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CRÍTICA

A propòsit de 'Wozzeck'

Dorando la píldora

8/1/2006 |

 

LA ESCUELA DE VIENA (A PROPÓSITO DE ´WOZZECK´)
Autores: Arnold Schönberg, Alban Berg, Anton Webern, Joaquim Homs, Josep Soler. Orquestra de l´Acadèmia del Teatre del Liceu
Director: Guerassim Voronkov. Quintet de Cambra. Stanislav Anghelov, piano. Inés Moraleda, mezzosoprano
Lugar y fecha: Foyer del Gran Teatre del Liceu (4/ I/ 2006)

Como es sabido, cada ópera que presenta el Liceu tiene un interesante concierto complementario de autores y obras relacionados con el título en cartel. En esta ocasión era de rigor que el público - muy numeroso, por cierto- escuchara algo de los autores del entorno de Alban Berg: la llamada Segunda Escuela de Viena, que giró en torno al invento de Schönberg, el sistema llamado dodecafónico.

En tiempos, esta escuela fue el no va más de la modernidad y el atrevimiento, y con el tiempo suscitó una pléyade de seguidores, sobre todo en los países latinos - donde el marchamo de lo nórdico parecía garantía de calidad, y los métodos innovadores y rompedores de moldes parecían servir para sentar plaza de políticamente avanzado. Pero aunque nadie duda de su importancia, la Escuela de Viena ya no es moderna:es del tiempo de mi venerada abuelita, y los hallazgos de Schönberg caminan hacia su centenario sin que su divulgación pueda hacerse de modo multitudinario, porque no son para un público no experto. Por esto, el programa del Foyer se eligió dorando la píldora a base de obras todavía posrománticas de los tres grandes maestros de la dodecafonía: La noche iluminada (¿por qué transfigurada?)de Schönberg es de un poswagnerismo que tumba, y lo mismo podemos decir de las primeras canciones de Alban Berg, con una lujosa orquestación que Wagner habría firmado sin dudarlo, e incluso de las canciones de Webern - el más duro de los tres, aquí amable y comedido. Algo más comprometidas fueron las piezas de Homs (el estreno de una canción de 1960) y de Josep Soler, un quinteto de elegante factura, pero la sangre dodecafónica no llegó al río, y el público salió contento de la experiencia.

Las piezas de Schönberg y de Berg permitieron el lucimiento de la joven orquesta de la Acadèmia del Gran Teatre del Liceu, más reducida en la obra de Schönberg, y lujuriante y espectacular en los lieder de Berg. Bien dirigida por el maestro Voronkov, subrayó con elegancia el noble canto de esa muy notable mezzo joven que es Inés Moraleda, a quien nos gustaría ver pronto interpretando con su atractiva voz una ópera... tal vez en el mismo Liceu.

El maestro Anghelov, imaginativo y creador pianista acompañante en las canciones de Webern, supo subrayar en éstas, en la pieza de Homs y en el quinteto de Soler, el fraseo más exquisito, dando verdadero impulso a las obras interpretadas; mención especial merecen también los demás componentes del quinteto.

Roger Alier
La Vanguardia

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