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Mitsuko Uchida: “Profundizar en un compositor te cambia la vida”

22/1/2018 |

 

La gran pianista japonesa, que vive inmersa en la música de Schubert, abrirá este martes la 23ª temporada de la Fundación Scherzo

Mitsuko Uchida, durante un concierto en febrero de 2016 en el Carnegie Hall de Londres.
Mitsuko Uchida, durante un concierto en febrero de 2016 en el Carnegie Hall de Londres. Getty Images

Es posible que Mitsuko Uchida sueñe en japonés, piense musicalmente en alemán y utilice el inglés para comunicarse. “Quizá hable mal tres lenguas, pero creo que he asimilado bien tres culturas” , irrumpe la pianista nacida a las afueras de Tokio, en 1948, que estudió en Viena desde los doce años y se instaló en Londres con veintiséis. Pero, aunque Dame Mitsuko ostente la nacionalidad inglesa, mantiene su vínculo musical con la capital austríaca. “Me fui a Viena al destinar allí a mi padre, que era diplomático. Dejé una cultura que nada tenía que ver con la forma de pensar europea para instalarme en el lugar donde había nacido la mayor parte de la música que amaba y quería tocar”, reconoce.

Estableció entonces su panteón de compositores (Bach, Mozart, Beethoven y Schubert), se enamoró de Schumann, Brahms y Schönberg, e incluso hizo amistad con Debussy y Chopin. “De Viena me fui a Londres, un lugar sin esos grandes compositores, pero con una impresionante actividad musical”. Hoy vive en el popular barrio de Notting Hill junto a tres enormes pianos Steinway que trata como a personas. “En realidad, tengo cuatro, pero el más joven está en una especie de idílicas vacaciones en Alemania”, asegura.

Uchida estableció en Londres su reputación internacional como pianista, a comienzos de los ochenta, con un legendario ciclo completo de las sonatas de Mozart, en el Wigmore Hall, que después grabaría para Philips. Ahora vive inmersa en Schubert. “Hice la grabación poco a poco de todas sus sonatas completadas, pero es la primera vez que voy a tocarlas en concierto durante dos años por todo el mundo”. Para su única actuación en España, mañana martes como apertura de la 23ª temporada de la Fundación Scherzo en el Auditorio Nacional de Madrid, Uchida abordará tres sonatas muy diferentes. “Comenzaré con la Sonata en do menor, D. 958, que Schubert escribió pocas semanas antes de morir de sífilis a los 31 años. Es pura locura ante la inmediatez de la muerte. Y seguiré con la gentil Sonata en la mayor, D. 664, que es anterior a su fatal diagnóstico”, apunta.

A la pianista también le interesan los ciclos de lieder del compositor vienés, como La bella molinera o Viaje de invierno. Incluso le fascina esa serenidad que adopta Schubert ante la muerte en la Sonata en sol mayor, D. 894, que tocará en la segunda parte y tiene para ella un significado muy especial. “Creo que soy pianista por esta sonata. Fue la primera obra que comprendí de verdad. Durante mis años en Viena no tenía ningún ídolo pianista. Prefería ir a la ópera a escuchar a Mirella Freni o a Leontyne Price con Karajan dirigiendo. Pero entonces se la escuché a Wilhelm Kempff y no pude parar de llorar”, reconoce emocionada.

Esta inmersión en Schubert requiere para Uchida mucha dedicación. “Te exige el alma”, confiesa. Pero no es incompatible con puntuales conciertos con orquesta de Mozart, Schumann, Bartók o Schönberg, que abordará esta temporada, e incluso con algo de música contemporánea de Jörg Widmann. Pero con Beethoven es diferente. Para la pianista el compositor de Bonn demanda todas sus neuronas e implica un importante desgaste físico. Bien lo sabe tras interrumpir, en 2016, su grabación de las Variaciones Diabelli, de Beethoven. “Tuve vértigo en un oído, pero ya estoy recuperada. La grabación se pospuso hasta 2020 por mi actual inmersión en Schubert. Y será mi próximo disco en Decca. Adoro esa obra, aunque me costó atreverme a tocarla. De hecho, quiero que el público no se pierda ningún detalle. Y está previsto que grabe un DVD explicando sus aspectos fundamentales”, anuncia.

Pero Uchida no pretende enseñar. Ella se limita a compartir. Y lo hace cada verano, desde hace más de veinte años, como directora artística del Festival para jóvenes músicos de Marlboro, en Vermont. “Somos como una comunidad que convive haciendo música. No me interesa la jerarquía profesor-alumno, pues la palabra “profesor” en japonés implica más autoridad cuanto más viejo eres. Personalmente nunca confié en mis profesores y siempre traté de buscar las respuestas acercándome al compositor”, reconoce. Y terminamos hablando de futuro. “Para 2021 no tengo planes definidos, quizá me tome un respiro o emprenda otro proyecto, pues profundizar en un compositor te cambia la vida”, remata.

Schubert, Goya y Van Gogh

A Uchida le fascina el té Darjeeling, se entretiene haciendo sudoku y prefiere la poesía a una novela. Pero reconoce que cuando visita Madrid trata de ir siempre al Museo del Prado para contemplar su colección de pintura italiana y los cuadros de Goya. A pesar de que el aragonés fue coetáneo de Schubert, la pianista lo considera un artista muy diferente. “Ahondar en Schubert es como pelar una cebolla. Tiene un alma limpia, aunque actuase mal en su vida. Para mí es más como Vincent van Gogh. Una especie de santo laico. Un ser humano tan bello como puro”, afirma.

Pablo L. Rodríguez
El País

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