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CRÍTICA

Un Nabucco para recordar

21/2/2013 |

 

Programa: Nabuccodonosor de Verdi

Lloc i dia:Teatre de La Faràndula de Sabadell

Temporada 2012-13. Teatro de La faràndula de Sabadell.

20-2-2013. Ventseslav Anastov (Nabucco). Eugènia Montenegro (Abigaille). Iván García (Zaccaria). Josep Fadó (Ismaele). Laura Vila (Fenena). Marc Pujol (Gran Sacerdote). Nuria Vilà (Anna). Coro AAOS. OSV. Rubén Gimeno, director. Carles Ortiz, director de escena.

Aforo: 1200 Asistencia: 95 %

 

En un teatro de La Faràndula lleno como en las mejores ocasiones (que lo fue) los AAOS presentaron Nabuccodonosor de Verdi, conmemorando el bicentenario del compositor. Levantaron telón con un presupuesto cada vez más estrecho (no han cobrado las subvenciones de 2011 ni 2012, ni algunas partes proporcionales del circuito Òpera a Cataluña de la presente). Cataluña se deshace a muchos niveles pero no la tenacidad de Mirna Lacambra, que tras 30 años de actividad no desfallece en su empeño. Y bien que se lo hemos de agradecer en producciones como la presente.

El montaje

La propuesta ideada por el equipo habitual, Carles Ortiz y Jordi Galobart, procuró colorido en la escenografía, un movimiento escénico sencillo pero eficaz y ambientaciones y vestuario creíbles. Algo nada fácil en un título de pésima dramaturgia, dividida en distintos cuadros y ubicada en siete ambientes. Todo fue redondeado por algún truco teatral como la caída de la estatua al final de la obra y, especialmente, por la buena iluminación de Nani Valls. Éste combinó disposiciones muy luminosas con otras más oscuras y realzó a los solistas con focos propios en algún concertante.

Coro y orquesta

Por su parte el coro gozó de su mejor prestación en los últimos años. Lo hizo tanto en la escenas de conjunto (memorable la preghiera a capella del acto IV) como en “Gli arresti festivi” y el famosísimo “Va pensiero”, resuelto en una bellísima estampa visual que contribuyó al bis ante el clamor del público. Cabe, pues, felicitar al director Martínez Gil de Tejada. La OSV cumplió bajo la batuta de Rubén Gimeno que poco a poco va desarrollándose como director de foso. Su ejecución fue correcta sin deslices remarcables aunque poco sonora en la cuerda y sólo puntualmente sin cohesión de conjunto. Eso sí, faltó brío en una partitura cuyo efectismo es más que lícito, especialmente en las codas y acordes conclusivos que pueden ser muy estériles sin dosis suficiente de brillo, dureza e intensidad. Aspecto que no es sinónimo de explosión decibélica. Con todo, Gimeno secundó correctamente a los cantantes y logró notable refinamiento en arias.

Un debut y los protagonistas

Eugènia Montenegro fue una Abigaille vocalmente poderosa, muy trabajada y excelente en escena. Recordada de anteriores participaciones secundarias su evolución es innegable: poderosos, amplios y nítidos agudos (por encima de todos en los concertantes); solvente canto di sbalzo (incluso en el terrible descenso de 14 notas del recitativo de su scena sin usar la voz de pecho); elegante en los apianamientos y medias voces; y una naturalidad belcantística en la línea de las grandes sopranos. Sólo le faltó algo más de empuje en la cabaletta “Salgo già del trono” (Acto II) tras una memorable aria “Anch’io dischiuso un giorno” que el público recompensó con varios “brava!”. Fue la revelación de la noche en un rol extremo que, sin ser uno de sus caballos de batalla, le permite dar un paso de gigante como solista.

Ventseslav Anastasov (Nabucco) posee una voz potente perjudicada por una técnica perfectible en emisión y posición: es demasiado abierta, engolada y poco timbrada. Un factor que le desnaturaliza la belleza de un canto que se beneficiaria de mayor naturalidad. Su actuación fue segura escénicamente y resolvió su extenuante papel destacándose en su scena del Acto IV. El tenor Josep Fadó demostró su veteranía en un rol tenoril poco comprometido que ofreció con su característico empuje y buena dicción. Laura Vila volvió a seducir con su porte escénico y con una voz de mezzo homogénea, bien emitida y de gran fraseo en el aria del último acto.    

Convincente el Zaccaria de Iván García en amplitud y volumen vocal (aunque insuficiente en el registro agudo), a la par que Marc Pujol (Gran Sacerdote) y Nuria Vilà (Anna) de agudos solventes y posiblemente otro diamante de esta cantera vocal sabadellense. Una cantera sabadellense que, como se ha reiterado desde estas páginas, constituye la alternativa operística catalana. Una alternativa humilde que ofrece las oportunidades que el país y el Liceo como institución no han labrado en pro de un elitismo artístico y de intereses poco nobles de managers y agencias. Un elenco como el de Montenegro, Vila, Pujol o Vilà son un triunfo tan importante como levantar telón. Son el reflejo de un trabajo esforzado y lento. Son la justificación y el aval de un proyecto que también es entidad, identidad y autenticidad de un país. Y como viene siendo costumbre en las últimas temporadas, antiguos liceísta se sentaron en la platea de La Faràndula.


Esteban Rey
Diari de Sabadell

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