En medio de la tormenta de recortes y cancelaciones, de suspensiones y quiebras de los grandes promotores de música clásica, va Ibermúsica y presenta en Madrid una estelar temporada para 20102-13. Alfonso Aijón, empresario musical de referencia en España y hombre con más vidas que un gato (como él cuenta siempre, se ha arruinado más veces de las imaginables en este negocio), no se arruga y vuelve a la carga el año que viene con una programación en la que no falla ni un solo nombre. ¿Cómo puede ser? “Ya veremos lo que pasa, pero siempre he tenido mucha suerte”, dice él aludiendo a las incontables veces que ha sabido reponerse de los batacazos que le ha propiciado arriesgarse tanto desde hace tantos años.
Ibermúsica trae la temporada que viene algo muy parecido a lo mejor que hay ahora en música clásica. Lorin Maazel con la Filarmónica de Múnich y Michael Barenboim (el hijo de Daniel Barenboim) como solista; Vladimir Jurowski con la London Philharmonic Orchestra; Mariss Jansons al frente de la Royal Concertgebouw (con Leonidas Kavakos como solista); Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín (conicide con el concierto del Teatro Real ); Zubin Mehta, Michael Tilson Thomas, Esa-Pekka Salonen… Solo falta su gran amigo Daniel Barenboim. Es difícil encontrar en toda Europa un ciclo de este estratosférico nivel.
¿Cómo se paga este despliegue en medio de la crisis? Aijón tiene un presupuesto de unos 4,7 millones de euros y el 80% del dinero procede de los abonados. El resto son patrocinios. Nada más. No le gustan ni ha tenido nunca subvenciones, algo único en el mundo de los ciclos de música clásica (a excepción quizá del ciclo de piano Grandes Intérpretes). “Yo creía y creo que lo nuestro era impresionante. No quería perder la oportunidad. Incluso faltándonos un poco de dinero. Yo soy un aventurero, no podía perder semejante oferta que pasaba por mis narices y que era viable”, explica Aijón. Con lo del dinero que le falta se refiere a unos 500.000 euros que bailan todavía en el presupuesto y que espera que cubra algún patrocinador.
La programación está enfocada a grandes nombres del repeterorio clásico como Mozart, Haydn, Beethoven (a caballo entre el clasicismo y el romanticismo). Suele ser el programa que eligen las orquestas, pero también puede tener que ver con el número de músicos más reducido que requieren para interpretarse.
LA INGENIOSA AUSTERIDAD DEL CNDM
Casualmente, dos horas antes de esta presentación, Antonio Moral también lanzó en Madrid la programación para el año que viene del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). La segunda que ha podido diseñar de forma completa desde que lo dirige. Una propuesta diametralmente opuesta a la de los ciclos sinfónicos privados que, con solo dos millones de euros de presupuesto, ofrecerá una ecléctica panormámica de 102 conciertos en Madrid y otras 14 ciudades españolas.
Toda una obra de ingenio y selección (se nota que Moral no es nuevo haciendo este tipo de sudokus) para poder tener buenos nombres sin contar con apenas dinero. De hecho, incluso vendrá, como gran estrella de la temporada, Cecilia Bartoli. Eso sí, según contó Moral, lo hará sin caché fijo y a cuenta de toda la taquilla que sea capaz de recaudar. Un sistema que el CNDM pretende instaurar para poder permitirse la programación de algunos nombres de la escena ahora mismo inasumibles para las arcas públicas.
Se trata de ofrecer una visión de la música a través de un repertorio variadísimo (con especial atención al apartado contemporáneo) repartido a lo largo de 10 ciclos con un amplio repaso a épocas y estilos que abarca un extenso periodo de diez siglos: desde el XII a nuestros días. Con un total de 32 conciertos repartidos entre los ciclos Series 20/21 y el nuevo Bach Modern (un diálogo abierto entre la música antigua y moderna), el CNDM quiere mostrar un pedazo del momento que atraviessa actualmente la creación musical contemporánea. En esta temporada se estrenarán 22 nuevas partituras, de las cuales 12 son por encargo del CNDM.