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CRÍTICA

Rameau: Les Indes Galantes

Mímesis

6/5/2003 |

 

Rameau: «La Indias galantes». Int.: I. Poulenard, K. Velletaz, B. Haas, O. Pitarch, M. Rewerski, C. Ullan, S. Van Dyck, B. Rostand, B. Chuberre, I. García, R. Martínez, Coro de Cámara de la Universidad de Salamanca, Ensemble Elyma. Dir.: G. Garrido. Lugar: Teatro Liceo, Salamanca. Fecha: 2-V-2003

Aunque sólo fuera por facilitar aquel entretenimiento placentero de la música del que hablaban algunos autores del XVIII ya es meritorio el trabajo de quienes tratan de convertir Salamanca en «Ciudad de cultura». Con este nombre ha iniciado sus trabajos la nueva fundación en la que se ha asumido lo iniciado el año pasado con motivo de la capitalidad cultural europea. Gracias a ello, el ciclo de ópera barroca busca su continuidad en una nueva temporada centrada en ese repertorio y algún otro título poco habitual. En realidad lo que Salamanca ha asumido es una identidad a la que vamos a tener que volver el oído de tanto en cuanto y que viene a corroborar el trabajo que desde hace tiempo realizan quienes, en el plano teórico y también el práctico, hacen posible la Academia de Música Antigua, la Orquesta Barroca o el Coro de Cámara de la Universidad.

Imaginación deslumbrante Los resultados están a la vista, importando y creando escuela; trayendo, por ejemplo, desde Buenos Aires la nueva partitura que el director Gabriel Garrido ha estrenado de «Las Indias galantes» de Rameau y facilitando que esa interpretación se haga en colaboración con el coro de la Universidad. Se trata de una versión de concierto, en realidad semiescenificada con algunas sillas de época para delimitar el espacio, una insinuante iluminación para colorear la escena y movimientos apuntados por el coro. Sencillez y orden, en definitiva, al servicio de un intérprete que ha encontrado el reconocimiento tras inferir a Monteverdi o la música de la América colonial una vitalidad contagiosa, una sonoridad novedosa y una imaginación deslumbrante

Pero el arte sabio e intelectualizado de Rameu parece imponer otras condiciones. Al menos eso se ha deducido en Salamanca donde Garrido, al margen de ciertas irregularidades materiales y del apoyo en un reparto vocal con manifiestas deficiencias, ha dejado el regusto de lo pusilánime. La rigidez se ha impuesto a la elegancia de las danzas, la efusión de los coros y la colorista imitación de la naturaleza, lo que a poco siempre resulta un fácil placer para los sentidos. Propósito que sigue en pie en esta temporada salmantina.

Alberto González Lapuente
Abc

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