19/10/2008 |
Lloc i dia:Auditorio de Galicia. Santiago de Compostela.
Bal y Gay: Concierto grosso en homenaje a J.S. Bach
Mahler: selección de Des Knaben Wunderhorn.
Beethoven: Séptima Sinfonía en La mayor op. 92
Stephanie Houtzeel, mezzosoprano.
Real Filharmonía de Galicia. Maximino Zumalave, director.
Viernes, 10 de octubre de 2008.
Dentro de su temporada estable en Santiago de Compostela, la Real Filarmonía de Galicia dirigida por Maximino Zumalave ofreció un programa con obras del gallego Bal y Gay, Mahler y Beethoven. El de Zumalave es un caso algo atípico pues con su férreo oficio y calidad artística, su proyección en el ámbito nacional es inexistente. Tras sus periplos de formación fuera de su Santiago natal decidió volver y fundar su propia orquesta, la Real Filarmonía. Ahora esta agrupación es una de las mejores de España y seguramente la mejor para abordar el repertorio del Clasicismo y primer Romanticismo. El símil con Tennstedt es algo exagerado pero Zumalave comparte esa excelencia como director y pedagogo local y un desinterés para dar el gran salto. Los músicos le respetan y eso se nota en los conciertos: hay atención entre los profesores durante la ejecución y ello la más intensa, más comunicativa. El maestro gallego, que acostumbra a dirigir sin partitura, es incisivo, claro, directo y muy atento a las entradas. Le interesa el espacio sonoro, la claridad de las texturas, la fluidez del discurso y el contenido expresivo. ¿Lo mejor? Quizá sus once violines que se hasta en los fortísimos de los metales. Ello permite a Zumalave dibujar la línea melódica sin mermar el acompañamiento con el resultado del sonido más rico –más centroeuropeo, si se me permite- localizable en una orquesta española en estos momentos.
En lo particular de la sesión, el Concerto grosso en homenaje a Bach de Jesús Bal y Gay (1905-1993) reveló a un compositor interesante, hábil en las estéticas stravinskianas, ritmos cambiantes y uso del color. Bellísima la melodía de corte bachiana de un segundo movimiento con importantes intervenciones de las maderas y justificada la aparición del motivo Bach en el tercer movimiento, donde los obstinados rítmicos funcionan de bajo de continuo. Sin ser una obra especialmente ambiciosa su escritura es asimilable y más interesante que mucho de lo que han producido generaciones posteriores.
Por su parte la selección de seis de los lieder Des Knaben Wunderhorn de Mahler evolucionó de lo encomiable a lo exquisito. Zumalave, sin una estilización de lo profundo y lo trascendental, les devolvió el carácter de canción destacándose Verlome Müh’ y Wie die schönen Trompeten bläsen que preludió la delicadez –no pathos- de Urlicht en su variante instrumental –la del ciclo de lieder, no la de la Segunda Sinfonía-. Sin duda, éste fue el momento más bello de todo el concierto por su planteamiento no como una crisis existencial sino como una íntima oración. La solista Stephanie Houtzeel bordó aquí una línea sumamente expresiva gracias a su madera de liederista. De gestualidad muy bien dominada su timbre es de un mordiente luminoso y su fisonomía tiende a la de las sopranos. Por ello estuvo mucho más cómoda en el registro agudo que en el grave, donde su potencia era menor y su emisión algo engolada.
Finalmente, la Séptima sinfonía de Beethoven corroboró que este repertorio es el predilecto del director y el más adecuado a la formación gallega. Fue una lectura excitante, de las rápidas sin precipitarse. Cierto es que en momentos puntuales como en los crescendo finales del primer y cuarto movimientos un estiramiento del tempo hubiera añadido mayor tensión pero la ejecución fue intensísima con detalles maestros. Entre ellos, la claridad de la entrada fugada de las cuerdas en la sección central del Allegretto y la precisión en los contratiempos a lo largo de toda la obra.