"Die tote stadt" de Korngold al Liceu
Señalada efeméride del Liceu
17/4/2006 |
LA CIUDAD MUERTA
Autor: Erich W. Korngold, sobre libreto del autor y de su padre, Julius Korngold, basado en la novela Bruges la morte ,de G. Rodenbach
Intérpretes: Torsten Kerl (Paul); Susan Anthony (Marietta/ Marie); Julia Juon (Brigitta); Bo Skovhus (Frank/ Pierrot/ Fritz); Begoña Alberdi (Juliette); Francisco Vas (Victorin); Marisa Martines (Lucienne); Francesc Garrigosa (Comte Albert); Roberto Miguel (Gaston). Coro del Liceu. Director: José Luis Basso. Cor Vivaldi Petits Cantors de Catalunya. Director: Òscar Boada. Orq. del Liceu. Director: Sebastian Weigle
Producción: Liceu/ Festival de Salzburgo/ Staatsoper de Viena y Ópera de Amsterdam. Dirección escénica de Willy Decker, realizada por Meisje Barbara Hummel
Lugar y fecha: Gran Teatre del Liceu (12/ IV/ 2006).
El Gran Teatre del Liceu se acerca a los 400 títulos distintos presentados a lo largo de sus 160 y pico años de historia, pero todavía no había estrenado nunca esta Ciudad muerta del jovencísimo Erich Wolfgang Korngold, quien a los 23 años (1920) dio una muestra de madurez extraordinaria al combinar los elementos que configuraban el mundo musical germánico de principios de siglo con brotes de simbolismo y dejes expresionistas que, aunque tienen estrecho parentesco con el lenguaje de Richard Strauss, en realidad miran más allá; un allá cortado muy prematuramente por el triunfo nazi y la emigración de Korngold a EE. UU., donde se dedicó con intensidad a la música cinematográfica. Cierto es que las óperas de Korngold (hay varias más, todas juveniles) han tenido escasa difusión hasta ahora, y ha sido una iniciativa del Liceu con el Festival de Salzburgo y las Óperas de Viena y Amsterdam la que ha dado el empuje definitivo a este título que merece figurar en cualquier temporada operística internacional.
La producción, dirigida por Willy Decker en Salzburgo en el 2004, y remontada aquí por Meisje Barbara Hummel, renunciaba a los elementos evocadores de los canales de Brujas, la ciudad muerta del drama, y a toda la fascinación que el ambiente de dicha urbe puede ejercer en la obra. Se prefirió centrar la acción en el mundo recluido de la habitación de Paul, y el segundo acto, que ocurre en el exterior, tiene un aspecto eminentemente onírico, con unas casas que pasan por el fondo del escenario y con la imagen de la criada Brigitta crucificada conducida por unos encapuchados. Prodigiosa la procesión fantasmagóricoreligiosa del tercer acto, que desencadena el final de un sueño que el protagonista finalmente vence, cerrando la puerta al pasado.
La belleza musical de la partitura sólo puede funcionar realzada por voces de enorme potencialidad, y el equipo vocal del Liceu ha funcionado en plenitud, siquiera la labor sea tan exigente que en algunos momentos se les han visto las costuras tanto al tenor, Torsten Kerl, como a la soprano Susan Anthony. Kerl, que ha cantado muchas veces este papel, lo domina sin vacilaciones, pero no le sobraba mucho en determinados pasajes, aunque ha acabado la ópera con gran eficacia y musicalidad. La soprano se ha visto forzada a dar agudos un tanto destemplados y a sostener un fraseo situado en los límites de su voz, pero ha resultado un personaje convincente, con un toque de histerismo en una Marietta calva y exigente. Impactante la labor de Julia Juon en el papel secundario de Brigitta, solventado con medios vocales de primera magnitud, y un poco menos brillante de lo que esperábamos Bo Skovhus en la triple labor de Frank, Fritz y Pierrot, cuya canción es de lo mejor de la obra. Los cantantes de la casa, acreditados por su solvencia, han contribuido a la brillantez de la obra. Lo más fabuloso ha sido la labor de la orquesta, una vez más galvanizada por la espléndida dirección de Sebastian Weigle. El día de la función, en plena Semana Santa, ha restado algo de esplendor a tan señalada efeméride del Liceu.
ROGER ALIER
La Vanguardia