Cada año, el festival de la Porta Ferrada regresa en algún momento a sus orígenes abandonando el amplio espacio del puerto de Sant Feliu de Guíxols para volver al monasterio en que nació y que da su nombre al certamen. Esta vez, la iglesia se abrió para la soprano sueca de origen estadounidense Barbara Hendricks. Un acierto que tuvo también sus inconvenientes (porque no todo es perfecto en la vida). Haber visto a Barbara Hendricks en el Espai Port hubiera sido un desatino, en especial por la necesidad de amplificación. Poder oírla sin micrófono (casi podríamos decir que en la intimidad) fue una maravilla que consiguió que la dureza de los bancos de la iglesia y el sofocante calor cayeran inmediatamente en el olvido. Una cosa va por la otra.
BARBARA HENDRICKS
Festival Porta Ferrada
Iglesia del monasterio de la Porta Ferrada. Sant Feliu de Guíxols, 2 de agosto de 2016.
Hendricks preparó un curioso programa que atravesaba buena parte de la historia de la música hurgando en su parcela más triste, desde los Lamenti de Monteverdi hasta los espirituales negros, que tras su aparente alegría esconden verdaderas tragedias y reivindicaciones sociales. Un viaje en el tiempo marcado en todo momento por la fuerte personalidad de la soprano y por una voz que a sus sesenta y siete años conserva su amplitud, su claridad y, sobre todo, su belleza conmovedora.
Barbara Hendricks no dudó en cargar de vibrato piezas de Purcell o Monteverdi para conseguir un mayor dramatismo, los puristas clamarían al cielo pero el resultado ante el público fue evidentemente positivo, una sacudida, o prescindir del ritmo sincopado en un espiritual clásico y bien conocido para convertirlo casi en un lied romántico con resultados espectaculares. Sin duda, fue ese sobrecogedor Nobody knows the troubled I see, rezumando sentimiento, lo mejor de una velada con el sentimiento como valor de cambio.
En la primera parte del programa la soprano estuvo acompañada por un órgano y una tiorba que en la segunda mitad cambiaron a piano y guitarra. Un acompañamiento sumamente discreto cuya mayor cualidad fue no molestar en ningún momento. Tal vez por ello cuando Hendricks prescindió de ambos músicos para interpretar un Glory, Glory a capela le puso a más de uno la carne de gallina. El ritmo contenido pero contagioso de Hold On! preparó a los entusiasmados asistentes para un bis tan reivindicativo como emocionante al mezclar (también a capela) Oh Freedom con We Shall Overcome, dos temas que aquí también se cantaron mucho en las luchas por la democracia.