21/4/2012 |
Mañana, en pleno corazón de Barcelona, pasará algo excepcional. Al mediodía habrá un concierto en el Gran Teatre del Liceu, con la presencia de sopranos internacionales como Ainhoa Arteta y Linda Watson, tenores como Roberto Alagna o barítonos como Joan Pons y Carlos Àlvarez. Además, en un bello simbolismo que vincula el pasado con el presente, actuarán los directores de orquesta que ha tenido el Liceu desde que se quemó: Bertrand De Billy, Sebastian Weigle, Joan Pons, Michael Boder, y José Luis Basso. Y en un gesto insólito, lo harán gratis. Además, la entrada del concierto habrá costado unos simbólicos 15 euros -con las entradas agotadas a las dos horas- y se instalará una pantalla gigante en el Pla de l'Ós de la Rambla, para que más amantes de la música puedan disfrutar de esta maravilla. La pantalla, que ha costado 9.000 euros, ha sido posible gracias al patrocinio privado. Y, además, los trabajadores han dado parte de su sueldo. Ni un euro, pues, de dinero público, para un espectáculo de primer nivel internacional.
Así será como el domingo, el Liceu, la Rambla y Barcelona se teñirán de gran lírica.
¿Quién lo ha conseguido? ¿Y por qué? Sería largo de explicar el abrupto conflicto laboral que amenazó con un ERE que afortunadamente no se ha producido. Pero lo que sí pasó fue una gran solidaridad ciudadana con los trabajadores y con el Liceu, demasiado abandonado a su desdicha por el ámbito político. El concierto del domingo, pues, nace de la voluntad de los trabajadores de agradecer el gesto a los ciudadanos y de la voluntad de grandes músicos que aman este templo de la lírica, de hacer una reivindicación pública. Se trata, pues, de una gran fiesta de la música que ha sido posible gracias a un esfuerzo coral. También, ¿cómo no?, de la sociedad civil, personificada en una mujer activa y comprometida que ha removido cielo y tierra para conseguir que fuera posible. Adela Subirana, alma del Grup Set, ha llamado a todas las puertas que podían abrirse, y el resultado ha sido brillante. Lo cual nos recuerda que una porción de aquella misma sociedad civil que alzó uno de los grandes centros líricos del mundo todavía empuja y todavía luce.
Sin embargo, el Liceu languidece. Hace mucho que no es aquel lugar que se disputaba las grandes óperas con el mundo, y que logró hacer el primer Wagner fuera de Bayreuth de la historia. Después del Real de Madrid, con toda la ayuda del Estado, y del abandono catalán, el Liceu ya no disputa con los grandes, y sólo el empuje de los amantes de la ópera consigue algunos milagros. ¡Qué gran error! Lo dijo Riccardo Muti al acabar el Nabucco delante del presidente italiano: "Las armas y la riqueza de un país son su cultura. Si un día la cultura desaparece, el país está muerto". El domingo, en la Rambla, el corazón de Catalunya latirá con fuerza. Que sea por mucho tiempo.
Pilar Rahola
La Vanguardia