Joaquim Molins ocupa desde hace siete meses este reforzado cargo de presidente del patronato del Liceu que hasta ahora había sido honorífico y rotatorio. Se le encomendaba una tarea básica en tiempo de crisis: captar mecenazgo, sacar dinero de debajo de las piedras, hacer viable el proyecto del Gran Teatre. Pero las circunstancias han querido que al político y empresario barcelonés le hayan crecido unos cuantos enanos: tenía que ejecutar un par de EROS, el de septiembre y el que estaba previsto para julio pero que justo ahora acaba de abortar; tenía que nombrar director general, finalmente Roger Guasch, que acaba de ocupar su puesto en un modesto despacho junto al de Molins; tenía que hacer virguerías ante el recorte institucional… pero además hubo que lidiar con la inesperada marcha del director artístico, Joan Matabosch, el grito de alerta del director musical, Josep Pons, o el reciente anuncio de José Luis Basso, que prevé dejar el Liceu para dirigir los coros de lo Ópera de París.
¿Se imaginaba cuando lo aceptó que supondría tanto trabajo su puesto no remunerado?
-Me imaginaba que la cosa no sería sencilla, y menos para alguien como yo que lo asumo todo como si me fuera la vida en ello. Quizás la cosa estaba más liada de lo que pensaba. Había un cierto agotamiento de todo, porque un año de vacas flacas lo aguantas, pero el segundo ya es peor, has quemado parte de las defensas. Aquí llevábamos cinco, y con un director general que estaba también muy gastado. Aún así, en la reunión del patronato el pasado día 4 manifesté que aunque pareciera imposible, les estoy muy agradecido por el nombramiento. Me encanta esta responsabilidad en una institución tan preciada en Catalunya. Desde muy pequeño que he venido al Liceu, me gusta mucho cantar, y sé lo que significa esta casa para la sociedad, cosa que no siempre se comprende. Las instituciones no lo valoran lo suficiente y quizás en parte es culpa del Liceu.
¿Quiere decir que el Liceu no se ha hecho valer?
-Exacto. Las administraciones tienen que justificar el dinero que dan y nosotros tenemos que ser conscientes de ello y dedicar un cierto esfuerzo a explicar a la gente lo que hacemos, recordar por qué interesa en la ciudad tener un teatro como este. Hoy el Liceu no está lo bastante valorado.
Pues usted ha tardado mucho en hablar. ¿Necesitaba un mayor respaldo de las administraciones para hacerlo?
-Estando como estaba todo abierto no tenía ninguna noticia que dar al respeto. Ahora ya estoy descansando porque tenemos un director general y un mecanismo por nombrar un director artístico.
¿Confía en esta nueva predisposición en positivo de las administraciones, que aseguran que harán lo imposible por estar ahí?
-Es una predisposición matizada. Ellos mismos nos advierten de que no tenemos que esperar respuesta sólo por su parte. Necesitamos un mayor impulso de los mecenas y de los ahorros internos. Y ser más eficientes. Ese es el encargo que le hemos dado al director general, Roger Guasch, para los próximos tres meses.
Esta cifra de 45 millones de euros de presupuesto que se ha fijado el Liceu, ¿es la brújula de una nueva hoja de ruta o un límite en lo que se aspira sí o sí?
-Es más una brújula que una cifra concreta. Para este año, con 41 o 42 millones tendríamos bastante, porque por desgracia ya hemos hecho el ERE, el ahorro ya se ha producido y la temporada será más barata. Pero hay que decir que estamos digiriendo muy bien este inicio de temporada con conciertos, con buena acogida, vendiendo por encima de lo que habíamos previsto y alcanzando ocupaciones del 90% que son bastante extraordinarias.
¿No le parece que eso obedece a que el público quiere estar en momentos difíciles al lado del Liceu?
-Lo parece, sí, por la actitud y los aplausos. O también podríamos decir que el modelo no es tan… no es tan inesperado. Para quien gusta más del canto que de la puesta en escena, el concierto tiene una parte muy bonita.
Es cierto que los cuerpos artísticos de Bayreuth del año pasado eran otra cosa, pero estamos hablando de la segunda temporada consecutiva abriendo con conciertos... ¿No le parece deslucido?
-Y costaron una fortuna los de Bayreuth, dicho sea de paso. El Liceu tiene la ventaja de que es un teatro muy antiguo con costumbres muy arraigadas pero en el que los comportamientos del público van cambiando. Y nosotros vamos aprendiendo por dónde caminar. No nos engañemos, la gente sigue pidiendo ópera, pero ante las necesidades se ha tenido que hacer un ERE. Un ERE que yo lucharé con todas mis fuerzas para que no se tenga que repetir porque tiene un coste a nivel personal demasiado duro, especialmente sobre una gente cuya colaboración en positivo es fundamental para la calidad del producto que fabricamos.
Es un estado de ánimo, sí.
-Exactamente. Y juega un gran papel en la calidad. De ahí la decisión que se tomó el pasado viernes. Usted me pregunta si tiene mucho de "wishful thinking". Pues mire, no es una esperanza infundada, está bien clasificada y por eso podemos afirmar que muy probablemente con millón y medio o dos millones más de lo que hoy disponemos podríamos cumplir con la temporada sin hacer el ERE de julio y que probablemente podríamos alcanzar los 45 millones a partir de la temporada 14-15.
No tendría que contribuir más el Ayuntamiento de Barcelona siendo una de las pocas administraciones que están saneadas?
-El Ayuntamiento es quien más cumple en términos de porcentaje, ha pasado del 10% al 14%, pero aporta exactamente lo mismo que antes. La Administración que sube en porcentaje lo ha hecho porque otras han disminuido su aportación, así que hablar de porcentajes no deja de ser un engañabobos para el Liceu, porque nosotros no pagamos en porcentajes. Ahora bien, el Ayuntamiento alega que tienen un pacto con la Generalitat a la hora de repartirse responsabilidades. De acuerdo, yo no sé a quién le corresponde la del Liceu pero que vigilen porque eso no está funcionando. Creo que hay que decirle al Ayuntamiento hasta qué punto la ciudad necesita de este teatro y recordar que es mucho más fácil mantener una cosa que ya existe que crear otra nueva que la sustituya.
El Ayuntamiento ha invertido en el Born y ahora ha destinado cinco millones de euros al Museu de les Cultures... ¿le parece que las prioridades son desacertadas?
-Es muy relativo decir que no tienen dinero. Al final lo tienen, pero hacen política a la hora de destinarlo a unas cosas y menos a otras. Lo que puedo decir es que es difícil encontrar en el ámbito cultural un euro mejor dirigido que el que se destina al Liceu, un teatro que ya tenemos y que es puntero a nivel mundial. Y difícil de sustituir.
El Liceu tiene pendiente el acercamiento al turismo. ¿Ha hablado ya con los hoteleros?
-Sí, ya hemos tenido este contacto. Probablemente hay que hacer más política en los mercados emisores que cuando ya están aquí, porque el turista ya tiene decidido qué hará y las reservas de espectáculos de ópera son más difíciles. Luego está el tema de los cruceros, que es complicado porque prácticamente no pasan ninguna noche en la ciudad y se tendrían que cambiar muchos hábitos. Además, es un turismo que puede que se estuviera gastando lo mismo en una semana de crucero que con una entrada en el Liceu, y la ópera no siempre es un producto que gusta a un público general. Eso sí, en circuitos especializados ya figura el Liceu, cosa que antes no pasaba.
¿Qué se espera de la fundación del Liceu en Nueva York, teniendo en cuenta que la New York City Opera ha tenido que cerrar por falta de dos millones de dólares?
-La fundación se ha fijado un objetivo, pero hasta finales de este año no sabrá con qué cuenta. Es cierto que no estamos en el mejor de los momentos, las fundaciones lo están pasando mal en Estados Unidos, y eso que tienen una ley mucho más beneficiosa fiscalmente y una mayor costumbre social en el terreno de la donación. Dicho esto, lo que está claro es que nuestras administraciones no pueden el mismo año disminuir las subvenciones un 30%, añadirnos el IVA, incrementar la presión fiscal hasta un 50 o 52%, no cambiar la ley de mecenazgo y querer que el mecenas nos pague. Si de verdad quieren sustituir su función, que sustituyan también sus ingresos.
En el proceso de selección del que salió escogido Roger Guasch hubo candidatos que renunciaron al cargo de director general por razones de sueldo, que debe superar los 120.000 euros, ¿no es así?
-Es el mismo que el del anterior director general en el momento de su salida, que era menos que cuando entró. Es cierto, una docena de aspirantes de los 50 que hubo no quiso competir por esta razón. Es lícito. Ha desaparecido la variable, que es una herramienta de gestión en la empresa privada pero que está en desuso en la pública, y tampoco existe la capacidad de blindarse con una indemnización en caso de que se prescinda de sus servicios. Con todo, está el atractivo del servicio público, que lo tiene. Y a Guasch le ha atraído.
¿Qué virtudes le ve al señor Guasch?
