Rita, de Donizetti a la Sala Cibeles
Decepcionante Rita
20/9/2004 |
Autor: Gaetano Donizetti, sobre libreto de Gustave Vaëz
Intérpretes: Mònica Bargalló, José Javier Viudes, Jordi Sánchez, Pep Mogas. Piano: Àngel Soler
Producción: Compañía Fiato y Mom Produccions. Dirección de escena: Joâo Falcâo
Lugar y fecha: sala Cibeles (17/IX/2004)
Siempre es una buena noticia que haya un nuevo local que se atreva con la ópera: en esta ocasión es la sala Cibeles la que ha dado el paso adelante. La iniciativa está vinculada con el Fórum –que tan poca atención ha dedicado a la ópera–, aunque al final haya resultado decepcionante. El problema radica en la insuficiente adaptación de una ópera de tipo belcantista, una pequeña comedia para tres cantantes operísticos creada por un compositor como Donizetti siguiendo la pauta de lo que entonces era el género cómico francés. La anunciada “sorprendente” adaptación del brasileño Joâo Falcâo no tuvo originalidad ni calidad, amén de forzar las situaciones y alargar las escenas, haciendo poco comprensible la trama, algo que se intentó solucionar con intervenciones, muy poco felices, de Pep Mogas como pordiosero y luego como ocasional travestido en un cometido muy fuera de lugar.
Y es que las aportaciones de Falcâo se redujeron a dos: la introducción de una muñeca hinchable horrenda y de gran formato (con la que incluso golpearon a una espectadora) y la del travestido, ideas nada originales y que no tienen cabida en el mundo de la ópera donizettiana, que no se puede modernizar así. Moviendo a los personajes sin cesar por las pasarelas entre las mesas del público, se hizo imposible la cohesión narrativa. La partida de cartas se convirtió en un juego de los chinos feo y sin gracia.
Además, los cantantes dieron muy escaso relieve a la parte vocal, tan importante: Mònica Bargalló cantó con aplomo y seguridad, pero con una voz muy poco atractiva, sobre todo en la zona aguda; el tenor Viudes solventó los pasajes colectivos, pero naufragó en la difícil aria, demasiado exigente para él. La labor del barítono Jordi Sànchez fue brusca, tosca y muy insuficiente. Al piano, Àngel Soler trató de mantener una cierta unidad musical con su indudable profesionalidad. Se buscó forumizar la sesión con una mezcla indigesta de catalán, castellano, italiano y portugués y, aunque no faltó quien aplaudiera, el resultado total fue, es lástima, francamente decepcionante.
Roger Alier
La Vanguardia