ClàssicsWeb, el teu espai

Almanac

Cerca de crítiques

Paraules:
Tema:
Inici: Escollir data inici
Fí: Escollir data fi
Ajuda
Publicitat

CRÍTICA

Caminos de ida y vuelta

3/3/2004 |

 

Se mueve, a grandes rasgos, la imponente soprano Deborah Voigt entre la tradición centroeuropea y los aires de comedia musical americana. Va y vuelve con su bagaje de experiencias a uno y otro lado del ancho mar, enriqueciendo su experiencia y la de los demás en sus caminos de doble dirección. La cantante norteamericana tiene un volumen de voz poderoso y una fijación hacia la vertiente teatral o, en todo caso, expresiva. Tiene además Deborah Voigt temperamento, carácter. Entre una actuación en el Liceo de Barcelona y otra, esta tarde, en la Sociedad Filarmónica de Bilbao, hizo escala anteayer en La Zarzuela de Madrid, con Brian Zeger de pianista.

Las propiedades vocales de la soprano se ajustan como un guante al repertorio de alto voltaje alemán, es decir, Wagner y Strauss. No es, pues, extraño que eligiese varias lieder de este último para cerrar su recital madrileño. Y menos extraño que desarrollase en ese bloque una auténtica demostración de fuerza, de poder. Schubert le había servido de tarjeta de presentación y Zemlinsky, en los valses sobre canciones populares toscanas, de rasgo de distinción intelectual. El buen control respiratorio de la cantante facilita su especial empuje. La vertiente dramática pide paso continuamente. Luce más en este repertorio verla en escena. Su memorable Ariadne straussiana, en la ópera de despedida de la ABAO del Coliseo Albia de Bilbao en 1999, al lado de Natalie Dessay, es un ejemplo elocuente de una manera de afrontar un tipo de canto. Como, en otro sentido, su Leonora beethoveniana en el Real con Barenboim. La densidad del canto, en cualquier caso, se mantiene en el campo de juego liederístico aunque quizás se agudice cierta sensación de monotonía.

Dos canciones de Chaikovski expuestas con una convincente carga sentimental -especialmente la primera, ¿No era yo una pequeña hierba en el campo?- sirvieron de pórtico al lado americano de esta historia, con media docena de canciones del gran Charles Ives que la soprano bordó, y en algún caso particular, como Recuerdos, le sirvió para desplegar una vis cómica irresistible en la utilización irónica del fraseo y en los adornos con silbidos o tarareos. Con Benjamin Moore (1960) llegó un universo más próximo a la comedia musical, un terreno idóneo para las dotes expresivas de Deborah Voigt. Curiosamente, se llega a establecer una relación de complementariedad entre universos tan diferentes como el centroeuropeo y el americano. Es mérito, y no pequeño, de la cantante dar coherencia a este diálogo tan sugerente.
J. Á. Vela del Campo
El País

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet