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Yuja Wang: "No hay un estilo chino"

19/3/2012 |

 

 

La pianista Yuja Wang, que acaba de lanzar ‘Fantasia’, se desmarca de la corriente de intérpretes asiáticos en la clásica que encabeza su compatriota Lang Lang

 
 
La pianista china Yuja Wang. / Gorka Lejarcegi.

Menuda, atractiva y atrevida vistiendo (“quizá por eso también viene mucha gente joven a verme”) y con un perfecto inglés, Wang vive en EE UU desde los 14 años cuando dejó en China a sus padres para abrirse camino en la música. “Me fui sola. Quizá por eso estoy tan loca”, dice con una carcajada. Tiene su residencia en Nueva York, cerca del Lincoln Center (“ese es solo el lugar donde guardo el piano y mis zapatos, estuve en fin de año y no volveré hasta abril”), pero últimamente le salen más conciertos en Europa y está pensando en mudarse a este continente. “Barcelona me encanta, pero ahí me pasaría el día de fiesta. No sé si sería bueno para mi carrera. Así que Viena o París pueden estar bien”.

Wang acaba de publicar Fantasia con Deutsche Grammophon, un álbum construido con las propinas que suele tocar en sus conciertos y dedicado a sus “héroes” artísticos como el pianista Vladimir Horowitz. “Me encanta la manera en que tocaba, es muy reconocible e idiosincrático, pero también emocionante y mágico”. Al pianista ucranio sus detractores siempre le reprocharon su exagerada manera de sentarse al teclado. Sus acentuados movimientos. A Wang, en cierto modo, le sucede lo mismo. “Mi madre es bailarina y cuando empecé con el piano quizá adquirí su aspecto físico enfatizado. Pero mi manera de tocar se debe más a cómo economizar los movimientos y mi físico para ser más eficiente y sacar del piano lo que quieres. Soy muy pequeña y eso me sirve para aprovechar mejor el cuerpo. Supongo que es algo más técnico y práctico que estético. Uso mejor mis recursos y me relajo más. Solo eso”.

Pese a la inagotable cantera musical en que se ha convertido china, Wang no se ve a sí misma como parte de una escuela asiática. Insiste en que su profesor, Gary Grafman —también lo fue de Lang Lang—, tuvo una formación rusa. “Supongo que en los libros de texto de dentro de 50 años se dirá que existió. Pero no soy capaz de verlo. No es un estilo chino, se trata de interpretar bien”. Wang empezó a hacerlo a los seis años y a viajar a concursos solo un año más tarde. “El piano era un hobby. Bailar, la caligrafía o la gimnasia me parecían más difíciles. Fue sacrificado, pero lo prefería a quedarme en casa viendo la televisión”.

A China la ve ahora desde el retrovisor. De hecho, desde que emigró, prácticamente no regresa. “No sé mucho de mi país desde que me marché. Y no sé si quiero volver aún. Ha cambiado mucho, ya no lo reconozco”. Sus padres —él percusionista y ella bailarina— todavía viven ahí, quizá por eso prefiere no pronunciarse acerca de cómo el régimen maltrata a algunos artistas disidentes como Ai Weiwei. “Eh, bueno…, como te decía no estoy muy al tanto de lo que pasa. Es un país muy grande y no se pueden resumir estas cosas en una frase. El refrán chino dice: ‘piensa tres veces antes de hablar’. Así que yo debería callarme ahora”. Y a su silencio le sigue una pequeña risa incómoda que pide cambio de tema.

Daniel Verdú
El País

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