15/12/2014 |
Nada de grandes teatros de ópera o de orquestas afamadas. Coincidiendo con el décimo aniversario de la orquesta de jóvenes Cherubini, que él mismo fundó, está realizando una gira con estos músicos de 18 a 27 años que, después de inaugurar un nuevo auditorio en Florencia, les ha llevado al histórico conservatorio San Pietro a Majella de Nápoles, donde Muti estudió; a las poblaciones de Foggia y Altamura, en Puglia, con motivo de la reapertura de los teatros históricos Umberto Giordano y Saverio Mercadante; al teatro Petruzzelli de Bari, también en Puglia; al Teatro Ponchielli de Cremona, y al teatro Rossini, de Pesaro, donde culmina este singular recorrido el próximo 16 de diciembre.
La obra básica que interpretan es la Cuarta sinfonía en do menor, D.417, de Schubert, pero los programas se completan con obras de Mozart, Chaikovski, Rossini, Mercadante o Martucci, según los lugares. La gira tendrá una prórroga a mediados de marzo, con la misma filosofía, en Piacenza, Novara y Barcelona, antes de trasladarse director y orquesta a Abu Dabi y Omán. He tenido la fortuna de presenciar la experiencia de Nápoles, y les aseguro que ha sido espectacularmente afectiva. Por razones de espacio, estaba estructurada en dos partes, una a las cinco de la tarde, para estudiantes y profesores del Conservatorio, con una metodología de clase magistral, y la segunda, a las ocho, para público en general y autoridades culturales en particular, en formato de concierto convencional, aunque con entrega por el alcalde Nápoles de las llaves de la ciudad y distinciones por el estilo. Muti se ha negado en rotundo a dirigir en cualquier lugar de Nápoles que no fuese el Conservatorio San Pietro a Majella, a pesar de presiones de todo tipo. También ha sido particularmente distante en sus discursos con la clase política, sobre todo en su falta de proyección educativa en el terreno musical. En la explicación de la sinfonía a los jóvenes se mostró, sin embargo, divertido y relajado. Su facilidad didáctica salió a flote en todo momento. Y su lucidez. Dos horas le llevó explicar una sinfonía de apenas media hora.
Después, en homenaje al Conservatorio partenopeo, dirigió un Notturno, de Giuseppe Martucci, un compositor de Capua, ligado en su tiempo al San Pietro a Majella. En la sala del conservatorio que lleva su nombre, Wagner escuchó el Miserere, de Leonardo Leo, y recientemente se ha celebrado allí un congreso internacional dedicado a Niccolò Jommelli en el tercer centenario de su nacimiento.
Los próximos planes de Muti en Italia pasan por la Italian Opera Academy, unas clases magistrales para directores de orquesta y colaboradores en Rávena, durante los ensayos de Falstaff, de Verdi, el próximo julio. El retorno a las raíces y la vocación pedagógica saltan a cada instante. No sé si como titulaba hace unos días el Corriere della Sera, Riccardo Muti es el “più grande direttore vivente”. Lo que sí está fuera de dudas es que ha comprendido como nadie el papel comprometido y social del director de orquesta en el siglo XXI.
Juan Ángel Vela del Campo
El País