleáns de Chaikovski en Estados Unidos.
Mirella Freni ha estado ligada a España donde ha brindado momentos gloriosos. Cuenta en su haber con apariciones en todos los grandes coliseos donde su nombre está grabado en oro. Ahora recala en Málaga junto al pianista Ronald Schneider. Esta mujer tímida, correcta en extremo, a la que le resulta imposible decir una mala palabra de nadie, ha legado momentos únicos que el disco –oficial o pirata– ha registrado para la eternidad.
Y es que con casi cinco décadas a su espalda y frente algunas colegas que se han quedado ancladas en el pasado, Freni ha sabido adaptarse a la evolución que ha experimentado este género: “Es bueno que haya cambiado” afirma a EL CULTURAL, “que la gente que quiera pueda ir sin preocuparse de tonterías. La ópera cuesta mucho y su democratización da la posibilidad de abrirse a todo el público. Eso no quiere decir que no haya que mantener una elegancia en su presentación porque se puede correr el riesgo del ‘todo vale’ por el público. Está bien que se divulgue pero siempre que no pierda la verdadera atmósfera que demanda el arte”. Y añade: “ya no me acuerdo cuándo hice mi primera ópera subtitulada (se ríe), pero este sistema ha ayudado mucho a dar a conocer esas óperas que no se han hecho antes. La gente entiende qué dicen los intérpretes, el público se ha abierto, se ha hecho más curioso porque quiere saber qué pasa.
–Después de la experiencia con Eugenio Oneguin y La dame de Pique (ambas grabadas), ahora se ha empeñado en La doncella de Orleáns, también de Chaikovski.
–Me gusta mucho la música rusa aunque sólo cuando es bella. La verdad es que afrontar una ópera cuyo idioma no dominas no es fácil, pero si estudias con la gente adecuada y trabajas duro para comprender la letra y pronunciarla adecuadamente, el resultado suele ser satisfactorio. Una buena técnica vocal ayuda también en la pronunciación. La mayoría de mi repertorio está en italiano, que resulta más fácil porque es mi lengua. Cantar en otro idioma, en este caso tan lejano como el ruso, requiere de una pasión especial, repetir mucho, dedicar tiempo y no sólo a tu papel, sino que hay que relacionarlo con los otros, a quienes debes entender para actuar escénicamente según te pide el texto.
–Resulta inevitable preguntar por el secreto de su técnica.
–(Con aplomo) La técnica no es ningún un secreto. Todo está enseñado. Viene de un trabajo inicial de búsqueda para, después de encontrarla, fijarla en tus cuerdas. Luego hay que adaptarla a tus características para que puedas afrontar tus papeles sin pensar en ella. Como he hecho una carrera larga, he tenido fallos. La espero acabar bien porque no quiero estropear la memoria del pasado con un final erróneo.
El físico y la voz
–¿Cuántas equivocaciones habrá visto en sus colegas?
–Es que la gente no se da cuenta de que no es sólo la voz, sino también el físico. Cuando eres joven cuentas con una serie de posibilidades, que hay que cuidar. Debes estudiar, sopesar. Un principio básico para esta carrera es entender que todo, absolutamente todo, requiere su tiempo. Me indigna que jóvenes con voces bellas no sepan esperar y se lancen a unos repertorios equivocados cuando aún no disponen de técnicas completas o de un físico que no se ha desarrollado. Cuando uno es joven se siente bravo y, aparentemente, parece que puedes, pero a la larga se paga. ¡Hay que tener coraje para decir no! La inteligencia, como en todo, va por delante.
–Antes hablaba de sus errores.
–Sí. Quizá mi mayor equivocación fue una Traviata que hice muy pronto, en la Scala. No es que fuera mal, pero debería haber esperado. Estaban todas las notas, pero.... Mi otro gran error fue Ernani, también en la Scala y que se grabó en disco. Me di cuenta que este Verdi joven planteaba demasiados problemas para mi legato –lo que más amo de mi voz–, que podría resentirse.
–Su agenda sigue llena.
–La verdad es que no sé cuánto voy a dar de mí. Me llaman y si creo que puedo afrontar el riesgo lo hablamos. Cuando era joven planificaba con cuatro o cinco años. Ahora, apenas con uno o, a lo sumo, con dos. Porque yo quiero estar y retirarme a la altura de mi prestigio.
–Entre las óperas que usted ha cantado las hay con fama de dañinas.
–Hay muchas obras que no están bien escritas, sobre todo en el verismo. El bel canto, en general, es menos peligroso. No es ningún secreto que hay obras que matan la voz. Pero no son las que canté yo o al menos las hice de tal modo que no pudieron con ella (se ríe). Hay que saber asumir el repertorio adecuado en cada momento de tu vida. He trabajado con buenos directores y eso es una ventaja porque han sabido amoldarse a mis características. La verdad es que con esos fosos tan amplios a veces te enfrentas con un centenar de profesores que parecen una muralla sonora. Y es que no todo el mundo tiene la potencia de la Nilsson (Birgit).
–Usted trabajó mucho con Karajan que también tenía fama de matar voces.
–(Se ríe). Pues nada menos que veinte años de colaboración y, a las pruebas me remito, a mí no me mató. Pero es verdad que yo tenía la suficiente confianza, y valor, para decirle a veces que no, cuando me pedía papeles que no eran adecuados. Pero es verdad que, desde el foso, te ayudaba directamente. ¡Cómo manejaba la orquesta y la dulcificaba para no taparnos!
–Y ¡esos tempi tan lentos!
–Cuando cantas con grandes directores a veces lo hacen más lento de lo habitual pero si tienes técnica se supone que puedes. En esto, muchas veces no es culpa del maestro sino del cantante porque si no tienes técnica, ¿para qué te metes?
Espíritu autocrítico
–¿Qué opina de sus discos?
–Nunca los escuché una vez grabados. Y ¿sabe por qué? Porque no quería pensar: ¡Cómo no cambié esto o lo otro! No me gusta sufrir. Soy muy autocrítica porque entiendo que todo se puede hacer mejor.
–Y, ¿de los piratas?
–En estos tiempos en los que vivimos no se sabe ya qué está bien o mal. Cuando los han hecho debe ser que les gusto. Yo no voy a perseguirlos por eso (se ríe).
–¿Guarda algún recuerdo especial de sus registros?
–No soy una nostálgica. Miro siempre delante. Lo que pasó, pasó. Es que he hecho tantas cosas. Ahí están La bohème con Karajan, con Thomas Schippers, Don Carlo con Karajan en Salzburgo, el Requiem de Verdi, Butterfly con Luciano (Pavarotti). No siento que me hayan cambiado nada porque siempre tenía la mira puesta en hacer cosas nuevas.
–¿Cómo enfoca su carrera al final?
–Hago muy pocas óperas. Mi carrera operística actualmente apenas se centra en dos papeles Fedora de Giordano y Juana de Arco (de La doncella de Orleáns) de Chaikovski. Son las únicas obras que hago. No sé si cantaré alguna más. Ofrezco recitales y conciertos, además de muchas clases porque me divierte enseñar. De hecho, en cuanto deje de cantar quiero ayudar a los jóvenes con afecto y disciplina.
–¿Quiere enseñarles los secretos de la longevidad?
–No quiero mostrar nada. Sólo ayudarles a encontrar las posibilidades de su voz, su musicalidad. No quiero crear otra Freni. Cada uno tiene su personalidad. Quiero trasladarles lo que yo sé de la técnica para mejorar sus posibilidades... siempre y cuando estén las voces, claro.
Luís G. Iberni
El Cultural