-Tiene gran capacidad de ilusión, está acostumbrado a trabajar en sectores en los que hay interlocución con la Administración… y quizás no ha tratado con artistas pero sí con médicos, en cuyo producto también tiene una influencia brutal el estado de ánimo. Y además está acostumbrado a buscar la eficiencia de este tipo de instituciones. No es que lo necesitemos porque estemos en crisis, le necesitamos porque se trata de ser siempre y en cualquier caso más eficientes. Es importantísimo poder usar en las mejores proporciones el dinero, tanto público como privado.
Hay gente que recela del tipo de saneamiento empresarial que puede llevar a cabo... con tendencia a privatizar y fusionar. Se teme que el 'Liceu de tots' acabe de nuevo en manos privadas.
-Pues no sé si eso sería malo. En sus 160 años de vida el Liceu sólo ha contado con ayudas públicas los últimos treinta. No me molestaría nada. Hay que ir pensando en poco a poco ir disminuyendo la parte pública de ayudas. Y de todos modos, el hecho de que el Liceu pueda hacer hoy con 43 o 44 millones lo que antes hacía con casi 60 explica hasta qué punto se ha perdido grasa y hemos puesto musculatura.
¿Está todo solucionado con Josep Pons, que manifestó su inquietud por que se dieran las condiciones para poder tirar adelante su proyecto de mejorar de la orquesta?
-Manifestó inquietud y con razón en un momento en que parecía que todo hacía aguas. Hemos hablado. Dotar de calidad a la orquesta no es un lujo que no podamos permitirnos. Vale la pena hacerlo. Hemos de conseguir que las primeras batutas sigan viniendo a dirigir en el Liceu.
¿Está descartada pues la idea de fusionar la OBC y la Orquestra del Liceu? ¿Y la eventual externalización de los cuerpos artísticos?
-No ha estado nunca sobre la mesa la fusión de orquestas porque eso requiere un estudio más profundo. Nada nos dice que no vayamos a poder seguir adelante. El Plan estratégico que le hemos encomendado al director general no tiene que suponer una fractura tan importante como la de hacer un ERE de dos meses por temporada y tener los cuerpos artísticos parados durante tres meses.
¿Se quiere una estrella de director artístico o a alguien de la cantera? Porque parece que Matabosch se lleva a su número dos, Damià Carbonell, al Real.
-La prueba de que no es necesario salir fuera en busca de estrellas es el propio Matabosch, que es una estrella europea, incluso mundial, siendo como es un producto más propio del Liceu imposible. Por lo tanto, es posible encontrar a uno de casa. La comisión nombrada tiene que trazar el perfil y hacer un llamamiento. Quien se presente con el plan lo más adecuado posible será el que se nombre. Si es catalán, fantástico. ¿Que es del resto de España? Fantástico... ¿Alemán? Ya nos entenderemos.
¿Que Matabosch esté en el Real significa una mayor y más fructífera colaboración?
-El tiempo lo dirá. Ya hemos tenido una importante cooperación, y si al otro lado hubiera habido más comprensión, habría sido incluso mayor. Claro que quizás se debía a que Matabosch la buscaba desde aquí. El mundo de hoy llama a la necesidad de colaborar. Las subvenciones irán disminuyendo por todas partes y no te puedes embarcar en una producción por tu cuenta.
¿Qué piensa hacer ante el hecho que el Real siempre cuente con tres o cuatro millones más del Ministerio que el Liceu?
-Preguntar por qué. Mire, cuando se quiso rehacer el Real, la pregunta que se hacían en el Congreso era si había que tener un teatro como el de Barcelona partiendo de cero. Se decidió que sí. De acuerdo, pero sepa que pienso preocuparme en demostrar que cuando ahora me dan 20 millones ya no me los dan para hacer ópera, porque de esos 20 he de destinar 4 a pagar los intereses de la joroba que ellos me han creado. Por lo tanto, intentaré que eso que se nos ha reducido nos lo vayan devolviendo poco a poco. Porque no sólo nos han recortado la ayuda, sino que se nos llevan ese enorme IVA y nos dejan con los intereses derivados de su marcha intempestiva. Y eso me lo deben. No sabe usted las virguerías que han tenido que hacer Matabosch y el resto de trabajadores para reconvertir un 'Rigoletto' en unos conciertos Verdi, con los cantantes contratados para unos papeles determinados.
¿Comparte la idea de Mascarell de que las instituciones de Madrid ya pueden acabar marchándose?
-Mientras estemos todos hay que exigir de todos. Esta es una institución crucial para Catalunya y no hay que perderla.