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Mi fascinación por la liuteria

19/10/2018 |

 

 

Ya he dicho muchas veces que mi pasión por los violines del pasado viene de lejos. Ya de cuando a los 11-12 años poseía un violín Tomasso Eberlé, del siglo XVIII, hecho en Nápoles. Entendí lo que era un instrumento construído siguiendo los cánones más exigentes. En mi vida he visto muchos y, modestia aparte, puedo detectar con cierta facilidad si un instrumento es italiano o no. Otra cuestión sería su autenticidad. He tenido buenos violines y he conocido expertos importantes como Josef Vedral de Holanda, Pierre Vidoudez de Ginebra, Giuseppe Ornati de Milán, Alexander Rabinovich de San Petersburgo, Pierre Gaggini de Niza, los hermanos Andrea y Leandro Bisiach de Milán, o Jacques Français de Nueva York. De todos ellos he aprendido y todos ellos me han parecido personas exquisitas, que amaban su oficio además de distinguirse como expertos reparadores. Leandro Bisiach y Jacques Français son los que más sentí cuando supe de su desaparición.

Bisiach, fue el último liutaio de la saga de los Bisiach de herencia cremonesa (su padre Leandro Bisiach 1864-1946 fue discípulo de Enrico Ceruti), era un hombre del pasado y daba la impresión de encontrarme en casa de un liutaio histórico. Vivía en “su mundo”. Estuve tres ocasiones en su casa del Venegono Superiore cerca de Varese. Tenía un estudio maravilloso. Ordenadísimo y con un olor especial. Moldes, herramientas, líquidos, pinceles, maderas a medio cortar, dibujos de instrumentos antiguos y un armario repleto de instrumentos, la mayoría de su autoría. Tuve la gran suerte de estar con él en dos ocasiones, una de ellas con Caterina, mi mujer, en las que fuimos recibidos en un ambiente familiar. Mi visita se debió a un certificado de garantía de mi exviolín Giuseppe Rocca.

Jordi Cervelló amb Leandro Bisiach

Jordi Cervelló con Leandro Bisiach

Por otra parte Jacques Français, era hijo del prestigioso Emile Français el más importante luthier parisino del siglo XX. Jacques que tenía su tienda-taller en Nueva York, se presentó una vez en mi casa de Barcelona. Venía con un estuche de violín y me dijo: “Jordi! Abre el estuche que he traido”. Dentro había un Guarnerius del Gesú. Me quedé sin habla. Luego le pregunté de donde venía. Y, me contestó: “Era el violín de Antonio Bazzini”. Bazzini fue uno de los más grandes violinistas de la historia y su violín
naturalmente tenía un valor añadido. Buena parte de estas experiencias las pasé con mi querida Caterina que tenía un ojo certero sobre todo con los modelos conocidos. Con ella habíamos recorrido algunos pueblos de Catalunya en busca de instrumentos aunque con poco éxito. Tengo una bella foto suya que aparece con un Stradivarius en casa de Josef Vedral de Holanda.

Dos personas de casa que no debo olvidar son Ramón Pinto de la casa Parramón, con quien hemos estado juntos tantas veces, y David Bagué, un verdadero amigo al que admiro por su valiosísimo trabajo y por su entrega absoluta. A David le conocía cuando aún era un niño. Un niño que a pesar de su corta edad ya sabía que su futuro era construir violines. Un flechazo que lo llevó de muy jovencito a su querida Cremona.

Jordi Cervelló i David Bagué

Cervelló con David Bagué

Jordi Cervelló
Web de Jordi Cervelló

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