CRÍTICA

Obras: Beethoven, Mendelssohn

Solista: Sergey Malov

Dirección: Edmon Colomer

Algún día, alguien debería explicarnos qué es lo que pasa con este proyecto fascinante que es la Orquesta Montsalvat: por qué, por ejemplo, Francesc Prat dejó la orquesta; cómo, cuándo y quién paga a los músicos y cuál es realmente la plantilla que forma esta formación, porque en el concierto del viernes vimos muchas caras nuevas y echamos de menos a muchos músicos que habíamos visto en otras ocasiones.

No se trata de un rumbo errático (a pesar de que la vacilación en la afinación de los primero compases del Concierto para violín de Beethoven así lo dejaba intuir) sino, esperamos, de un cambio de ciclo, a la espera de nuevas propuestas. En todo caso, la Montsalvat sigue mereciendo nuestro respeto y admiración, por la originalidad de la propuesta y por gran parte de los óptimos resultados de este concierto que comentamos y que merecía mucho más que medio Petit Palau con respecto al número de espectadores.

Edmon Colomer es un buen director, capaz de traducir la organización sonora en discurso. Y así sonaron las dos piezas seleccionadas: el citado concierto beethoveniano y la Sinfonía n.º4 Italiana de Felix Mendelssohn. Los criterios historicistas originaron momentos de belleza inusitada a lo largo y ancho de la velada, como el pasaje con violonchelos y flautas al final del primer movimiento de la sinfonía mendelssohniana, aunque trompas y fagots no estuvieron a la altura en el tercero.

Sin duda, lo mejor fue la presencia del violinista Sergey Malov en la primera parte, exhibiendo un sonido pulcro al servicio de Beethoven: las cadencias propias revelan que Malov es un músico de los pies a la cabeza, que va más allá del dominio técnico del instrumento. Espléndido, por cierto, el bis de Paganini.