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CRÍTICA

Culminación brillante

1/6/2009 |

 

Programa: Götterdämmerung de Wagner

Lloc i dia:Palau de les Arts, València

La Fura dels Baus ha culminado la puesta en escena de la Tetralogía de Wagner con una visión que plasma la destrucción de la naturaleza, el sojuzgamiento de unos seres por otros, el altísimo precio del poder y la mentira como procedimiento. Carlos Padrissa ha declarado que recoge así la lectura del gran wagneriano que fue el crítico Ángel Fernando Mayo. En cualquier caso, el poliédrico Anillo del Nibelungo puede verse desde muchos ángulos. El propio Padrissa, por ejemplo, ha dulcificado en los minutos finales la visión angustiosa de nuestro destino, proyectando un texto que Wagner escribió para Brunilda -y que luego eliminó-, donde se propone el amor como redención para el desastre acontecido. En la versión definitiva del compositor, sin embargo, el futuro queda tan sombrío como abierto: no se sugieren soluciones. Habrá que buscarlas. Dioses y héroes han caído. También gigantes y nibelungos. Todas las leyes se han roto. Preciso será comenzar desde el principio.

EL OCASO DE LOS DIOSES
De Richard Wagner. Director musical: Zubin Mehta. Dirección de escena: La Fura dels Baus, con Carlos Padrissa. Orquesta y Coro de la Comunidad Valenciana. Solistas vocales: Lance Ryan, Ralf Lukas, Matti Salminen, Franz-Josef Kapellmann, Jennifer Wilson, Elisabete Matos, Catherine Wyn-Rogers, Daniela Denschlag, Pilar Vázquez, Eugenia Bethencourt, Silvia Vázquez, Ann-Katrin Naidu, Marina Prudenskaya. Palau de les Arts. Valencia, 30 de mayo de 2009.

La Fura dels Baus se adentra en el sojuzgamiento de unos seres por otros
La estética furera llenó este Götterdämmerung (El ocaso de los dioses) de paisajes industriales llevados al paroxismo, de ríos contaminados, de sangre derramada, de una Tierra enferma. Con todo, la belleza y la fuerza de su composición fue conquistando al público hasta el estallido del aplauso final. El trabajo de Franc Aleu (videocreación) y Roland Olbeter (escenografía), así como el acierto en el vestuario (Chu Oroz) y la iluminación (Peter van Praet) son elementos cuya contribución al éxito no puede obviarse. Desde hace ya tiempo, el cine y las modernas tecnologías se abren paso en la obra de arte total que quería Wagner. Porque si no se hace así en el siglo XXI, la ópera se contempla como un espectáculo anticuado y casposo.

Los cimientos, sin embargo, continúan siendo la orquesta y las voces. En cuanto a la primera, dirigida por Zubin Mehta, sólo cabe admirarse ante su largo y concienzudo trabajo, su capacidad de narración, el lirismo, el aliento épico y la profesionalidad al servicio de la voz y de la escena. Entre los solistas, todos ellos de alto nivel, precisa destacarse el Hagen del bajo Matti Salminen, que no cantaba únicamente: también decía. Gustó asimismo la brillantísima Brunilda de la soprano Jennifer Wilson, algo disminuida, sin embargo, en el acto tercero. Catherine Wyn-Rogers estuvo ejemplar en la parte más lírica de su relato. Elisabete Matos encarnó bien a Gutrune. Lance Ryan -bonita y potente voz- anduvo quebrado (Siegfried, como Brünnhilde, exigen resistencia extrema) desde el do del tercer acto, pero encontró a partir de ahí, paradójicamente, resortes expresivos que no se plasmaron antes. Puso así la base emocional que impregna la Marcha fúnebre, con su cuerpo transportado solemnemente por la sala y la orquesta proyectándose en el escenario. Este momento será difícil de olvidar para quien estuvo allí. Consiguió restarle importancia, incluso, a la tontería de poner a Siegfried cantando boca abajo, o a la inventada (y dulzona) reconciliación entre Brunilda y Gutrune, que no figura en el libreto.


ROSA SOLÀ
El País

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