3/7/2020 |
Programa: Albert Guinovart
Lloc i dia:Palau de la Música Catalana
El coso moderista recupera la actividad con un concierto del compositor y pianista catalán.
Primer gran concierto de clásica en Barcelona tras el confinamiento. El Palau de la Música, reluciente porque ha aprovechado el parón para sacar el polvo de los monumentales grupos escultóricos del proscenio, acogió un recital del pianista y compositor Albert Guinovart, habitual de la casa e intensamente amado por el público catalán. En la entrada, una alfombra desinfectante del calzado y un bote de gel hidroalcohólico dan la bienvenida al público, al lado de los relieves modernistas que, con todo lo que han visto pasar en el último siglo y pico, tienen pinta de no entender nada.
Al pie de la escalinata, el personal de sala hace el control de acceso tras una mampara de metacrilato. Las entradas, como los programas de mano, las llevamos en el móvil, que el papel es de repente un anatema. Ya en la sala, el público se desparrama en una cadencia más o menos constante: una butaca sí, dos no.
Superada la primera impresión, y ya a mascarilla quitada, empieza el baile de reencuentros. Amigos, conocidos y saludados intentan encontrar, con poquísimo éxito, sustituto a los besos y abrazos de antaño. Suerte que ahí, sobre el escenario, está Guinovart. Su presencia nos hace sentir como en casa, en parte porque durante todo el confinamiento lo hemos ido siguiendo en su Instagram, y en parte porque ha escogido un repertorio inmejorable para reencontrarse con el público. Obras suyas, de Granados y de Chopin dibujan el ambiente de un salón donde las melodías agradables y las armonías más o menos torturadas van hilvanándose con paciencia. Entre sus composiciones, las Noveletas que ha escrito durante el confinamiento.
Desde que triunfase en los años 80 y 90 como compositor de bandas sonoras y musicales, Guinovart se ha forjado con enorme paciencia y constancia un espacio en la creación musical contemporánea. Con un lenguaje personalísimo y amable, conecta como nadie con su audiencia. Tras la pandemia, parece entreverse un compositor algo más oscuro, inquietante, con una pátina hasta ahora no muy habitual en él, aunque la aparente sencillez de sus composiciones siempre ha escondido una complejidad que ahora parece explorar nuevos territorios. Habrá que ver hacia dónde van sus próximos pasos.
A la salida, veo en la terraza de un restaurante un grupo de veinte personas apretujadas en torno a varias mesas, sin mascarillas y sin demasiada apariencia de ser miembros de una familia que conviva bajo un mismo techo. Algo no estaremos haciendo bien.