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William Christie: "Dirigir es igual que hacer crecer un jardín"

20/11/2017 |

 

A sus 73 años, el maestro William Christie, uno de los artífices de la revolución historicista, no para. Madrid y Zaragoza acogen el domingo y el lunes a las nuevas promesas de Le Jardin des Voix, su escuela vocal. Cantarán obras de Händel y Purcell. En marzo estará en el Teatro Real y el Liceo, con Ariodante de Händel, y en mayo dirigirá en Oviedo y Barcelona La creación de Haydn. 

“La dirección musical y la jardinería son actividades esencialmente iguales: se trata de dar a luz algo y hacerlo crecer, con mimo y perseverancia”. Palabra de William Christie (Buffalo, 1944), que ha cultivado ambas actividades con la pasión del idealista que no permite que las bajezas de la realidad desbaraten sus sueños. Él ya ha cristalizado sobre este mundo el suyo: un precioso jardín levantado en Thiré, en el departamento francés de La Vendée, donde, con inequívoca vocación europeísta, ha combinado los estilos francés, inglés, alemán e italiano (le faltaría un toque arábigoespañol para rematar su aspiración paneuropea). Allí acoge cada verano un festival de música antigua. Las notas y los aromas de la flora silvestre se funden en ese fortín de armonías sensoriales. En su última edición lo ha utilizado para lanzar la gira de su proyecto pedagógico más ambicioso, Le Jardin des Voix, un vivero de jóvenes cantantes que Christie apadrina cada dos años.

“Nació de un impulso muy personal”, explica al otro lado del teléfono, desde Los Ángeles, donde ha hecho escala en su tournée de Dido y Eneas con Les Arts Florissants, ensemble que fundó en 1971. “Estuve enseñando en el Conservatorio Nacional de París entre 1982 y 1996. Lo dejé porque las giras por Asia o Suramérica eran incompatibles con dar clases cada semana. Pero años después sentí la necesidad de recuperar esa faceta de docente. Así que decidí poner en marcha esta especie de escuela vocal”. Fue en 2002. Desde su nacimiento, tiene una periodicidad bianual. Christie testa primero las cualidades canoras de los cientos de candidatos que ansían enrolarse en su prestigioso equipo. Una vez hecha la selección, dedica un año a girar por el mundo con las nuevas promesas. La última hornada la presentó en su arcadia francesa en agosto. Este domingo y el lunes estarán, convocados por el CNDM, en Madrid y Zaragoza, con un programa titulado The English Garden, rebosante de maestros británicos del barroco y el renacimiento: Gibbons, Dowland, Lawes... Y dos gigantes como Purcell y Händel. Es un recorrido diseñado por el escocés Paul Agnew, su mano derecha en Les Arts Florissants, una autoridad en todos estos compositores de los que se amamantó en sus tiempos de estudiante en Oxford.

En el grupo de cantantes escogidos, seis en total, está el barítono español Josep-Ramon Olivé, que sigue la estela de figuras que empezaron a foguearse también a la vera de Christie. Por ejemplo, el contratenor Xavier Sabata o la soprano Sonya Yoncheva. Dice el maestro estadounidense (nacionalizado francés) que son requisitos indispensables tener una voz bonita y dominar la técnica. Dos exigencias a la que añade otra más subjetiva y etérea: “Lo que buscamos sobre todo es carisma, una presencia escénica potente, capaz de conectar con el público”. No puede faltar tampoco un interés específico y un sólido amor hacia la música antigua de los siglos XVII y XVIII, que no son rasgos fáciles de encontrar. “Aunque del Jardin -matiza Christie- han salido cantantes que ahora están actuando por todo el mundo y han ampliado su repertorio más allá de este periodo. Buen ejemplo es la propia Sonya Yoncheva. Así lo demuestran sus apariciones continuadas en los últimos años en el Metropolitan con óperas de Puccini, Verdi...”.

Christie se marchó a Francia en 1971 para escaquearse de una amenaza que se cernía sobre todos los jóvenes estadounidenses de su generación: la guerra de Vietnam. Escapó a la carrera tras participar en varias moviliza- ciones estudiantiles contra la intervención bélica en el país asiático. Sus aires de rebelde contracultural despertaron pronto los recelos de sus nuevos vecinos de La Vendée. Con los años, en cambio, se fue metiendo en el bolsillo a aquellos lugareños desconfiados. Hoy, claro, están encantados de tener un vecino tan ilustre y renombrado. Christie es uno de los grandes artífices de la revolución historicista, que a lo largo de la segunda mitad del siglo XX fueron limpiando y dando esplendor a la música antigua. En ese empeñó estuvo al lado de tótems como Savall, Gardiner, Jacobs, Harnoncourt... Su esfuerzo ha dado frutos. Sin su labor de zapa previa no hubiera sido posible un fenómeno como el actual boom del barroco.

Aunque Christie se quita importancia, atribuyendo el éxito a las cualidades intrínsecas de las partituras (y libretos) de ese periodo. “La gente hoy se puede identificar bien con su teatro musical. Los dramas que presentan son convincentes. Escénicamente dan mucho juego todavía. Y la música está compuesta por talentos extraordinarios. Händel y Monteverdi suenan hoy modernísimos, más frescos que nunca. Creo que no se puede decir lo mismo de óperas como Carmen o las de Rossini”. También parece muy fresco él. A sus 73 años, mantiene un ritmo trepidante de viajes y conciertos. España es uno de sus destinos predilectos. En marzo de 2018 le veremos por partida doble en el Teatro Real y el Liceo con el Ariodante de Händel (versión concierto). Luego, en mayo, presentará La creación de Haydn en Oviedo (Palacio de Congresos) y Barcelona (Palau de la Música). Aunque ha sido en nuestro país donde ha sufrido una de las experiencias más desagradables de su larga carrera. Fue en el Auditorio Nacional, hace un año. Justo en mitad de uno de los clímax del Mesías de Händel un móvil empezó a graznar desde una tribuna lateral. ¡Horror! “Acaba usted de cargarse uno de los pasajes más bellos de una de las obras más hermosas jamás escrita”, le espetó al dueño del teléfono antes de exclamar: “¡Fuera!”.

Quedan muchos aeropuertos

A Christie todavía le apesadumbra recordar aquel capítulo madrileño. “Fue una grosería hacia la orquesta y el resto del público, una interrupción totalmente inncesaria. Por desgracia, es algo cada vez más frecuente. Pero quiero dejar claro que el 99% de la gente que va a los conciertos es muy respetuosa”. Zanja así la cuestión y pide paso a la siguiente pregunta. Le tanteamos sobre el futuro: sobre si se ve muchos más años peregrinando por aeropuertos y auditorios o ya vislumbra un plácido retiro en su feudo floral de Thiré. No hay atisbo de duda en su respuesta: “Mi jardín más importante es la música. No concibo mi vida sin hacerla”.

ALBERTO OJEDA
El Cultural

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