Diego Martín Etxebarría (Bilbao, 1979) se suma a la cada vez más extensa lista de directores de orquesta españoles –Juanjo Mena, Pablo González, Josep Domenech Caballé, Pablo Heras, Guillermo García Calvo–, que están haciendo carrera internacional. Depués de unos primeros pasos, con «La flauta mágica» de Mozart en la Kleines Haus de Dresde, «Rita» de Donizetti en el Volksbühne de Berlín, y la «La bohème» en el Teatro de la Ópera de Augsburg, además de la gira que realizó hace unos días por Suiza al frente de la Camerata Variabile de Basel, el joven maestro vasco se presenta este domingo en la Staatsoper de Berlín –de la que es director musical Daniel Barenboim desde 1992– donde estrenará dos óperas contemporáneas –«Die Verwandlung» y «Die Blinden»– del compositor Paul-Heinz Dittrich. «Seguro que Barenboim no sabe ni que voy a dirigir, porque al cabo del año pasan muchos directores por allí», bromea este director vasco que asegura que este nuevo escalón en su carrera es fruto de una trayectoria «pasito a pasito», desde su debut profesional con la Sinfónica de Bilbao en 2009, y del boca a boca.
Martín Etxebarría reconoce que todavía existen muchos prejuicios respecto a la música más reciente por parte de aquellos que prefieren un repertorio más tradicional, prejuicios que también afectan al propio género. «En cuanto tu antepones a un título el nombre de ópera, la cantidad de público se reduce a la cuarta parte. Si utilizas la palabra musical, todo el mundo irá a verlo». ¿Y qué diferencia hay estructuralmente entre ‘Los miserables’ y ‘Tristán e Isolda’?. Al final es una obra teatral con música. Es cierto que hay musicales malos, pero también hay ópera mala».
Vocación de director de orquesta
Desde muy pequeño tuvo claro que quería ser director de orquesta. Con esa idea llegó, con apenas 10 años, a la escuela de música de su pueblo, «de 9.000 habitantes. Todos se rieron», recuerda el músico vasco, que confiesa su inmensa admiración por directores como Carlos Kleiber. «Lo que más me gustaba de él es que no estaba obsesionado con los brazos, algo que sucede hoy. Era una persona con las ideas musicales muy claras y los brazos las seguían». Fanático de ver vídeos de grandes directores, además de seguirlos en algunos ensayos, destaca que siempre le ha llamado la atención su silencio. «Abbado tenía una técnica extraordinaria con las manos. Era capaz de decirlo todo sin hablar».
Martín Etxebarría, que no procede de una familia de músicos, tenía 13 años cuando vio su primer concierto en vivo, antes los siguió a través de la televisión. «Y me parecieron un espectáculo alucinante. Un montón de gente sobre un escenario... y ver cómo sonoban». Su primer gran contacto en directo, «después de ver la banda de mi pueblo», matiza, fue con la Sinfónica de Bilbao. «que recuerdo interpretó la ‘Pastoral’ de Beethoven».
Amigo y compañero de David Afkham
En una cafetería de Madrid, el músico vasco va desbrozando las razones que han encaminado sus pasos hacia Berlín, hoy por hoy la meca (ante los era Viena) de cualquier director. Confiesa que lo que más le atrae de coger la batuta es organizar a mucha gente, de ahí su pasión por la ópera. «También me gusta el foso porque pasas desapercibido». En ese punto, en el que la música es la principal protagonista, confluye con otro joven director, el nuevo titular de la ONE, David Afkham, con el que compartió aula en Weimar. «Somos buenos amigos», afirma. Y recuerda aquel primer día de prácticas: «Él fue el primero en dirigir –la ‘Tercera’ de Brahms– y pensé 'qué bien he hecho en venir a Alemania, qué nivelazo', pero, claro, no eran todos así. Era él».
Después de estudiar tres años en Barcelona, Martín Etxebarría decidió marcharse a Alemania para ampliar su formación (Weimar y Dresde) pues en España «los estudios de dirección todavía no están normalizados. Allí en Alemania, desde hace muchos años, los conservatorios tienen convenios con orquestas de alrededor, lo que te permite practicar. Y al final un director necesita tener contacto con el instrumento». Y esto se complica aún más si hablamos de ópera. «No hay recursos todavía en España para cubrir esto».
Algo que decir
Principal director invitado de la Orquestra Filharmònica de Cambra de Catalunya y del Ensemble der Sächsischen Gesellschaft für Neue Musik en Dresde, con 35 años ya no se puede subir al tren de los jovencísimos directores de orquesta que en los últimos años se han convertido en una moda, «y al final todo es un mercado», matiza Martín Etxebarría. «Hoy es normal que la gente empiece a estudiar dirección a los quince años. Sin embargo, para mí es importante haber desarrollado antes una carrera como instrumentista, porque si empiezas antes a dirigir ¿qué tienes en la cabeza?», reflexiona el director vasco, que considera que la enseñanza de la dirección de orquesta «está degenerando cada vez más, y solo se preocupa de los que haces con los brazos, y no tanto de qué es lo que vas a decir».