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CRÍTICA

'I puritani' de Bellini a Las Palmas

El príncipe del canto vuelve a Las Palmas

20/5/2004 |

 

I puritani de Vincenzo Bellini. Con Juan Diego Flórez, Mariola Cantarero, Simón Orfila, Juan Jesús Rodríguez, Marina Rodríguez Cusí, Elia Todisco y Jorge de León. Dirección musical: Ricardo Frizza. Dirección de escena: Roberto Lagana-Manoli. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. XXXVII Festival de Ópera de Las Palmas. Amigos Canarios de la Ópera (ACO). Teatro Cuyás, 18 de mayo.

Es él, Juan Diego Flórez, el nuevo príncipe del belcanto, el que está revolucionando a aficionados de siempre lo mismo que a recién llegados con la elegancia de su canto aristocrático. Compareció en Las Palmas de nuevo para, por primera vez, incorporar a su repertorio el personaje de Arturo de Los puritanos. Casi nada. Y en el lugar de nacimiento de Alfredo Kraus: ¿cómo homenaje?, ¿cómo ofrenda de admiración? Es emotiva esta vinculación que continúa su debut, aquí también, en Tonio, de La hija del regimiento hace tres años. El príncipe heredero sabe bien el terreno que pisa. Instalado en lo más alto del rossinismo, sus deslizamientos a otros campos son siempre delicados, pero Bellini es de la familia y los antecedentes con su esplendorosa lectura de La sonámbula generaban confianza.

Juan Diego Flórez se acercó a Arturo desde la exquisitez, apoyándose en la belleza de su color vocal, deleitándose en la hermosura de su incomparable fraseo (si sigue así puede convertirse en el tenor mozartiano de referencia del siglo XXI), haciendo simple y llanamente belcanto pero aderezado de una melancolía infinita. ¿Para qué más? De la prueba ha salido airoso, airosísimo más bien, y aún mejorará en sucesivas representaciones, conforme interiorice y haga más suyo aún el personaje.

Tiene además el tenor peruano la virtud de contagiar a los que trabajan a su lado. Mariola Cantarero debutaba también el personaje de Elvira. Lo resolvió con entrega, con corazón, con valentía a la hora de irse por los territorios del agudo, con contención y buen gusto en los filados. Quizá le falte un poco de unidad estilística y le sobre una miajita de agresividad, pero ella es un terremoto y supo meterse en el bolsillo al respetable obteniendo un éxito incuestionable. Le perjudicó, no obstante, la falta de intencionalidad de la dirección de escena, pero eso no es culpa suya. Simon Orfila, Juan Jesús Rodríguez o Marina Rodríguez Cusí consiguieron redondear un reparto estimable.

La escena era convencional. De escoceses. Todo muy visto, muy antiguo, pero muy eficaz, sin pretensiones, al servicio de la ilustración de la historia, positivo en lo conceptual. Más deficiente fue la dirección teatral de actores, estática, prácticamente inexistente. El director Riccardo Frizza impuso un brío muy estimable a la orquesta, teniendo recursos más que sobrados para que la tensión instrumental no decayese en ningún momento.
Juan Ángel Vela del Campo
El País

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