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CRÍTICA

Hamlet de Thomas

La sucesora de Edita Gruberova

9/10/2003 |

 

Música: A. Thomas. Libreto: J. Barbier y M. Carré. O. S. del Liceo. Dirección: B. De Billy. Dir. esc.: P. Courier y M. Leiser. Escenografía: C. Fenouillat. Figurines: A. Cavalca. Iluminación: C Forey. Gran Teatro del Liceo, Barcelona, 6 de octubre.

El primer título de la temporada liceísta a cargo de la compañía de la casa se saldó con varios minutos de aplausos dirigidos al foso, al podio y a unos solistas vocales de excepción. El regreso al repertorio de esta «grand opéra» se consolida por toda Europa y al Liceo llegó con unos solistas de lujo, marcando el debut operístico de Natalie Dessay, que consiguió una apoteósica recepción por parte del público debido a su absoluto dominio del papel, tanto musical como dramáticamente.

Dessay -heredera de Edita Gruberova en el corazón de los liceístas-, se enfrentó a Ophélie tendiendo un puente hasta las más afamadas intérpretes del difícil papel, como Eidé Noréna, Germaine Féraldy o Renée Doria.

El inspirado Simon Keenlyside no tuvo problemas con el extenso papel que da nombre a la ópera, y construyó un Hamlet a medio camino entre un niñato malcriado y un ansioso de catálogo, con sus crisis y sus miedos. La dirección de escena, tan conseguida en el perfil de Gertrude, Ophélie o el Rey, en Hamlet acabó siendo poco convincente; el encuentro del protagonista con su tío y su madre en la escena posterior a la aparición del espectro no tuvo nada de cruel enfrentamiento. La producción -que firman Patrice Courier y Moshe Leiser- pecó de esta absurda inconsistencia, en contraste con el cuidado ritmo que brinda a las escenas, con los guiños a Shakespeare -Hamlet al final queda malherido- y con sus aportaciones sanguinolentas. Estas últimas son demasiadas, desde ese exagerado baño del príncipe hasta la compulsión por el corte de Ophélie.

La Sinfónica liceísta, al mando de Bertrand de Billy, alcanzó una óptima prestación, con un sonido equilibrado y una adecuada tensión dramática, logro que reafirmó la aportación del Coro del Liceo.

Alain Vernhes, un especialista en el repertorio francés, definió a un Rey potente, mientras que Béatrice Uria-Monzon embrujaba con una reina pletórica, extrovertida y fascinante. Otras de las aportaciones fueron las Joan Martín-Royo, un sonoro enterrador y la de los correctos Lluís Sintes y Daniil Shtoda. Eso sí, la distancia entre los citados intérpretes y el resto de secundarios se hizo demasiado evidente.

Pablo Meléndez-Haddad
Abc

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