1/11/2020 |
Programa: 'Fin de Partie' de Kurtag
Lloc i dia: Palau de les Arts Reina Sofía de València
https://www.abc.es/cultura/musica/abci-kurtag-y-partie-dictado-sangre-202011010107_noticia.html
Intérpretes: Frode Olsen (Hamm), Leigh Melrose (Clov), Hilary Summers (Nell), Leonardo Cortellazzi (Nagg). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director de escena: Pierre Audi. Director musical: Markus Stenz. Lugar: Palau de les Arts Reina Sofía, Valencia. Fecha: 29-X
La producción, firmada por Pierre Audi y que llega al Palau de Les Arts de Valencia, ha recibido el International Opera Award al mejor estreno mundial
Hace dos años que la ópera «Fin de partie» se estrenaba en el Teatro alla Scala de Milán dando por concluido un proyecto de largo alcance cuyo epílogo fueron los ocho que invirtió en su composición el húngaro György Kurtág. «Fin de partie» era su primera obra escénica, aunque no se trataba de una novedad: la idea, el motivo inspirador, tenía su origen en una representación del texto dramático original de Samuel Beckett que Kurtág vio en París en 1954 y que mantenía como una de las experiencias más intensas de su vida. A sus 92 años (94 tiene en la actualidad permaneciendo tenue como su propia música), Kurtág se plegaba ante el recuerdo y firmaba una obra que se ha convertido en referencia de todo su catálogo. Tras el estreno milanés, la ópera viajó a Ámsterdam, sede de la Ópera Nacional Holandesa que había actuado de coproductor, y se presenta ahora en el Palau de les Arts de Valencia focalizando la atención internacional. En el tránsito, la producción, firmada por Pierre Audi, y asumida por unos intérpretes que han participado de todas las representaciones desde el estreno, ha recibido el International Opera Award al mejor estreno mundial.
La presencia de «Fin de partie» en el arranque de la temporada valenciana tiene un valor particular. La historia del Palau de les Arts cubre un quindenio de actividad en el que ha tenido cabida la excelencia y lo pedestre, la seriedad y la confusión con grandes éxitos en lo artístico y notables polémicas en lo social y político. Alcanzada ahora una situación de mayor estabilidad, el proyecto de presupuestos que acaba de presentar el Gobierno anuncia la recuperación de un 50% de financiación estatal, lo que sitúa al Palau de les Arts en una posición similar a la que tenía en los momentos previos a la crisis de 2008. Mientras, el actual director artístico, Jesús Iglesias, presenta su primera temporada vislumbrando la posibilidad de ensanchar la programación más allá de lo complaciente, del espectáculo emocional y de la inmediatez del repertorio más asequible a la que se venía reduciendo el fenómeno operístico valenciano. «Fin de partie» es una declaración de principios y un riesgo ante un público cuya educación no ha incluido la posibilidad de imaginar que en la ópera también cabe una perspectiva contemporánea. Es comprensible que una buena parte de los espectadores que asistieron al estreno del jueves abandonasen la sala aprovechando los cambios de cuadro a telón bajado, aunque lo verdaderamente importante fue ver que la inmensa mayoría permaneció atenta y cautelosa para acabar aplaudiendo sin resquicios una representación sobresaliente.
Como es fácil intuir, en «Fin de partie» se entrecruzan muchos argumentos que van desde la aptitud vital de Kurtág sostenida en la cualidad equívoca del original de Beckett a la singular materialización de su propuesta interpretativa. Constantemente hay que asumir todo aquello que el tiempo ha forjado tal y como señala el texto de Beckett, pulido por el propio Kurtág. «Fin de partie» implica a cuatro personajes cuya historia es evidente porque ellos mismos la explican, pero cuyo destino se funde en la determinación. Ayer, fue y sucedió son referencias constantes en boca de Hamm, el viejo y ciego amo permanentemente sentado en una silla de ruedas. Su contrario es el sirviente Clov, que no puede sentarse. Ambos son mutuamente dependientes pero su relación es nefasta. Los demás personajes son los padres de Hamm, que no tienen piernas: Nagg y Nell, quienes viven en sendos bidones asomándose para hablar y pedir comida. Incapaces de una decisión, habitantes de un espacio perdido, «Fin de partie» es un estado, una situación forjada «al dictado de la sangre», según reclamaba Joyce a Beckett.
La propuesta de Audi se centra en una casa de estructura esquemática cuya geometría se extiende en dos muros externos y paralelos. Quizá la casa está junto al mar, como a veces sugiere el diálogo, pero la ausencia de paisaje, la grisura de las paredes y la oscuridad también apunta a la realización de un búnker. Nada es concreto, lo parece pero solo es una hipótesis a la que Audi y el escenógrafo Christof Hetzer dan forma de manera muy sutil proponiendo distintas perspectivas de la casa en cada uno de los cuadros hasta configurar una mera ilusión. Los personajes y sus sombras proyectadas finalmente sobre las paredes de la construcción determinan su supuesta realidad, mientras la estricta geometría se funde una bifronte percepción de profundidad que opera simultáneamente como espacio interior y exterior. Es en este momento cuando la coreografía escénica se hace más perceptible, cuando se comprueba el rigor del movimiento que los intérpretes han ido forjando representación tras representación y que han acabado por realizar con una naturalidad contagiosa.
«Fin de partie» llega a Valencia engrasada y aún así Pierre Audi ha estado presente en el Palau cuidando los detalles y el pulido de la reposición. Se trata de un proyecto que conoce muy bien desde el origen y que, sin duda, ha sido fundamental en su carrera. La calidad del espacio y la exactitud del movimiento son singularidades a las que converge el teatro de Beckett. La inactividad física, el ensimismamiento también. Todo ello podría operar como metáfora y habrá quien quiera ver en esta obra/ópera ecos de una desolación que apurando podría evocar la actual situación provocada por la pandemia. Pero conviene volver sobre las palabras de Beckett, quien identificó a «Fin de partie» con un mero juego, sin enigmas ni soluciones. En definitiva, una máscara sin gesto, mejor aún, un tablero en el que las posiciones se encallan en un letanía ajena que no tiene origen ni solución, a la que el espectador asiste sin que su presencia altere lo más mínimo el ritual. El director Peter Brook dio pistas en este sentido. Ahí es donde la música de Kurtág opera de manera magistral, proporcionando un fondo sentimental y sutilmente implicado en la acción. El gesto humorístico es evidente, por ejemplo ante el despertador que Clov introduce en el barril de Nagg. Pero sobre todo la correlación con el diálogo convertido en un «parlato», que el propio Kurtág relaciona con el estudio de las obras de Monteverdi lo que, de nuevo, lleva a la reminiscencia, ahora dando forma a una música que se extasía en la miniatura, la brevedad, la concisión y que implica multitud de inflexiones y matices.
Markus Stenz asume la dirección musical proyectando sobre la Orquesta de la Comunitat Valenciana una contagiosa vitalidad. Hay energía en su propuesta, detalle, cuidado y sentido narrativo, y todo ello alcanza a unos instrumentistas que asumen la responsabilidad de un desnudo texto musical, en el que cada nota es vital en la construcción de una totalidad plagada de intención y sentido existencial. Lo refleja muy bien el diálogo de Nell y Nagg tan está lleno de sutilezas y que Hilary Summers y Leonardo Cortelazzi llenan de dignidad. Ella con una voz en la que se apuntan filados y que construye sobre expresivos falsetes; él apurando un timbre que tiende a lo sarcástico y que se proyecta con intensidad. El papel de Clov es breve pero Leigh hace alarde de gran poderío vocal lo que engrandece una actuación actoral sorprendente. Su responsabilidad es grande pues, en realidad, es el único personaje que circula por el escenario vinculando la presencia estatuaria de los demás. De entre todos los monólogos, el de mayor dimensión es el de Hamm donde el cantante Frode Olsen echa el resto.
Quizá su voz es la menos acorde con el propósito pues ahueca la voz en el registro grave perdiendo presencia y ablandando la dimensión autoritaria del personaje. Pero hay un gran trabajo de fondo, una asimilación detallista y el resultado es poderosamente creíble. Todo ello contribuye a formalizar una representación imprescindible. Tras «Fin de partie», la temporada del Palau de les Arts aún anuncia otros títulos operísticos especialmente prometedores, pero no cabe duda de que esta obra añade un argumento definitivo a la presencia inexcusable del Palau de les Arts en la historia moderna de la ópera en España.