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CRÍTICA

Semiramide de Rossini al Liceu

Sobredosis de coloratura

24/11/2005 |

 

SEMIRAMIDE
Autor: Gioacchino Rossini
Intérpretes: D. Takova; D. Barcellona; J. D. Flórez; I. Abdrazakov. Coro y orquesta del Liceu. Director musical: R. Frizza
Producción: Festival de Pesaro, Teatro Real de Madrid y Liceu. Dirección escénica: Dieter Kaegi
Lugar y fecha: Liceu (21/XI/2005)

Sólo un gran reparto podía conseguir que el público resistiera esta Semiramide de casi cuatro horas estoicamente -con excepciones- y también porque el belcantismo ha vuelto por sus fueros y hoy los espectadores agradecen las exhibiciones vocales extraordinarias del estilo rossiniano, que obliga a cantar con grandes dechados de coloratura (agilidad vocal). Ya fe que tuvimos cantantes excepcionales en este terreno, empezando por la mezzo Daniela Barcellona, cuyo papel de Arsace requiere emplearse a fondo en la agilidad vocal en extensas arias, con sus recitativos y cabalettas de gran calado, que la cantante solventó cada vez mejor, acabando en un brillante triunfo su actuación.

La soprano Darina Takova, quizás algo menos en su lugar en el también difícil papel de Semiramide, fue también muy aplaudida por su labor concienzuda. El gran triunfo se lo llevó, sin embargo, el tenor Juan Diego Flórez, a quien todo el mundo esperaba con pasión, sentimiento que recompensó con una inagotable fuente de agudos espectaculares (con varios do y algunos re sobreagudos) y gran elegancia en el canto, muy especialmente en su última aria, que fue tan atronadoramente recibida que el tenor tuvo que salir a saludar después de haberse ido. Muy brillante resultó también el bajo Ildar Abdrazakov en el papel de Assur, con ornamentaciones vocales de gran complejidad. Sandra Pastrana fue una elegante Azema y Miguel Ángel Zapater, un Oroe casi estentóreo.

La dirección orquestal no ayudó nada a hacer que la obra resultara ágil, sobre todo en el primer acto, dentro de una corrección excesivamente aséptica, pero lo que resultó inaceptable fue la cantidad de figurantes disfrazados de mil modos en todas las escenas y una escenografía sin la menor conexión con la obra que imita el decorado del filme de Kubrick Teléfono rojo..., y tiene detalles de Star Trek. Aunque cansado, el público aguardó para recompensar a la dirección escénica con una buena bronca, mientras aplaudía a rabiar a los intérpretes de la brillantísima labor vocal.
Roger Alier
La Vanguardia

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