Vale, no fue un triunfo apoteósico, pero el experimento funcionó, y muy bien: contratar este bolo de lujo y adaptarlo a los recursos locales -el Coro y una reducida parte de la Sinfónica del Liceo, el fantástico Coro infantil Vivaldi y diversos figurantes- permitió el estreno liceísta de “Street Scene”, la llamada “American opera” del gran Kurt Weill, una obra a medio camino del “musical” y de la ópera, aunque el uso de amplificación para las voces solistas ante un conjunto instrumental pequeño lo acercan más a Broadway que al Met, aspecto técnico por otra parte muy necesario en una obra plagada de diálogos hablados, muchos de ellos sobre un fondo musical.
La historia es apasionante y demoledoramente actual –desesperanza, inmigración, pobreza, violencia de género, desahucios- y la partitura es muy potente desde el punto de vista dramático, consiguiendo de paso una fusión perfecta entre las formas propias de los Estados Unidos –desde las del jazz al boogie-woogie- y la tradición europea, presente esta última especialmente en los dúos y números de conjunto.
La propuesta escénica de John Fulljames (una coproducción de la compañía británica The Opera Group y del Young Vic, originalmente creada en el Watford Palace Theatre y que ya hizo temporada en el Châtelet parisino) es tan simple como funcional, incorporando la orquesta al escenario y moviendo a los personajes con realismo y eficacia, todos vestido con adecuación por Dick Bird, autor también de la inteligente escenografía.
La dirección musical del Tim Murray, muy rodada, brindó seguridad a los cantantes concertando con arte, a lo que se unió la pericia del ingeniero de sonido que supo equilibrar micrófonos y orquesta. Faltó, en todo caso, una trompeta con sordina más llorona, más del “blues”, más genuina...
Del grupo de cantantes destacó especialmente Susan Hurrell, conmovedora y sobrada en el papel de Rose Maurrant, y la pareja de cantantes-bailarines integrada por Kate Nelson y Ashley Campbell, ambos a cargo de varios papeles, pero que descollaron en su aparición como Mae y Dick en el dúo “Moon-faced, starry-eyed”. Muy convincentes resultaron Geof Dolton y Sarah Redgwick como los Maurrant de la tragedia, mientras que el Lippo Fiorentino de Robert Burt, que comenzó con evidentes muestras de cansancio vocal y sin agudos, tuvo que abandonar el segundo acto, asumiendo sus varios papeles sus compañeros de la compañía. El Liceo a ritmo de jazz: un sueño hecho realidad.