'I Capuleti e I Montecchi' al Palau de la Música de València
Bellini
28/6/2004 |
I Capuleti e I Montecchi
De Vincenzo Bellini. Solistas: Eugenia Pont-Burgoyne, Marina Rodríguez-Cusí, Manuel Beltrán, Elia Todisco y Alberto Feria. Coro de la Asociación de Amigos de la Maestranza. Orquesta de Valencia. Ralf Weikert, director. Palau de la Música. Valencia, 24 de junio de 2004.
Sabido es que el canto, en Bellini, requiere un moldeamiento suave, sin fracturas, de líneas amplias y sinuosas, más delicado que dramático, aunque se llegue también al dramatismo por vías indirectas. Requiere, sobre todo, belleza vocal. La mejor técnica operística del XVIII fluye hacia Bellini configurando lo que se ha dado en llamar bel canto, término demasiadas veces confundido con la ópera en general.
Lo anterior viene a cuento porque Bellini resulta imposible sin unas voces que sean, de natural, hermosas, y que, además, dominen la técnica para regular y colorear el sonido de una forma casi etérea. La voz cobra aquí una entidad que parece escapar del personaje representado. Nada que ver con Verdi o con Wagner. El oyente puede olvidarse de la tragedia fraguada entre Capuletos y Montescos. Romeo y Julieta se quieren, se mueren. Pero no importa mucho. Sólo importa lo que canta Romeo y lo que canta Julieta.
Tuvimos un buen Romeo y una buena Julieta el día 24. De Eugenia Pont-Burgoyne, quien esto escribe guarda el antiguo recuerdo de una messa di voce en un Laudate Dominum de Mozart, grabado cuando formaba parte de los Pequeños Cantores de Valencia. Reencontrada ahora con Bellini, se advierte que no ha hecho más que aumentar ese dominio de los reguladores y del legato.
Marina Rodríguez Cusí, en el travestido papel de Romeo, dio pruebas también de buena escuela, y puso un punto de dramatismo y realidad en el incorpóreo universo belliniano. La voz, quizá necesitada de homogeneizar más los diferentes registros, no fue, sin embargo, insensible a las exigencias de esas "líneas onduladas" que el compositor siciliano exige.
A excepción de Alberto Feria, que cumplió dignamente como Lorenzo, los otros solistas masculinos no estuvieron a la altura. El coro, necesitado, al parecer, de doble dirección -Valentino Metti andaba en el escenario "reinterpretando" las indicaciones de Ralf Weikert- exhibió empaste y ajuste. La orquesta, algo insegura como agrupación lució, sin embargo buenos solistas al violonchelo, arpa, trompa y clarinete. La batuta, sin embargo, no parecía comprender que, en Bellini, si la orquesta no sirve a la voz, tampoco sirve para otra cosa.
Rosa Solà
El País