1/3/2011 |
Programa: LORIN MAAZEL. CONCIERTO DE DESPEDIDA. Obras de Sibelius y Maazel. Orquesta de la Comunitat Valenciana
Lloc i dia:Auditori, Palau de les Arts Valencia
Ha durado mientras ha durado. El tiempo suficiente para comprobar que las utopías son posibles, aunque sea en pequeñas dosis. Lorin Maazel se va de Valencia dejando detrás una orquesta excepcional -la mejor del país en este momento-, de cuya formación es responsable y con la que ha visitado en clima de éxito desde Abu Dabi o el teatro La Fenice de Venecia a Essen, Mannheim o Múnich en Alemania, amén de un puñado de conciertos y óperas inolvidables en Valencia. Hasta el próximo domingo 6 de marzo, día en que cumple 81 años, Maazel dirige su espléndida y visionaria ópera 1984, con una puesta en escena ejemplar de Robert Lepage, que ya antes se había podido ver en el Covent Garden de Londres y La Scala de Milán. Es su despedida lírica. La concertística tuvo lugar anteayer con una memorable versión de la Primera sinfonía de Sibelius, en la que la perfección se vivió a cada instante, y con dos deliciosos cuentos puestos en música por el propio Maazel: El árbol dadivoso y La maceta vacía, a los que se incorporaron la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet, la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats y los Pequeños Cantores de Valencia, oficiando de narrador el actor José Sancho. Como fin de fiesta la orquesta y su director interpretaron unas brillantes variaciones sobre el tema Cumpleaños feliz, en homenaje a la actriz Elizabeth Taylor en su aniversario.
El ambiente que se generó fue cálido y emocionante. Al propio Maazel se le veía casi haciendo pucheros y algunos espectadores soltaron más de una lágrima. Entre pasillos se recordaba su dirección de Turandot, o la de El niño y los sortilegios, o la de Parsifal, o la de Luisa Miller, o la de La vida breve, y tantas y tantas obras que contempladas desde ahora son como un espejismo. Maazel se va a la Filarmónica de Múnich y deja una orquesta maravillosa, sí, pero, sin él y con el clima de recesión económica que impera, flotan muchas dudas sobre la continuidad al mismo nivel artístico y la renovación de algunos músicos.
"Ha sido bonito mientras ha durado", se lamentaba una espectadora al final del concierto. No le faltaba razón. Pero en el aire queda también esa sensación de felicidad breve, de paraíso perdido, de coito interrumpido. Y da pena, mucha pena.