Davide Livermore es un torbellino. Gesticula, enfatiza cada frase y saluda a todas las personas que le rodean mirándolas directamente a los ojos. El regista turinés ha asumido la dirección artística del Palau de les Arts con naturalidad y sin sombra de duda. Las delicadas circunstancias que han rodeado el cese de Helga Schmidt –precipitado por una imputación judicial– no le arredran. «Estoy convencido de que lo que ha ocurrido no va a afectar al teatro a nivel artístico, y que ninguna gran figura va a negarse a venir por ello». También dedicó unas palabras a la exintendente: «Es una mujer increíble que ha sabido situar este teatro entre los mejores del mundo en solo diez años».
En su primera comparecencia ante la prensa después de su nombramiento, Livermore avanzó cuáles serán las líneas generales de su gestión. En cuanto a la programación de la Sala Principal –que Schmidt dejó firmada hasta diciembre de 2015–, el director italiano habló de su voluntad de ampliar el repertorio del teatro con piezas tardo-barrocas, un periodo musical cuyas grabaciones están registrando «un gran aumento de las ventas» en todo el mundo. Por su parte, en el Teatro Martín y Soler, sede del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, ganará presencia la ópera contemporánea.
Uno de los objetivos más apremiantes del italiano es el de encontrar un director musical para la orquesta. «No es fácil, porque muchos tienen la agenda completa hasta 2017, pero quiero solucionarlo muy rápido». Concretamente, el turinés quiere contar con él (o ella) antes de las audiciones de la orquesta, previstas para el mes de junio.
Livermore tiene por delante unas semanas muy ajetreadas, teniendo en cuenta que quiere compaginar la gestión del teatro con la dirección de escena. Tiene pendiente una conversación telefónica con Plácido Domingo y otra con Zubin Mehta. De esta última llamada –y de las que le sigan– depende en gran parte la vuelta del maestro indio y la recuperación del Festival del Mediterráneo. El director turinés tiene 49 años y tres hijos universitarios que viven en Turín. Es un hombre de costumbres sencillas y se desplaza al Palau de les Arts en moto. «¿Chófer yo? No, gracias».