28/4/2014 |
Lloc i dia:L'Auditori de Barcelona, 25 de abril de 2014
L'Auditori, viernes 25 de abril
Benjamin Britten: Simfonia da Requiem, op. 20. Piotr. I. Chaikovski: Concierto para violín y orquesta, Sinfonía n.6 “Patética”.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC)
Janine Jansen, violín.
Jakub Hrusa, director.
No era la primera vez que el joven director checo Jakub Hrusa se ponía al frente de la OBC y, al igual que en las anteriores ocasiones, su labor dio grandes resultados. Si además tiene al lado a la también joven y talentosa violinista Janine Jansen entonces el éxito está asegurado. Absoluto fue el éxito que ambos cosecharon con el famoso y popular Concierto para violín de Chaikovski. Es raro ver binomios solista-director en los que ninguno de los dos coarte al otro, más aún que ambos músicos interaccionen y se complementen. En L'Auditori tuvimos la suerte de presenciar esta miraculosa conjunción, pues Jansen nos ofreció su versión íntima, delicada y emotiva de la obra mientras Hrusa la acompañaba con carácter y pasión, sin regalarle ni relegarle el protagonismo, más bien dejando que ella misma se lo ganara. Y vaya si lo hizo. El público mostró su entusiasmo ya al final del primer movimiento, aplaudiendo largamente a pesar de los ademanes de continuar tanto de la solista como del director. Al final, en un gesto simpático y efectivo, Hrusa tuvo que mostrar las páginas de la partitura que todavía quedaban para que el público se calmara y así poder continuar.
Para Hrusa no hay obras de relleno. Todo el programa se trabajó a fondo y desde las primeras notas de la Simfonia da Requiem de Britten, que abría el concierto, presagiaban que no iba a ser una composición más tocada rutinariamente. La orquesta sonó con una densidad y una precisión de lujo en una partitura de compleja instrumentación. La sobrecogedora lectura de Hrusa supone, quizás, el mejor homenaje al compositor británico en ocasión de su centenario que hasta ahora hemos visto en Barcelona.
Sobrecogedora también puede resultar -y resultó- la Sinfonía n. 6 “Patética” de Chaikovsky que cerraba el programa. En ella Hrusa empleó grandes dosis de volumen, siempre bajo control, y confirmó su habilidad para evitar los excesos sentimentales y efectistas, guiándonos con seguridad hasta el angustioso final de la sinfonía. Fundió el sonido de la orquesta en un inmenso silencio que el público, absorto, respetó durante largos segundos antes de aplaudir por enésima vez con gran entusiasmo.