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CRÍTICA

Esa fuerza que lo aplasta todo

20/12/2014 |

 

Programa: Anna Netrebko Autors: Verdi, Puccini, Giordano, Leoncavallo,Ciléa Intèrprets: Anna Netrebko, soprano; Yusif Eyvazov, tenor. Orquestra Simfònica del Vallès Director: Massimo Zanetti

Lloc i dia:PALAU DE LA MÚSICA

 

  • La soprano Anna Netrebko deslumbra en el Palau de la Música en un recital con piezas de Verdi, Puccini y Giordano.

 

La soprano rusa, el miércoles en el Palau de la Música.

La soprano rusa, el miércoles en el Palau de la Música. A. BOFILL

 

 

Porque una cosa es escucharla en casa y otra en un teatro, sin trampas ni amplificación artificial:realmente, su modulación es sísmica, su volumen es inmenso -«tengo un micrófono entre mis tetas» es, posiblemente, su frase más famosa y más cierta-, hasta el punto de que podría confundirse, al igual que la tempestad y los volcanes, con una de las fuerzas de la naturaleza. Los siete minutos de ovación que le obligaron a conceder el último bis -repitió Io son l'umile ancella, de la ópera Adriana Lecouvreur- dan la medida de su triunfo en Barcelona.

No fue su debut, ya que en enero de 2013 vino al Liceu para cantar Iolanta, de Tchaikovski, en versión concierto-, pero sí su primer recital como diva, como la gran estrella -no sólo comercial, sino también moral- de la ópera en el siglo XXI.

Netrebko lleva años demostrando que es una cantante excepcional camino -si no lo es ya- de ser una figura de época: le avalan sus triunfos, su seguridad, la versatilidad con la que ha exprimido un repertorio amplio que va de Mozart al bel canto, y de ahí al verismo y los papeles dramáticos verdianos. Impresionando siempre. También el miércoles.

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Hay que reconocer que el programa afrontado por la soprano rusa evitaba los experimentos y se lo ponía todo fácil:una primera parte centrada en Verdi -el concierto que suspedió en mayo formaba parte de la gira de su ya penúltimo disco- y una segunda con arias de Puccini, Giordano y Cilea. Para ella, pan comido.

Pero una cosa es programar, y la otra ejecutar. Netrebko está fabulosa de voz:no sólo la emite con esa potencia suya que todo lo aplasta -la orquesta habría necesitado más dimensión para no sufrir, casi ahogada por el caudal de su chorro-, sino que la reparte con generosidad por todos los rincones del teatro -en vez de estática, se gira para deleitar a los laterales, a los proscenios, hasta al fondo del todo, donde llegaba como una cuchilla-, y también dramatizando, trabajando los detalles, manejando el volumen a su antojo. Si cuando llegaba a los agudos erizaba el vello, cuando se regalaba en los pianissimos cortaba la respiración.

Tampoco tiró de hits obvios. Había más concesiones en las piezas instrumentales -la Simfonia de La forza del destino, los intermezzi de Pagliacci y Manon Lescaut, el Preludio de La Traviata- que en las arias. Sólo un clásico recurrente del repertorio:la lúgubre La mamma morta de Andrea Chénier, que le salió especialmente densa, casi forzando el nudo en la garganta. El resto, las estrofas menos socorridas de Macbeth, Il trovatore y, ya en el primer bis, Mesícku na nebi hlubokém, la 'canción de la Luna' de Rusalka, quizá su pieza emblemática, la que alcanza en su voz cotas de pasión arrebatadora.

El único problema en una noche excepcional, el tenor:Yusif Eyvazov, el que pronto será su marido, es correcto -y su Nessun dorma en el bis, aceptable-, pero también perece tristemente aplastado por su carisma, su potencia y su técnica. Pero es que no hay tenor, hoy, que se pueda medir a la Netrebko:su magnitud solar hace que todo lo demás parezca polvo


JAVIER BLÁNQUEZ
El Mundo

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