Estrenar una nueva producción es en estos tiempos un lujo, pero esto representa muchos dolores de cabeza y al estreno a veces no se llega. Venderla, además, como novísima, cuando se sabe que existe una versión muy similar en Lausane (2003), firmada por Laurent Pelly y Marc Minkowski, suena a gato por liebre (más todavía cuando se puede ver en Youtube).
El caso es que la propuesta del regista francés, nueva o no, transporta al espectador a los escondrijos de la mente del protagonista y posee buenas ideas: es oscura, tenebrosa, con demasiados cambios de escena pero con adecuados golpes teatrales, como sacar a Olympia en grúa, coreografiar al coro con inteligencia o apostar por un vestuario y una iluminación muy acertados.
En la primera parte parecía que musicalmente estos “Cuentos” fracasarían ante la ineficacia concertadora de Stéphane Denève, a quien se le escapaban de “tempo” hasta los solistas (incluyendo a coro y orquesta), aspecto que mejoró notablemente a partir del acto de Antonia. En el aspecto teatral sorprendió la irregular dirección de actores: por un lado Antonia, Hoffmann, Spalanzani o el demonio aparecían muy bien caracterizados, mientras otros personajes, como Nicklausse, aparecían muy mal retratados: era una chica vestida de hombre.
Laurent Naouri retrató a los malvados con sapiencia, aunque vocalmente no sea el ideal: le cuesta mantener un color uniforme y su voz presenta problemas en los agudos. El Hoffmann del jovencísimo Michael Spyres pudo con la partitura, aunque sus medios, sin ‘squillo’, convertían en sordos sus agudos. Correctísima tanto la Olympia de Kathleen Kim como la Antonia de Natalie Dessay, esta última, fascinante como actriz en cada detalle de sus movimientos. Del resto del reparto destacaron un Francisco Vas en estado de gracia, un Carlos Chausson impecable y un Manel Esteve absolutamente genial.