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El mundo sonoro de Debussy

25/3/2018 |

 


 

Un libro de entrevistas que mantuvo el músico con Victor Segalen 'festeja' los 100 años de la muerte del autor del 'Preludio a la siesta de un fauno'.

Si la música es básicamente el arte de combinar sonidos, Claude Debussy es uno de los compositores que más ha profundizado en las esenciales musicales. Desde que entró en el Conservatorio de París a los 10 años, sus profesores tuvieron claro que se las veían con un pequeño saboteador deseoso de llevar siempre la contraria. Ya entonces podía extraer del piano matices al límite del silencio y luego aporrearlo sin piedad; cuando le impedían usar cuartas o quintas paralelas, como era acostumbrado, le faltaba tiempo para abordar esas armonías prohibidas. No le importaban las normas, únicamente el sonido y sus infinitas posibilidades.

En pos de su meta, el músico muerto en París el 25 de marzo de 1918, hace ahora 100 años justos, estuvo dispuesto a sacrificar la invención melódica, las estructuras tradicionales y cuantos dogmas se le pusieron por delante. Por la falta de tonalidad estricta y la impresión vaga que generaban en el oyente, sus obras futuras fueron emparentadas con las pinceladas no definidas del impresionismo pictórico. También se atrevió a utilizar, y le salió bien, la escala tonal completa, creó texturas musicales insólitas y se obsesionó con la pureza de los timbres. Con esa paleta de nuevos recursos abrió todos los caminos musicales del siglo XX, lo esbozó completo, de Schoenberg a Górecki, pero sin "pretender hegemonías" ni "romper el hilo de la historia", como afirma Luciano González Sarmiento.

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Coincidiendo con el centenario de su fallecimiento, la editorial La Uña Rota brinda la posibilidad de leer por primera vez en español una selección de las entrevistas que mantuvieron Debussy y el médico y arqueólogo Victor Segalen a propósito del frustrado proceso de creación conjunta de Orfeo rey. El volumen comienza con la curiosa novela corta de Segalen En un mundo sonoro, que cuenta la peripecia de un hombre que queda preso del sonido en una habitación de su casa. No es extraño que el texto entusiasmara a Debussy: el autor parecía estar describiéndolo a él.

El músico con el que contacta Segalen en 1906 está muy lejos de aquel niño travieso del rígido conservatorio parisino. Es un compositor en la cima de su gloria, respetado y reclamado por todo el mundo, que ha firmado ya algunas de sus obras mayores y que, sólo en los años inmediatamente anteriores, ha entregado sus Estampas, L'isle joyeuse y El mar, entre otras partituras.

A propósito del timbre y su relación íntima con el sonido, escuchamos decir a Debussy en sus conversaciones con un aplicado Segalen que toma nota de cada encuentro: "Yo me esfuerzo por mantener la pureza de cada timbre; como Mozart, por ejemplo (...). Hemos aprendido demasiado a destacar los timbres mediante sombras o masas sonoras, sin hacer que jueguen con sus propios valores. Richard Wagner fue demasiado lejos en esto (...). El colmo del género es Strauss", cuya orquesta ve como "un compuesto tipo bebida americana, donde se mezclan 18 productos".

En el libro asoman numerosas facetas del maestro. Así el intérprete "sobrehumano" de piano, el hombre hogareño y educado que también es capaz de despotricar contra el pianista español Ricardo Viñes ("demasiada aspereza") o contra Wagner (cuya influencia, sin embargo, no puede evitar) y, ante todo, el compositor valiente que se la juega en cada nueva pieza: "Quizá nos rompamos la crisma, pero hay que probar... Aquí veo exactamente lo que quiero hacer en música... algo más... Sería mi 'testamento musical'", le dice a Victor Segalen cuando todavía no se ha enfriado el entusiasmo por Orfeo rey, malogrado al final por los constantes viajes del aventurero francés y seguramente por el cambio de intereses del propio Debussy.

Las confesiones del músico transitan de la sinceridad más cruda al afán de perfección y el agobio por el exceso de trabajo. "Todo en mí es instintivo. No soy ningún maestro", se confiesa al tiempo que siente que con la ópera Peleas y Melisande se ha quedado corto. Trabajo, tiene "hasta decir basta, al menos para 20 años", y tal vez por eso no prosperó Orfeo rey. Aún tenía que escribir Debussy El martirio de San Sebastián y casi toda su música de cámara, que lo reconciliará con una tradición a la que nunca había dado realmente la espalda.

La vida de Debussy transcurrió ajena a grandes sucesos salvo la ruptura con su esposa, Rosalie Texier, para irse con Emma Bardac. El compositor era de poco dejar París. De joven acompañó a Nadezhda von Meck, protectora de Chaikovski y fan de sus obras, por Francia, Suiza e Italia. En 1893 tuvo que ir a Gante para que Maeterlinck le dejara poner música a 'Peleas'. Y a partir de 1909, Debussy viajó por media Europa para dirigir sus propias composiciones. 

P. UNAMUNO
El Mundo

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