La entrega de premios tuvo lugar ayer por la tarde en el Palacio de Festivales, en el transcurso de una velada en la que se dedicó un recuerdo muy especial a Alicia de Larrocha, a la que estaba dedicada esta edición del certamen. Marta Zabaleta, alumna suya, ofreció un recital en el que se estrenaron cuatro obras inéditas compuestas por la pianista española.
Una decisión difícil
Bajo la presidencia de la Infanta doña Margarita de Borbón –presidenta de honor del Concurso Internacional de Piano de Santander, Paloma O’Shea- , un día antes, en este mismo escenario, tuvo lugar una reñida final entre los tres pianistas que llegaron al último peldaño del emblemático concurso. No fue fácil la decisión del jurado y, en cada eliminatoria, el debate fue intenso por la disparidad de criterio al respecto de los miembros del mismo.
Tres grandes obras de la literatura pianística eligieron los finalistas para el último asalto. Tuvieron el privilegio de estar dirigidos por Jesús López Cobos, al frente de la Sinfónica de Madrid –orquesta titular del teatro Real- que acompañó a los solistas con una discreta corrección y algún que otro desajuste y error fruto, quizá, de lo rápido del proceso de ensayos.
Abrió la velada el húngaro, János Palojtay, que se decantó por una de las grandes obras de Robert Schumann, el «Concierto para piano y orquesta en la menor, op. 54». El empeño ya de por sí era un reto para una final. Se trata de un concierto que exige pulsión musical muy precisa. Quizá demasiado para la presión del momento. Palojtay se precipitó en el inicio de la obra y, aunque luego recondujo con inteligencia la situación, su interpretación se quedó corta, falta de inspiración y con muy escasa capacidad para llegar al público.
En segundo lugar intervino la coreana Ah Ruem Ahn, que apostó por una obra de gran brillantez como es el «Concierto número 2 en do menor, op. 18» de Sergei Rachmaninov y demostró sus buenas calidades, especialmente en la búsqueda de un sonido compacto. Sin embargo a su versión le faltó garra en una partitura que exige coraje y determinación. Tuvo, no obstante, momentos muy buenos, si bien el acelerado final le restó enteros a su actuación.
De los tres participantes, la que mejor impresión causó fue la georgiana Tamar Beraia, ganadora del premio del Público y favorita del secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle,en el «Concierto número 5 en mi bemol mayor, Emperador, op. 73» de Ludwig van Beethoven. Beraia dejó evidente su calidad como intérprete en un «Allegro» inicial fantástico, lleno de matices expresivos y muy bien perfilado estilísticamente. También en el «Adagio» y en el «Rondó» se movió Beraia en las condiciones de una concertista de nivel, con ideas sobre la obra y con muy buena capacidad para conectar con el público.
Tras una ceremonia austera, Álvaro Guibert, que actuó como maestro de ceremonias, se despidió hasta la próxima edición, la número XVIII, que tendrá lugar dentro de «unos años». Esto es, en 2016.