Barcelona había mantenido un idilio especial con la ópera más romántica de Bellini, esa Sonnambula que se estrenó en el Teatre de la Santa Creu en 1836, tan sólo 5 años después de su première milanesa, con éxito apoteósico y que más tarde se convertiría en uno de los títulos fetiche del Liceu durante décadas. Sin embargo, la última ocasión en que el onírico romance entre Amina y Elvino subió al escenario de La Rambla fue hace casi 30 años, en 1987, por lo que la producción que se estrena este lunes 27 de enero en el coliseo catalán adquiere un especial aroma de reencuentro. Se ha recuperado para la ocasión el montaje de Marco Arturo Marelli de 2002 (coproducción entre la Ópera de Viena y el Covent Garden londinense) que traslada la acción a un imponente sanatorio alpino a mediados del siglo XX, elogiada entonces por la crítica internacional por su elegante diseño y que ha conocido diversas reposiciones. Al frente de la Orquesta del Liceu se situará un maestro tan sólido y experimentado como Daniel Oren, habitual en plazas como el Met neoyorquino o el Covent Garden. Pero lo que sin duda hace de esta Sonnambula un plato de la más alta cocina lírica son los dos repartos que se alternarán en las doce funciones previstas. En el primero brilla con luz propia la presencia del siempre deseado Juan Diego Flórez, imbatible en este repertorio, quien medirá sus fuerzas con la soprano Patrizia Ciofi en el papel de la frágil Amina. Tomarán el relevo en el segundo el tinerfeño Celso Albelo y la francesa Annick Massis, componiendo un cuarteto de lujo al que hay que añadir a Nicola Ulivieri y Michele Pertusi dando vida al conde Rodolfo, y Eleonora Buratto y Sabina Puértolas como Lisa.