19/7/2019 |
Programa: Diàlegs de Tirant e Carmesina
Lloc i dia:Festival Castell de Peralada
Peralada aplaude la versión de Magrané de los amores de Tirant y Carmesina
Hay un momento en cada edición del Festival Castell de Peralada en el que, por imposible que parezca, la excitación del público sobrepasa casi a la de los propios artistas. Sucede durante el estreno de una ópera de nueva creación –y factura catalana–, acontecimiento que se ha convertido en una constante en el certamen ampurdanés, que da un balón de oxígeno al género y garantiza su renovación en Catalunya.
Anoche esa fiebre operística se vivía por Diàlegs de Tirant i Carmesina , una aventura creativa del joven compositor Joan Magrané y del dramaturgo Marc Rosich –que ha hecho el extracto del Tirant lo blanc de Joanot Martorell y que firma también la dirección escénica–, con la participación especial del artista visual Jaume Plensa en calidad de escenógrafo.
El ambiente era de euforia en el claustro de la iglesia del Carme de Peralada. Un lugar que se convierte en mágico cuando sirve de marco incomparable a esas obras de bolsillo que produce Òpera de Butxaca i Nova Creació, en esta ocasión junto con Peralada y el Liceu. Montajes a veces rebeldes y vanguardistas, aunque el de ayer fue sencillamente alquímico.
Música, texto, interpretación y escenografía iban al unísono buscando un efecto de modernidad en la lectura de una obra medieval. Porque si bien Joan Magrané (Reus, 1988) enloquece con los aires de madrigal, lo cierto es que sus herramientas compositivas son totalmente contemporáneas, y así las defiende. Y otro tanto pasa con el libreto de Rosich, que se ciñe al texto en valenciano arcaico de Martorell pero con una estructura de elipsis y rupturas narrativas –“lo que manda aquí es el artefacto dramático”, dice– que permiten explicar las diez o doce batallas dialécticas que contiene la obra en apenas una hora y media, y en 80 minutos de ópera.
Y ya no digamos Plensa, que pone en diálogo con la piedra del claustro una instalación lumínica que va cogiendo intensidad a medida que avanza la obra. Comienza en negro y poco a poco, a modo de metrónomo visual, cada cierto tiempo se enciende un nuevo neón rojo, creando estructuras y formas hasta llegar al final a formar una palabra –no hace falta hacer spoiler– a modo de arte conceptual. Es su manera de anunciar el inexorable paso del tiempo, ese tiempo perdido en el que la pareja vive una insostenible tensión sexual no resuelta para finalmente, tras consumarla, morir Tirant de la manera más banal al volver de la guerra –un mal de costado (una apendicitis)–, cuando está de vuelta al palacio de Constantinopla.
La idea de extraer la historia amorosa de Tirant lo blanc para convertirla en ópera fue del propio Rosich, que venía de haber trabajado la obra completa con Calixto Bieito hace más de una década. El dramaturgo barcelonés se había quedado con las ganas de trabajar más a fondo ese doble trío que surge entre la pareja y la cortesana Plaerdemavida, que alienta su relación sexual, y entre la pareja y la Vidua Reposada, que no hace sino boicotearla movido por el deseo carnal que siente por Tirant.
La soprano Isabella Gaudí y el barítono Josep Ramon Olivé dan vida con ahínco y descaro a los amantes, al tiempo que la mezzo Anna Alàs se reparte los papeles que completan el trío, transformándose como si fueran el yin y el yang. Y con ellos, un conjunto de seis instrumentos dirigidos por Francesc Prat, que conoce bien la música de Magrané.
“Pensé en escribir para un conjunto que tuviera este aire, que aún siendo instrumentos modernos, sugiriera más bien un consort, un grupo de acompañamiento. Y así hay un arpa que suena como una tiorba, una flauta para los momentos simbólicos y un cuarteto de cuerda con escritura refinada”, explica Magrané, el compositor de moda que la próxima temporada será residente en el Palau de la Música.
Los aplausos no cesaban anoche en el claustro del Carme, como tampoco cesarán cuando en febrero llegue al Foyer del Liceu.