Temporada atípica la que presentó ayer la OBC para 2016-17. Afortunadamente atípica, con un repertorio sinfónico variado que sólo cae en Beethoven para ofrecernos –¡bien!– la 7.ª Sinfonía, y que se permite guiños a la modernidad y propone programas singulares. Kazushi Ono se mostró ayer muy animado al presentar su segunda temporada como titular, aunque sus prometidos ocho programas se han quedado en siete: “El curso siguiente podré volcarme aún más”, dice el también titular de la Orquesta de Tokio.
De entrada, Valery Gergiev será director invitado en un proyecto especial como es unir a la OBC y la orquesta del Mariinski en la interpretación de la gigantesca 4ª de Shostakóvich, lo que para la OBC supondrá un reto, pues será su debut en esta pieza. Eso sucederá el 28 y 29 de enero, en una suerte de festival Gergiev, pues el 27, dentro del ciclo Ibercamera, el director del Mariinski ofrecerá en concierto, en L’Auditori, el tercer acto de Tristán e Isolda. ¿Con qué voces solistas?, se preguntarán ustedes tras la mala fortuna del 2015 en el Liceu, cuando los de San Petersburgo estuvieron insuperables en este Wagner pero mal secundados en lo vocal. Pues bien, serán la soprano holandesa Eva-Maria Westbroek y el tenor ruso Mikhail Vekua.
Pero volvamos a la próxima temporada de la OBC y sus singularidades. Y es que en algunos de los programas, la Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya huye de ceñirse al esquema de siempre –obertura, concierto y sinfonía– para ofrecer por ejemplo al Wagner más sinfónico (en febrero) o el Bach más sinfónico (abril), con preludios, corales, toccatas, passacalgia... y fugas orquestadas por especialistas como Schönberg, Elgar, Caillet o Respighi. En lo que hay que quitarse el sombrero es, no obstante, en la pasión que muestra la orquesta por el repertorio del siglo XX y XXI. No solo se lanza a tocar la 5ª de Nielsen, sino que lo hace en un programa que incluye Sibelius y Arvo Pärt, dirigido por el estonio Kristijan Järvi (hermano de Paavo). Y su confianza en el público no acaba aquí: ha invitado a un maestro especializado en contemporánea como es el estadounidense Steven Schick, que ya la dirigió en el Grec. En el atril, Common Tones in a simple time de John Adams, más el Concierto para violín num. 1 de Philip Glass, y la Sinfonía 4 Los Ángeles de Pärt. Y bueno, recordemos que la formación abrirá el Sónar 2016 con una obra de John Luther Adams reconocida en los Grammy y con un Pulitzer 2014.
Y se podría seguir destacando apuestas poco convencionales, como ese proyecto del violinista y director Daniel Hope, que lleva un tiempo interpretando la versión de Max Richter de las Cuatro estaciones de Vivaldi. O la rentable apuesta por las bandas sonoras –se proyectará Titánic y El señor de los anillos–, que esta vez contará con el greco-francés Alexandre Desplat dirigiendo fragmentos de sus músicas ( Godzilla, El Gran Hotel Budapest, La guerra de las galaxias).
Ni siquiera Kazushi Ono asumirá un programa previsible, seducido como está por los compositores bisagra, a caballo entre el romanticismo y la contemporaneidad: tocará la 2.ª de Mendelssohn (precedida por el Lobgesang de Fanny Mendelssohn) y la 2.ª de Brahms. Hará el Wagner y el Réquiem de Verdi –durante el cual ha accedido a que se proyecte un mapping en las paredes y el techo de la sala Pau Casals de L’Auditori–, y tocará dos Mahler –la sinfonía Titán– y un Rajmáninov, así como la 6.ª de Shostakóvich. Todo ello sin olvidarse de los catalanes: de hecho inaugura la temporada con Héctor Parra, aún en residencia, y ha programado una obra del joven Fabià Santcovsky, barcelonés recién salido de la Esmuc a quien el maestro descubrió en el concurso Takemitsu de Tokio.