ClàssicsWeb, el teu espai

Almanac

Cerca de crítiques

Paraules:
Tema:
Inici: Escollir data inici
Fí: Escollir data fi
Ajuda
Publicitat

CRÍTICA

Repertorio romántico, éxito seguro

1/4/2012 |

 

Programa: Obras de Berwald, David, Bach y Tchaikovsky.

Lloc i dia:Palau de la Música Catalana. 17-3-2012

Berwald: Estrella de Soria

David: Concierto para trombón Op. 4

Bach: Preludio Suite núm.2

Tchaikovsky: Sinfonía núm. 5 en mi menor Op. 64

Palau de la Música Catalana. 17-3-2012.

OSV. Christian Lindberg, trombón y director.

 

Hay que felicitar la OSV por la hábil gestión que la encamina a ser una orquesta popular -que no populista, ni populachera- como escribió el firmante precedente. En ello se incluyen iniciativas como las sillas de la Sinfónica y ejes de programación como el silencio y Bach en esta temporada. O iniciar los conciertos del 25º aniversario de la orquesta con una fanfarria. Eso sí, tal celebración sólo se ofrece en el Palau de la Música Catalana. Quizá es que Sabadell, sede de la formación, no merecen tal festejo. ¿Por cierto alguno de los compositores cuyas fanfarrias sonarán esta temporada es sabadellense? La de la presente ocasión fue escrita por el valenciano Óscar Senén (Vinarós, 1984), con algunos compases casi de coral en un intento de carga emotiva y comunicativa más sugestiva que la mayoría de propuestas anteriores.

Un músico extrovertido

Christian Lindberg, hijo del interesantísimo compositor Magnus Lindberg, ofreció uno de los dos programas con la OSV. Es un director iconoclasta en su presencia y en su gesto que va de la claridad en el marcaje del compás a la difícil percepción de la expresividad en momentos de gran intensidad. Tuvo el acierto de incluir dos obras infrecuentes en el repertorio como son la obertura Estrella de Soria de Franz Berwald y el Concertino para trombón y orquesta op. 4 de Ferdinand David. Dos autores cuya huella beethoveniana es perceptible junto a un tardío Stürm und Drang en Berwald, y a un espectro de Spohr, Weber y Pleyel en David.

Ambas obras estuvieron bien tocadas, con brio aunque faltó algo de calidez y cohesión en la exposición del tema lírico de la obertura a cargo de los violines. En el Concertino, Lindberg extrajo un sonido matizado, nada estentóreo y logró con pasajes de remarcable belleza como el clímax de la marcha fúnebre que es el segundo movimiento. Pieza sin solución de continuidad, su patrón es muy convencional en las posibilidades solistas del trombón muy en la línea de los trabajos de un Gallay para trompa, italianizante en las figuraciones y poco visionario frente al uso que le dio un contemporáneo como Berlioz. En cualquier caso, es una pieza grata de escuchar y que incorpora alicientes a un público en una línea definible como más de lo mismo pero diferente. Una opción que la programación de la orquesta debería cultivar más: habría que programar algunas de las beethovenianas oberturas de Ries, Marschner o las sinfonías de Spohr, Raff, Röntgen o Gade, compositor que sirvió de brecha para numerosos nórdicos como Alfvén, Järnefelt, Enna. Las posibilidades decimonónicas son amplísimas y variadas; y el público las agradecerá si les son presentadas adecuadamente. Un aspecto que implica confeccionar unos programas de mano que informen más allá de la anécdota –también se ha dicho numerosas veces desde estas páginas-. En el entreacto, el público estaba sorprendido por esos desconocidos “tan agradables y entusiasmantes compositores” como decía una asistente.

Un gran Tchaikovsky

En la segunda parte la Quinta de Tchaikovsky acaparó la atención, tras la exhibición de Lindberg al trombón en el preludio de la Suite núm.2 para chelo de Bach. Al margen de puntuales imprecisiones, el elogio es mayúsculo por el gran esfuerzo de fiatto, afinación y articulación.

Como toda la sesión, de memoria, la sinfonía discurrió por cauces de romanticismo sentimental, opulencia sonora e incisos significativos como las puntuales indicaciones a los contrabajos o el contracanto de las trompas en la coda de la obra. Lo mejor fueron los inicios de los dos primeros movimientos: en la pareja de clarinetes en la contención y la fluidez en la exposición del tema; y en la cuerda en el Andante cantabile, dos espejismos de una excelencia cada vez más regular. A destacar todas las intervenciones solistas de una obra muy bien escrita para la orquestra y las maderas (flauta, oboe, fagot y los referidos clarinetes), así como para el trompista Juan Francesc Bartomeu en el delicado solo del segundo movimiento. La línea constructiva fue elogiosa aunque las transiciones y los juegos de tensión y distensión tendieron más a una intensidad crispada que a una amplitud en un movimiento de embates pre-mahlerianos, sobretodo en el clímax del movimiento lento. De cualquier modo fue una ejecución muy loable que genera expectación para el otro programa que Lindberg dirigirá a la OSV esta temporada.


Albert Ferrer Flamarich

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet