La directora artística general del Liceo, Christina Scheppelmann, le entregó a Plácido Domingo un gran número 50 de chocolate al terminar la función mientras el público del Liceo, y cientos de admiradores del intérprete venidos de todos los rincones del mundo, le ovacionaban en pie durante más de diez minutos. Visiblemente emocionado, casi sin poder iniciar unas breves palabras, destacó su paso por Barcelona durante tantos años y funciones, no todos los que hubiese querido, la calidad y excelencia del Coliseo barcelonés y de su personal y cuerpos estables y muy especialmente de su público. Se sorprendió de que nunca hubiese pensado en celebrar este cincuentenario desde el escenario cantando un papel principal. Pues creía que lo normal hubiese sido celebrarlo desde una butaca como espectador o desde el foso como director musical. Recordó su debut con 25 años y su carrera actual con tres veces esa edad. Confirmó que cantará «Thaïs» de Massenet la próxima temporada y las que vengan mientras la voz siga bien y el público llene el teatro. Finalmente elogió al resto del reparto de una función, seguramente, inolvidable.
Fue una velada muy especial para Domingo, para el Liceo y para un público entregado que disfrutó de un «Simón Boccanegra» con un gran reparto. Junto al gran artista español, que conmovió con su interpretación canora y actoral, especialmente entrañable en un personaje tan afín a su personalidad. Lleno de ternura hacia su desaparecida hija María y hacia Jacopo Fiesco. La primera interpretada con solvencia por la soprano española Davinia Rodríguez, una bella Amelia Grimaldi de cuidados agudos y buena proyección canora, aunque la voz no sea del todo homogénea en todo el registro a causa de un centro un tanto gutural. Mientras que el Fiesco del también histórico Ferruccio Furlanetto, quien ha cantado este mismo papel en el Metropolitan de Nueva York junto a Domingo y que lo hará en breve también en Berlín. Demostrando una emisión todavía impactante del personaje gracias a un privilegiado instrumento que le ha permitido otra longeva carrera artística. Ramón Vargas fue un Gabriele Adorno muy cuidado y elegante en todo el registro, con un elegante fraseo y con una voz de gran belleza, a pesar de que su instrumento ha perdido parte de su brillo y proyección. El debut del barítono italiano
- Lectura conjuntada
Elia Fabbian como Paolo destacó como un intérprete joven de buena proyección y cuidados medios, aunque debe de mejorar la dicción y en ocasiones su canto demasiado fuerte. Correcto el resto del reparto y muy cuidado el excelente trabajo del Coro del Liceo dirigido por Conxita García. La dirección musical de Massimo Zanetti cuidó especialmente todos los detalles de la partitura, con una lectura muy conjuntada y por momentos brillante de esta gran ópera de Verdi. La reposición de la moderna pero floja producción de José Luis Gómez mostró un marco correcto, pero bastante frío, del drama genovés basado en la obra del español Antonio García Gutiérrez, que cuenta con un vestuario de muy poco lucimiento. Una velada histórica que quedará registrada con honores en los anales del coliseo barcelonés y en los corazones de los presentes.