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CRÍTICA

Lorin Maazel, íntimo y festivo en el Auditori

29/4/2009 |

 

Programa: Lorin Maazel dirigeix la Philharmonia Orchestra

Lloc i dia:Auditori

Dos bises y diez minutos de aplausos cierran un emotivo concierto de la Philharmonia Orchestra. El mítico flautista James Galway interpretó una pieza compuesta por el propio Maazel

 

Lorin Maazel logró anoche transformar la sala principal del Auditori en un lugar íntimo y recogido. Al frente de la Philarmonia Orchestra, el casi octogenario director se sirvió de la elegancia y la contención para bordar un concierto que al final se transformó en una auténtica fiesta, con dos bises y diez minutos de aplausos. Entonces sí se hizo grande la sala.

La gala prometía ser festiva, por su condición de doble aniversario: se celebraban los 25 años de Ibercamera y los 50 que han transcurrido desde el debut del propio Maazel con la Philharmonia Orchestra, la formación que le acompañó anoche y a la que acaba de dirigir en un ciclo de conciertos en Londres y otras ciudades del Reino Unido. Le acompañó el mítico flautista sir James Galway, una leyenda que hoy, con más de 30 millones de álbumes vendidos, se disputan televisiones y grandes orquestas a partes iguales. Y lo hacía como solista en una pieza que el propio Maazel compuso en su día para él. Una pieza que interpretó ayer a petición de Ibercamera, pues entre los objetivos del ciclo figura dar a conocer la faceta de compositor del maestro nacido en París.

Si la semana pasada la misma sala se desbordó con la dirección extrovertida de Gustavo Dudamel, anoche Maazel devolvió el río a su cauce con una actuación que, sin dejar de ser colorista, afrontó con contención la refinada "Pélleas et Mélisande, op. 80", de Gabriel Fauré. El mismo trato dio a su "Música para flauta y orquesta, op. 11" (1995), que dedicó a Galway y de la que él mismo ha dicho que "es tierna, optimista y exaltada".

Maazel, que en ningún momento se dirigió al público – no es su costumbre hacerlo – cerró el concierto con la "Sinfonía número 9, en mi menor, op. 95", de Antonín Dvorák, la conocida – y exprimida – "Sinfonía del Nuevo mundo", una pieza que el astronauta Neil Armstrong se llevó a la Luna en el Apolo 11 en 1969 por considerarla seguramente una expresión de la aventura y el descubrimiento. En los bises, se arrancó con dos danzas húngaras de Johannes Brahms.

No dejará de volver a España. Horas antes de su concierto barcelonés, Maazel cerró en Valencia la renovación por dos años de su contrato como director musical del Palau de les Arts con una "importante reducción" de sus emolumentos.


Maricel Chavarría
La Vanguardia

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